Por: Ramsés Tola García.
Estudiante de 4to. Año
de Lic. en Historia,
Universidad de La Habana
Resulta interesante para cualquiera que realice un acercamiento investigativo a Las honradas, el hecho de que el autor de la novela sea hombre (Miguel de Carrión) y ponga en voz femenina al rol protagónico (Victoria). Aunque Carrión haya sido un gran defensor, como lo fue, de los derechos de la mujer, lo primero que salta a la vista es que las escritoras no se atreven a diseñar tipos de mujeres (CARRIÓN, 1973, p.9), o mejor, a decodificar el tipo de mujer. Y es aquí donde estos circunstanciales problemas se interrelacionan con el presente trabajo. ¿Cómo las mujeres que están concluyendo el siglo XIX en Cuba se dejan guiar por la sociedad? Hasta qué punto esto es resultado de su desenvolvimiento en esta sociedad y hasta qué punto son ellas las que se están construyendo a sí mismas esa realidad que intentan enarbolar y que se desintegra por todos lados con el desarrollo de la vida moderna.
Esto se pudiera responder, en primer lugar, de la siguiente forma: estamos analizando una sociedad cerrada en cuanto a los cánones de vida y que por demás comienza un conflicto bélico, la cual para lograr su estabilidad se afianza a una identidad que a su vez va formando una cultura. Dónde está el conflicto, no se conforma cualquier cultura; sino un tipo de cultura, o sea: estereotipos de funcionamiento social.
Este cuadro es a su vez la representación del mundo, imago mundi, que tienen de sí los individuos que se están convirtiendo en sujetos sociales y por lo tanto se están apropiando de este tipo de realidad. Una realidad puramente masculina, donde el otro puede siempre porque es hombre, donde la mujer o mejor: lo femenino es la imagen constitutiva del hogar, mientras lo masculino referencia el trabajo; una realidad donde ella calla cuando él manda. Donde es la mujer recatada, modesta, agradable y seria; porque ellas no deben reír muy fuerte. Donde el patriarca domina todo cuanto existe y diluye en ideología su accionar en la sociedad. Donde cada cual tiene y debe conservar su posición, o mejor, su representación.
Para explicar pudiéramos decir que la unidad más significativa de las estructuras sociales no es la persona sino el rol (que responde a los patrones culturales vigentes), que es aquello que constituye y define la participación en los procesos interactivos (MIRANDA, 2003, p.14). Es necesario por ello entender la interrelación e interdependencia existente entre el rol y la personalidad, y a un tiempo su independencia; en la medida en que se construye la segunda es necesario representar el primero.
Victoria no tiene que preocuparse por el tiempo porque su marido pasa lejos la mayor parte del día y por lo tanto, ella puede dedicarse a escribir. En este caso nos damos cuenta de que la protagonista está produciendo y reproduciendo en su vida cotidiana, el estereotipo de mujer que critica en el subconsciente. Pues además asume como algo natural el hecho de que su esposo llegue a casa y no le diga lo qué estuvo haciendo en el día. Bajo ese tipo de funcionamiento comienza la novela y así se desarrollará en toda su extensión. De niñez regularmente normal –con todo lo que significa ser la hermana menor de tres hijos–, provinciana perteneciente a la clase media santaclareña, de familia tradicionalista y católica; lo que cobra mayor importancia en la formación de la personalidad sumisa que se desea mostrar para una joven de sociedad –pueblo e imagen que debe respetar y representar.
Desde su adolescencia (etapa que más nos interesa para denotar los mecanismos según los cuales se construye una sociedad a través de una “niña”) va a comenzar a cuestionarse el medio en que sobrevive y la diferencia de género que establece la sociedad, saliéndose de la diferenciación de sexo que se hace desde la naturaleza. ¡Niña, niña! Deja eso… Gastón es hombre y puede hacerlo… ustedes deben darse su lugar (CARRIÓN, 1973, p.17). ¿Cuál es, o cuál puede ser el lugar de una joven de diez años de edad? Se llega a sobredimensionar de forma tal esta cuestión que en determinado momento se invierte la situación: y si Gastón (hermano de Victoria) realiza ciertas acciones lo reprenden y juzgan de: mariquita.
Nos enfrentamos a otro conflicto, el sistema de educación al que se someten desde nacidos (buena parte de la clase media y, en general, la clase alta); no es al régimen de la escuela oficial, sino al de la casa… al ambiente familiar. Esto no significa que en el hogar se construyan más súbditos que en las escuelas oficiales, sino que la familia va a contextualizar en las nuevas generaciones la vida social que procura; mientras que la escuela responde a un proceso de institucionalización –donde también se va a representar la sociedad, pero en menor peso en cuanto al comportamiento humano que ofrece el núcleo familiar. Su madre institutriz, que les educa en la gramática, historia, aritmética; ayudada por la tía Antonia, quien se encarga de la enseñanza del catecismo y el bordado. ¿Qué más pudieran pedir esas niñas?, poseen una educación con todas las leyes para poder hacer lo que se debe hacer. Pues como su propia madre dijera, las mujeres y los niños son muy semejantes y ambos tienen que ser cuidadosamente guiados en la vida. Lo interesante es que nuestra protagonista concuerda con su madre en este parecer y que el medio en que se desenvuelve desarrolla también esta perspectiva de educación.
A pesar de los esfuerzos de toda la familia, Victoria se va a ir enfrentando poco a poco con los nuevos modos de vida que serán también modos de pensamiento. Del aislacionismo, el siglo XX irá conformando una conciencia socializante donde lo importante no será tanto la vista de las personas, sino la comunicación entre estas.
Pero a pesar de todos los esfuerzos por apartar a Victoria de los nuevos vicios, no podrán evitar que enfrente la adolescencia con ese nexo que le va a ir mostrando el mundo moderno: Graciela. Aquí podemos idearnos el cuadro psicológico: una es educada bajo la tutela de su madre y de su tía (estereotipo de solterona: ferviente devota, que vive aislada de la sociedad, dedicada por completo a sus animales: gatos), mientras la otra ha de enfrentar la realidad sola con su madre (huérfana de padre), lo que le va a ofrecer a la segunda una mayor libertad e independencia a la hora de entender y revisar ciertos aspectos cotidianos.
De esta forma, si entendemos que los roles a representar no son estrictamente cerrados puede suceder que actores con diferentes personalidades puedan satisfacer, dentro de los límites bastante amplios, y sin demasiado esfuerzo, las expectativas asociadas con roles aproximadamente semejantes (MIRANDA, 2003, p.15). Como es el caso de Graciela y Victoria, convertidas en protagonista y antagonista, solo en lo que respecta a la personalidad.
Llegado el momento, nos llega el conflicto bélico (la guerra de 1895-1898), lo cual significó un cambio de vida para las cubanas, que tuvieron que asumir el exilio (GONZÁLEZ PAGÉS, 2003, p.34). Como es lógico, una vez en Nueva York, aunque debían adaptarse a otro estilo de vida, continuaron socializando los esquemas sobre los cuales habían fundamentado su existencia. Gastón, fue enviado a una academia militar –muy cerca del centro-; mientras que las hermanas a un colegio católico –en las afueras de la periferia. Como es de esperar, en el pensamiento de nuestra protagonista se produjeron ciertas variaciones; y más cuando cada vez que se reunían entre ellas (las otras alumnas) era para hablar de hombres. Pero esto no la llevó, paradójicamente, a cambios en la conducta.
Lo más significativo de esta etapa es que allí se formará la idea –en la mente de Victoria- de ver a los hombres como el perpetuo enemigo y el eterno deseado (CARRIÓN, 1973, p.47). Así, la imagen del hombre como ese animal que da caza a la mujer; va a ir conformando la mentalidad de una adolescente a la que se le impone una realidad que constantemente está dejando de ser. Su defensa natural va a ser aislarse, a través de Walter Scott y Charles Dickens; buscando en la literatura lo que la sociedad no le puede mostrar y lo que el seno familiar le ha hecho ver.
Aunque, y aquí tenemos otro problema, ella no se desprende totalmente de ciertos pensamientos; los cuales se deben esconder con vergüenza. Este es el ejemplo de todo lo que tiene que ver con la pubertad y la repugnancia que le producen los desechos vaginales, o incluso la repulsión hacia la idea del matrimonio y lo que implica la noche de bodas para una mujer. Lo dicho anteriormente, desmiente la tan usada teoría que muchos aplican a Carrión y que el propio autor asume, exponiendo que “las que aparentan ser las honradas en realidad son las impuras, y viceversa.” Digo esto teniendo en cuenta que, al menos en su adolescencia, Victoria no hace más que aferrarse a un comportamiento –sea cual sea la razón- con plena conciencia de ello a medida que se conforma en ella “la dignidad de la mujer”.
Analizando otra cuestión y según la visión del siglo XXI, pidiéramos ver con malos ojos el hecho de que en esa etapa –la pubertad-, Victoria se preocupe en demasía por su figura y por estar corpulenta –como Alicia- y por contemplarse, pero viéndolo desde las funciones lógicas de la evolución; pudiéramos decir que esto forma parte de la obsesión psicológica de todo joven por “ser grande” –aunque esto, en sí, implique la asunción de una expectativa que es producto de lo que representan “los grandes” en la vida social-, por ello no debemos confundirnos en el juicio.
Al paso de los años –ya en Cuba, en La Habana- la protagonista se enfrenta al tan temido matrimonio. Pero cuando Joaquín Alvareda se dispuso a consumar el acto, Victoria tuvo que reprimirse para no escupir de asco y despecho sobre la alfombra de la alcoba nupcial (CARRIÓN, 1973, p.151). Aunque para la mayoría de los hombres esto pudiera parecer descabellado, resulta totalmente normal en la personalidad de Victoria; porque como ella misma dice, no aborrece a su esposo sino que acusa a los hombres de sensuales y materialistas.
Mucho le va a costar a Victoria acostumbrarse a que por derecho su esposo puede tocarla a su antojo, porque para eso se casaron. Sorpresa se va a llevar cuando escuche más tarde decir a Graciela refiriéndose a su matrimonio: ¡Somos concubino! solo eso. (CARRIÓN, 1973, p.163)
Luego todos ríen por su puerilidad. A pesar de todo, jamás dejó que su semblante expresara el menor signo de contrariedad o de fastidio (CARRIÓN, 1973, p.215), porque eso es lo que debía mostrar; y lo que todos esperaran que mostrase; representando no ya el estereotipo, sino enarbolando lo que para sí era arquetipo de señora. Ambas categorías, llegado el momento, se enfrentarán; llegando a confundirse de manera tal que: la sociedad creyendo enarbolar el arquetipo de mujer, al dirigir y normar el comportamiento en cuanto a las expectativas sociales; solo estará conformando el estereotipo de lo que se representa en la mente cotidiana como mujer.
El problema funcional de los sistemas sociales puede resumirse en los problemas de asignación, integración e interacción. (MIRANDA, 2003, p.15)
Durante el tiempo muerto, Joaquín y Victoria volverán a su rutina sobre la lectura y el bordado –respectivamente-, claro, siempre y cuando la esposa no tenga otra cosa que hacer en la casa.
Bibliografía:
CARRIÓN, Miguel de. Las honradas, Ediciones Huracán, La Habana, 1973.
GONZÁLEZ PAGÉS, Julio César. En Busca de un espacio: Historia de las mujeres en Cuba. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 2003
MIRANDA A., Miguel. Pragmatismo, interaccionismo y trabajo social. 2003. Tesis de Doctorado en Antropología social y cultural, Universitat Rovira I Virgili, Tarragona-España.
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miércoles, 15 de diciembre de 2010
LUISA CAPETILLO: UNA HISTORIA, UNA OPINIÓN
Por Laura Benazir Hernández García.
Estudiante de 4to.
Año de Lic. en Historia,
Universidad de La Habana.
“Doña Luisa Capetillo
Con razón o sin razón
Ha armado tremendo lío
Con su falda pantalón”
(FMC, No. 74)
Con esta copla popular fue conocida en su época Luisa Capetillo, al convertirse en la primera mujer puertorriqueña en vestir pantalones de hombre en público; pero indudablemente más que esto fue, como la llama Don Martín Beltrán, panadero, organizador obrero y compañero de trabajo de Capetillo: “una mujer de otro mundo, que vino a abrir nuevos senderos” (FMC, No. 74). Es ella clara expresión de la cultura de la resistencia y de las formas de lucha que ha revestido el combate por la emancipación de la mujer y por el cambio social.
Por esto escribo, con el objetivo de ofrecer en unas pocas páginas de historia de vida un fragmento de la impresionante vida y la acción transformativa de esta mujer, prácticamente sumida en la anonimia; demostrando la inmensa contribución femenina a las principales transformaciones en la historia de las sociedades humanas, fundamentalmente en los proyectos nacionales y de construcción social en sus países.
Nacida en Arecibo en octubre de 1879, hija de una francesa que llegó a Puerto Rico como institutriz, y de un español descendiente de una familia acaudalada pero finalmente convertido en proletario, Luisa Capetillo recibió en su hogar una educación más liberal de lo que podía esperar una mujer de su época. No solamente aprendió pronto a leer y escribir sino que bebió en la cultura de sus padres, formada en el romanticismo decimonónico francés y el socialismo libertario que dio vida a los inicios del feminismo, fuertemente influida por las ideas democráticas y los ideales anarquistas.
En esta época tiene lugar en toda América Latina una explosión de protagonismo de las mujeres anarquistas, bajo la consigna: “Ni Dios, ni patrón, ni marido”. En Buenos Aires, Argentina, durante el año 1895 circula entre las mujeres el folleto Propaganda anarquista, bajo la firma de la librepensadora italiana Ana María Monzón, que abordó temas como el amor libre, la familia, las distintas formas de violencia conyugal y la explotación femenina en el trabajo fabril. En 1901 aparece en Guanajuato, México, el primer número del periódico Vesper, editado por la periodista revolucionaria y anarquista mexicana Juana Belén Gutiérrez de Mendoza, con el objetivo de combatir al gobierno de Porfirio Díaz, y que establece vínculos posteriormente con los hermanos Ricardo y Jesús Flores Magón, figuras centrales del anarquismo en ese país y fundadores del Partido Liberal Mexicano. Así vemos cómo se desarrolla la lucha femenina en busca de una alternativa de resistencia para las mujeres trabajadoras, denunciando primeramente las pésimas condiciones laborales, las jornadas excesivas y los miserables y desiguales salarios que reciben. Así intentan estas “libertarias” encontrar su lugar en una sociedad históricamente patriarcal, a la vez que desde su universo persiguen la justicia social.
En 1894 existen en varias ciudades de Puerto Rico numerosas uniones femeninas en las que se incrementan los temas de las demandas: la asunción de la igualdad en un sentido amplio y el enfrentamiento a la explotación capitalista y a las desigualdades entre los sexos, desde el feminismo, asumido como condición de ideología.
Es precisamente este el contexto en que se forma la personalidad de Luisa, marcada además por su condición de “querida” del Marqués de Arecibo, con dos hijos reconocidos legalmente pero fuera del matrimonio, por lo que sufre en carne propia los prejuicios de la época.
Ya para 1904 Luisa inicia su labor con varios periódicos de su pueblo natal. Luego comienza a hacer trabajos para la industria de la aguja desde su domicilio, para así poder ganarse la vida por su propia cuenta y no tener que depender del padre de sus hijos. En 1906 empieza a trabajar como lectora en las fábricas del tabaco, profundizando su educación con la lectura de las novelas de Zola, Tolstoi, Hugo, Balzac, Dumas y otros; obras de contenido social y político de Marx, Engels, Bakunin, y otros escritores de ideales avanzados; y de los periódicos y revistas de índole socialista, anarquista, y sindicalistas.
Como explica en sus diarios, Luisa Capetillo hizo su "debut sindical" en 1907, cuando participó en una importante huelga agrícola de Arecibo, en ebullición con las ideas del obrerismo y del anarquismo, por el temprano contacto de sus trabajadores con la literatura revolucionaria que llegaba a la ciudad puerto. En 1908, asume la defensa de los derechos de la mujer, solicitando que la Federación Libre del
Trabajo apoye el derecho al voto para todas las mujeres, no solo las educadas, convirtiéndose en la primera sufragista puertorriqueña.
Desde sus claves ideológicas y sin unirse a ninguna de las organizaciones feministas de su época, Luisa fue la primera mujer puertorriqueña en escribir acerca de las ideas feministas y las teorías de los derechos de la mujer, uniéndolo a sus esfuerzos de lograr la unión y organización del movimiento laboral, como único vehículo de las mujeres pobres para garantizar su instrucción, cohesión y unidad, y así obtener justicia e igualdad.
A partir de 1911 y durante los próximos 5 años, Luisa extiende su radio de acción a otras regiones, vinculada a la Federación de Torcedores de Tabaco, con filiales en varios países de la Cuenca del Caribe, incluyendo la costa sureste de los Estados Unidos. Como internacionalista obrera residió en Tampa, Florida, y Nueva York, donde colaboró con el periódico Cultura Obrera. De allí pasa a Cuba, donde fue considerada una "anarquista peligrosa" al pasearse por las calles de La Habana usando ropa de hombre. Además visitó México y la República Dominicana, donde se le impidió hablar en un teatro porque se había solidarizado con un grupo obrero.
Luisa Capetillo ejerció su militancia sindicalista al tiempo que se formaba como feminista, y fundió ambos conceptos en uno, y no sólo predicó el obrerismo y el feminismo sino que vivió de acuerdo con sus principios, expuestos firmemente en sus cuatro libros publicados: Ensayos Libertarios; Mi Opinión sobre los Derechos, Responsabilidades y Deberes de la Mujer; La Humanidad en el Futuro e Influencias de las Ideas Modernas.
En su primer libro Ensayos libertarios publicado en 1907, y dedicado a los trabajadores de ambos sexos, Luisa profesa su culto a la justicia, la paz y la fraternidad universales. Además, postula la necesidad de una nueva educación exenta de ritos y dogmas, sentando las bases de la equidad en la felicidad y la autosuficiencia. Concede en este libro importancia vital a la instrucción para el logro de la libertad y la igualdad:
“La instrucción es la base de la felicidad de los pueblos. Instruid bajo el dosel de la verdad: rasgad el velo de la ignorancia, mostrando la verdadera luz del progreso, exenta de ritos y dogmas. Practicad la fraternidad, para estrechar los lazos que deben unir la humanidad de un confín a otro sin distinción de razas ni creencias. La ignorancia es la causa de los mayores crímenes e injusticias”. (VALLE, 2010)
En su próximo libro La Humanidad en el Futuro, elabora su ideal de sociedad futura, de la “nueva escuela”, de la que saldrían “hombres y mujeres incapaces de vivir a costa de la explotación, del fraude y la ignorancia”. (VALLE, 2010)
Posteriormente en 1911, elabora más en detalle su visión de la relación hombre-mujer. En Mi Opinión sobre las libertades, derechos y deberes de la mujer insiste en el gran potencial que tiene la mujer como agente de cambio social porque “el actual sistema, con todos sus errores, se sostenía por la ignorancia y la esclavitud de la mujer” (VALLE, 2010), y esto solo puede ser transformado a partir de su educación.
En el primer capítulo de la obra discute la condición de la mujer en el hogar, la familia y el gobierno. Opina que la mujer debe ser instruida, pero no solamente en los quehaceres domésticos y el arte de saber confeccionar con perfección una prenda de vestir, sino también debe instruirse en las ciencias, la aritmética, la geografía y la literatura universal. Se pregunta cómo es posible que, de un lado, se le entregue a la mujer la responsabilidad de la crianza de los hijos y, de otro, se le niegue acceso a la educación liberalizante. Cree Capetillo que la mujer debe instruirse para que eduque a sus hijos con corrección; para que obtenga el respeto de su marido y compañero; y para que, en caso de que sobrevenga la separación de los cónyuges, la mujer esté preparada para sobrellevar la responsabilidad económica e intelectual del hogar: “La mujer tiene derecho a separarse del marido infiel y para esto debe saber trabajar, si es que desea conservar su libertad”. (VALLE, 2010)
Respecto a su posición en cuanto a los derechos de hombres y mujeres, Luisa define así:
“Para ser equitativa la ley humana, debe consagrar la igualdad de derechos entre la mujer y el hombre, y todo privilegio concedido al uno o a la otra es contrario a la justicia. La emancipación de la mujer sigue al progreso de la civilización: su esclavitud camina con la barbarie. Por otra parte, los sexos no se deben más que a la organización física, y puesto que los espíritus pueden adoptar uno u otro, no existe diferencia entre ellos sobre este particular, y por lo tanto deben gozar de los mismos derechos.” (VALLE, 2010)
De aquí se traslada a uno de los principios más controvertidos de su ideario, el del llamado “amor libre”, aun cuando para ella pareció siempre significar una relación carente de ataduras legales, pero no “libertinaje promiscuo”. La pensadora feminista hace claro en repetidas ocasiones que el hombre y la mujer deberán unirse sin contrato alguno, siempre por amor y no por conveniencia de las familias. Luego, debe aspirar, en la unión entre el hombre y la mujer, a que exista el respeto y el apoyo mutuos. Para ella no debe existir la doble moralidad, mediante la cual el hombre puede serle infiel a la mujer mientras ella se ve obligada a quedarse en el hogar soportando una situación de inferioridad. Para Luisa Capetillo, como el matrimonio debe ser por amor, así debe permanecer, y en caso de romperse la unión, la mujer no debe quedar abandonada, sino ubicada en un nuevo rol, educada para trabajar en un oficio satisfactorio y apta para unirse a otro ser humano.
"Yo digo que el amor debe ser absolutamente libre, tanto para la mujer como para el hombre; y todavía añado: el amor no puede verdaderamente existir más que con la condición de ser libre. Sin la libertad absoluta, el amor es prostituido (…) La inmoralidad es la prostitución legal o no; es el celibato forzado de la mujer; es la venta del cuerpo femenino; es la sumisión de la esposa; es la mentira del marido hacia la que ha cesado de amar. Pero el amor libre no puede ser fuente de inmoralidad puesto que es una ley natural; el deseo sexual tampoco puede ser inmoral toda vez que es un deseo natural de nuestra vida física. Si la necesidad sexual fuera inmoral, en éste caso no hay más que anatemizar de inmoral el hambre, el sueño y todos los fenómenos fisiológicos que rigen el cuerpo humano". (VALLE, 2010)
Otro de los planteamientos feministas de Luisa Capetillo es el hecho de que no se debe estereotipar la educación de la niña, de la mujer. Cree que no se deben enseñar unos elementos a las niñas y otros a los varones, sino que estos deben formarse en una educación libre, en todas las materias, incluyendo las ciencias, las artes, la educación física, la gimnasia y la calistenia.
Igualmente defendió el lugar de la mujer en la sociedad del futuro, como parte integrante de esta y protagonista también de sus principales transformaciones: “Hoy no es aceptable eso del silencio y el retiro, en la mujer, pues hoy la mujer en Europa aspira a compartir los puestos públicos y a gobernar, administrar pueblos, sin perder su personalidad femenina, ni sus deberes de madre y esposa”. (VALLE, 2010)
Con la publicación de su libro Mi Opinión, Luisa Capetillo se convierte en la primera puertorriqueña que organiza sus ideas feministas y las publica como una tesis teórica.
Para 1916 está de vuelta en Puerto Rico, y publica su último libro conocido Influencia de las Ideas Modernas en el que desarrolla sus ideas sobre la moral y el amor. La obra está integrada por una diversidad de escritos en los que hay representaciones dramáticas, notas de diario y reflexiones fisiológicas. A lo largo de todo el libro queda evidenciada su sólida y extensa cultura general sobre la mujer en la historia. Respalda sus planteamientos en defensa del progreso femenino citando las vidas y obras de mujeres como Madame Curie, Juana de Arco, Concepción Arenal, Agustina de Aragón, etc. Además puntualizó las habilidades humanas y profesionales que potencialmente se encuentran en la mujer, preguntándose:
“¿Por qué calificar de prostitutas y viciosas a mujeres que están a más alto nivel moral que los hombres?
Veo reinas, emperatrices, mujeres inteligentes que piden reivindicación. Se ha exagerado de un modo abusivo su conducta y procedimiento. Una mujer libre, como Ana Bolena, ¿por qué acusarla de prostituta?, y a otras que no escribo sus nombres porque aún existen familiares.
Los historiadores no han tenido otro motivo para exagerar la conducta de las mujeres de otras épocas que la preponderancia de los hombres y el ser ellos los legisladores, historiadores y cultivadores de todas las artes, ciencias, literatura (…) Acostumbran entre ellos algunos "bombos" exagerados para ensalzar y elevar reputaciones, y con indiferencia para las mujeres cultas, libres e ilustradas, creyendo que éstas eran inferiores y no estaban capacitadas para realizar cualquier trabajo intelectual de diferente índole o procedimientos.
No acepto como viciosa ni perversa a mujer alguna conceptuada así por cualquier historiador que equivocadamente haya creído que la mujer no tiene derecho a usar de su completa libertad sin ser conceptuada viciosa, liviana, etc., en tanto el hombre ha podido hacer y realizar e inventar los más absurdos y ridículos caprichos sin que pudiese ser mal calificado, despreciado, impedido de concurrir a todas partes sin temor de no ser atendido, respetado y solicitado. La ley del embudo, a la cual nosotras pondremos término para tranquilidad de los justos y para rendir culto a la verdad y a la justicia que merece nuestro sexo.” (VALLE, 2010)
Con una pluma considerada feroz por muchos contemporáneos, Luisa demuestra la falta de fundamento de las actitudes superiores de los hombres perpetuadas por la tradición y la costumbre.
“¿La mujer debe ser mujer? ¡La mujer es para el hogar, no debe ser macho!, ¡a zurcir medias y calzones!, ¡a dormitar al amor de la lumbre tejiendo calceta! ¡Quién la manda a dar opiniones, ni a meterse en política, ni a pretender que la elijan diputada! ¡Eso no se puede soportar! ¿No le hemos permitido ya que ingrese en las cátedras para doctora en leyes o medicinas? Pues no se conforma, ya quiere ser juez, alcalde, jefe de policía, legisladora. Para eso la hemos dejado estudiar, para que quiera echarnos a un lado, pretendiendo acaparar nuestros puestos y querer superarnos. No sé cómo estas mujeres se olvidan de su debilidad y de su indiscreción, no se les puede confiar nada, ni enseñar algo, pues seguida quieren sustituirnos. ¿Pero cómo la mujer va a imitar al hombre? Si no puede, si es inferior, ¡hasta la naturaleza la condena a estar recluida durante el parto y la lactancia! Así se expresa la mayor parte de los hombres y ese es el concepto que le merece la mujer, olvidándose de su mujer, su madre y sus hijas. Pero no hay temor que la sangre llegue a los ríos ni a que las discusiones turben la placidez del hogar, pues la mujer no deja de serlo porque haga política ni exponga su opinión, así sea legisladora o detective. La mujer siempre será mujer, siempre que sea buena madre o mala, tenga esposo o amante. Es mujer, y no es ser mujer solamente estando empolvada y llena de cintas y encajes. Como no deja de ser un hombre el que perteneciendo a ese sexo aprenda a cocinar, a zurcir, a barrer y a coser. ¡Cuántos hombres lo hacen...! La mujer no pretende ser superior al hombre; al menos esa no es la intensión ni el fin de sus aspiraciones. Ella superará al hombre por su conducta y el cumplimiento de su deber”. (VALLE, 2010)
CONCLUSIONES
De esta manera se expresó claramente, sin miedos ni vergüenzas el pensamiento de vanguardia de esta mujer; que se atrevió a usar pantalones en público retando las costumbres y convencionalismos sociales, llamando la atención de manera audaz y original sobre sus ideales, convencida del derecho de toda mujer a comportarse, hablar y vestirse de acuerdo a sus principios.
Hoy en día cuando la cuestión de la mujer se encuentra en el centro de los proyectos reformistas o revolucionarios, el valor de estos propósitos depende en buena medida del papel que por su condición se le otorgue a la mujer dentro de sus planes y programas. Por tanto, los derechos de la mujer no son ya únicamente una cuestión de leyes o códigos, sino que constituyen el testimonio vivo de la evolución de estas sociedades, y del incuestionable y cada vez más protagónico lugar que alcanzan las mujeres en ellas. Así, los derechos de la mujer constituyen rasgo definitorio y decisivo del carácter de los proyectos sociales posibles, imaginables, utópicos…
Dentro de su visión anarquista Luisa Capetillo fue una transgresora en el sentido más diverso, impregnando su lucha por la reivindicación de la mujer en la sociedad con los principios de justicia social, trascendiendo las fronteras de la cuestión de género.
Luisa Capetillo vivió lo que predicó, lo que escribió para la posteridad. Ejerció la libertad en el amor y en la amistad, en el trabajo y en la escritura. Fue vegetariana y vistió pantalones. Una vida dedicada a la defensa de los derechos de la mujer, cuya herencia vivimos todas hoy.
Al informar su muerte, el periódico Unión Obrera del 15 de abril de 1922 leía: “Su entierro fue pobre, como son regularmente para los apóstoles líderes de las causas grandes de la humanidad.” (FMC, No. 74)
BIBLIOGRAFÍA:
AZIZE V., Yamila. La mujer en Puerto Rico, ensayos de investigación. San Juan: Ediciones Huracán, 1987
BENSADEN, Ney. Los derechos de la mujer: desde los orígenes hasta nuestros días. México: Colección Popular, 1980
GUERRA, Lucía. La mujer fragmentada: historias de un signo. Colombia: Edición Casa de las Américas, 1994
RICARDO, Yolanda. La resistencia en las Antillas tiene rostro de mujer. República Dominicana: Academia de Ciencias, 2004
VALLE F., Norma. Mi patria es la libertad. Disponible en: www.kaosenlared.net. Acceso en: 18 nov. 2010
VARGAS, Virginia. El movimiento feminista latinoamericano: entre la esperanza y el desencanto. S/L: S/E, 1990
FONDOS:
Centro de Capacitación de la FMC. Fondo Luisa Capetillo, Expediente No. 74
Estudiante de 4to.
Año de Lic. en Historia,
Universidad de La Habana.
“Doña Luisa Capetillo
Con razón o sin razón
Ha armado tremendo lío
Con su falda pantalón”
(FMC, No. 74)
Con esta copla popular fue conocida en su época Luisa Capetillo, al convertirse en la primera mujer puertorriqueña en vestir pantalones de hombre en público; pero indudablemente más que esto fue, como la llama Don Martín Beltrán, panadero, organizador obrero y compañero de trabajo de Capetillo: “una mujer de otro mundo, que vino a abrir nuevos senderos” (FMC, No. 74). Es ella clara expresión de la cultura de la resistencia y de las formas de lucha que ha revestido el combate por la emancipación de la mujer y por el cambio social.
Por esto escribo, con el objetivo de ofrecer en unas pocas páginas de historia de vida un fragmento de la impresionante vida y la acción transformativa de esta mujer, prácticamente sumida en la anonimia; demostrando la inmensa contribución femenina a las principales transformaciones en la historia de las sociedades humanas, fundamentalmente en los proyectos nacionales y de construcción social en sus países.
Nacida en Arecibo en octubre de 1879, hija de una francesa que llegó a Puerto Rico como institutriz, y de un español descendiente de una familia acaudalada pero finalmente convertido en proletario, Luisa Capetillo recibió en su hogar una educación más liberal de lo que podía esperar una mujer de su época. No solamente aprendió pronto a leer y escribir sino que bebió en la cultura de sus padres, formada en el romanticismo decimonónico francés y el socialismo libertario que dio vida a los inicios del feminismo, fuertemente influida por las ideas democráticas y los ideales anarquistas.
En esta época tiene lugar en toda América Latina una explosión de protagonismo de las mujeres anarquistas, bajo la consigna: “Ni Dios, ni patrón, ni marido”. En Buenos Aires, Argentina, durante el año 1895 circula entre las mujeres el folleto Propaganda anarquista, bajo la firma de la librepensadora italiana Ana María Monzón, que abordó temas como el amor libre, la familia, las distintas formas de violencia conyugal y la explotación femenina en el trabajo fabril. En 1901 aparece en Guanajuato, México, el primer número del periódico Vesper, editado por la periodista revolucionaria y anarquista mexicana Juana Belén Gutiérrez de Mendoza, con el objetivo de combatir al gobierno de Porfirio Díaz, y que establece vínculos posteriormente con los hermanos Ricardo y Jesús Flores Magón, figuras centrales del anarquismo en ese país y fundadores del Partido Liberal Mexicano. Así vemos cómo se desarrolla la lucha femenina en busca de una alternativa de resistencia para las mujeres trabajadoras, denunciando primeramente las pésimas condiciones laborales, las jornadas excesivas y los miserables y desiguales salarios que reciben. Así intentan estas “libertarias” encontrar su lugar en una sociedad históricamente patriarcal, a la vez que desde su universo persiguen la justicia social.
En 1894 existen en varias ciudades de Puerto Rico numerosas uniones femeninas en las que se incrementan los temas de las demandas: la asunción de la igualdad en un sentido amplio y el enfrentamiento a la explotación capitalista y a las desigualdades entre los sexos, desde el feminismo, asumido como condición de ideología.
Es precisamente este el contexto en que se forma la personalidad de Luisa, marcada además por su condición de “querida” del Marqués de Arecibo, con dos hijos reconocidos legalmente pero fuera del matrimonio, por lo que sufre en carne propia los prejuicios de la época.
Ya para 1904 Luisa inicia su labor con varios periódicos de su pueblo natal. Luego comienza a hacer trabajos para la industria de la aguja desde su domicilio, para así poder ganarse la vida por su propia cuenta y no tener que depender del padre de sus hijos. En 1906 empieza a trabajar como lectora en las fábricas del tabaco, profundizando su educación con la lectura de las novelas de Zola, Tolstoi, Hugo, Balzac, Dumas y otros; obras de contenido social y político de Marx, Engels, Bakunin, y otros escritores de ideales avanzados; y de los periódicos y revistas de índole socialista, anarquista, y sindicalistas.
Como explica en sus diarios, Luisa Capetillo hizo su "debut sindical" en 1907, cuando participó en una importante huelga agrícola de Arecibo, en ebullición con las ideas del obrerismo y del anarquismo, por el temprano contacto de sus trabajadores con la literatura revolucionaria que llegaba a la ciudad puerto. En 1908, asume la defensa de los derechos de la mujer, solicitando que la Federación Libre del
Trabajo apoye el derecho al voto para todas las mujeres, no solo las educadas, convirtiéndose en la primera sufragista puertorriqueña.
Desde sus claves ideológicas y sin unirse a ninguna de las organizaciones feministas de su época, Luisa fue la primera mujer puertorriqueña en escribir acerca de las ideas feministas y las teorías de los derechos de la mujer, uniéndolo a sus esfuerzos de lograr la unión y organización del movimiento laboral, como único vehículo de las mujeres pobres para garantizar su instrucción, cohesión y unidad, y así obtener justicia e igualdad.
A partir de 1911 y durante los próximos 5 años, Luisa extiende su radio de acción a otras regiones, vinculada a la Federación de Torcedores de Tabaco, con filiales en varios países de la Cuenca del Caribe, incluyendo la costa sureste de los Estados Unidos. Como internacionalista obrera residió en Tampa, Florida, y Nueva York, donde colaboró con el periódico Cultura Obrera. De allí pasa a Cuba, donde fue considerada una "anarquista peligrosa" al pasearse por las calles de La Habana usando ropa de hombre. Además visitó México y la República Dominicana, donde se le impidió hablar en un teatro porque se había solidarizado con un grupo obrero.
Luisa Capetillo ejerció su militancia sindicalista al tiempo que se formaba como feminista, y fundió ambos conceptos en uno, y no sólo predicó el obrerismo y el feminismo sino que vivió de acuerdo con sus principios, expuestos firmemente en sus cuatro libros publicados: Ensayos Libertarios; Mi Opinión sobre los Derechos, Responsabilidades y Deberes de la Mujer; La Humanidad en el Futuro e Influencias de las Ideas Modernas.
En su primer libro Ensayos libertarios publicado en 1907, y dedicado a los trabajadores de ambos sexos, Luisa profesa su culto a la justicia, la paz y la fraternidad universales. Además, postula la necesidad de una nueva educación exenta de ritos y dogmas, sentando las bases de la equidad en la felicidad y la autosuficiencia. Concede en este libro importancia vital a la instrucción para el logro de la libertad y la igualdad:
“La instrucción es la base de la felicidad de los pueblos. Instruid bajo el dosel de la verdad: rasgad el velo de la ignorancia, mostrando la verdadera luz del progreso, exenta de ritos y dogmas. Practicad la fraternidad, para estrechar los lazos que deben unir la humanidad de un confín a otro sin distinción de razas ni creencias. La ignorancia es la causa de los mayores crímenes e injusticias”. (VALLE, 2010)
En su próximo libro La Humanidad en el Futuro, elabora su ideal de sociedad futura, de la “nueva escuela”, de la que saldrían “hombres y mujeres incapaces de vivir a costa de la explotación, del fraude y la ignorancia”. (VALLE, 2010)
Posteriormente en 1911, elabora más en detalle su visión de la relación hombre-mujer. En Mi Opinión sobre las libertades, derechos y deberes de la mujer insiste en el gran potencial que tiene la mujer como agente de cambio social porque “el actual sistema, con todos sus errores, se sostenía por la ignorancia y la esclavitud de la mujer” (VALLE, 2010), y esto solo puede ser transformado a partir de su educación.
En el primer capítulo de la obra discute la condición de la mujer en el hogar, la familia y el gobierno. Opina que la mujer debe ser instruida, pero no solamente en los quehaceres domésticos y el arte de saber confeccionar con perfección una prenda de vestir, sino también debe instruirse en las ciencias, la aritmética, la geografía y la literatura universal. Se pregunta cómo es posible que, de un lado, se le entregue a la mujer la responsabilidad de la crianza de los hijos y, de otro, se le niegue acceso a la educación liberalizante. Cree Capetillo que la mujer debe instruirse para que eduque a sus hijos con corrección; para que obtenga el respeto de su marido y compañero; y para que, en caso de que sobrevenga la separación de los cónyuges, la mujer esté preparada para sobrellevar la responsabilidad económica e intelectual del hogar: “La mujer tiene derecho a separarse del marido infiel y para esto debe saber trabajar, si es que desea conservar su libertad”. (VALLE, 2010)
Respecto a su posición en cuanto a los derechos de hombres y mujeres, Luisa define así:
“Para ser equitativa la ley humana, debe consagrar la igualdad de derechos entre la mujer y el hombre, y todo privilegio concedido al uno o a la otra es contrario a la justicia. La emancipación de la mujer sigue al progreso de la civilización: su esclavitud camina con la barbarie. Por otra parte, los sexos no se deben más que a la organización física, y puesto que los espíritus pueden adoptar uno u otro, no existe diferencia entre ellos sobre este particular, y por lo tanto deben gozar de los mismos derechos.” (VALLE, 2010)
De aquí se traslada a uno de los principios más controvertidos de su ideario, el del llamado “amor libre”, aun cuando para ella pareció siempre significar una relación carente de ataduras legales, pero no “libertinaje promiscuo”. La pensadora feminista hace claro en repetidas ocasiones que el hombre y la mujer deberán unirse sin contrato alguno, siempre por amor y no por conveniencia de las familias. Luego, debe aspirar, en la unión entre el hombre y la mujer, a que exista el respeto y el apoyo mutuos. Para ella no debe existir la doble moralidad, mediante la cual el hombre puede serle infiel a la mujer mientras ella se ve obligada a quedarse en el hogar soportando una situación de inferioridad. Para Luisa Capetillo, como el matrimonio debe ser por amor, así debe permanecer, y en caso de romperse la unión, la mujer no debe quedar abandonada, sino ubicada en un nuevo rol, educada para trabajar en un oficio satisfactorio y apta para unirse a otro ser humano.
"Yo digo que el amor debe ser absolutamente libre, tanto para la mujer como para el hombre; y todavía añado: el amor no puede verdaderamente existir más que con la condición de ser libre. Sin la libertad absoluta, el amor es prostituido (…) La inmoralidad es la prostitución legal o no; es el celibato forzado de la mujer; es la venta del cuerpo femenino; es la sumisión de la esposa; es la mentira del marido hacia la que ha cesado de amar. Pero el amor libre no puede ser fuente de inmoralidad puesto que es una ley natural; el deseo sexual tampoco puede ser inmoral toda vez que es un deseo natural de nuestra vida física. Si la necesidad sexual fuera inmoral, en éste caso no hay más que anatemizar de inmoral el hambre, el sueño y todos los fenómenos fisiológicos que rigen el cuerpo humano". (VALLE, 2010)
Otro de los planteamientos feministas de Luisa Capetillo es el hecho de que no se debe estereotipar la educación de la niña, de la mujer. Cree que no se deben enseñar unos elementos a las niñas y otros a los varones, sino que estos deben formarse en una educación libre, en todas las materias, incluyendo las ciencias, las artes, la educación física, la gimnasia y la calistenia.
Igualmente defendió el lugar de la mujer en la sociedad del futuro, como parte integrante de esta y protagonista también de sus principales transformaciones: “Hoy no es aceptable eso del silencio y el retiro, en la mujer, pues hoy la mujer en Europa aspira a compartir los puestos públicos y a gobernar, administrar pueblos, sin perder su personalidad femenina, ni sus deberes de madre y esposa”. (VALLE, 2010)
Con la publicación de su libro Mi Opinión, Luisa Capetillo se convierte en la primera puertorriqueña que organiza sus ideas feministas y las publica como una tesis teórica.
Para 1916 está de vuelta en Puerto Rico, y publica su último libro conocido Influencia de las Ideas Modernas en el que desarrolla sus ideas sobre la moral y el amor. La obra está integrada por una diversidad de escritos en los que hay representaciones dramáticas, notas de diario y reflexiones fisiológicas. A lo largo de todo el libro queda evidenciada su sólida y extensa cultura general sobre la mujer en la historia. Respalda sus planteamientos en defensa del progreso femenino citando las vidas y obras de mujeres como Madame Curie, Juana de Arco, Concepción Arenal, Agustina de Aragón, etc. Además puntualizó las habilidades humanas y profesionales que potencialmente se encuentran en la mujer, preguntándose:
“¿Por qué calificar de prostitutas y viciosas a mujeres que están a más alto nivel moral que los hombres?
Veo reinas, emperatrices, mujeres inteligentes que piden reivindicación. Se ha exagerado de un modo abusivo su conducta y procedimiento. Una mujer libre, como Ana Bolena, ¿por qué acusarla de prostituta?, y a otras que no escribo sus nombres porque aún existen familiares.
Los historiadores no han tenido otro motivo para exagerar la conducta de las mujeres de otras épocas que la preponderancia de los hombres y el ser ellos los legisladores, historiadores y cultivadores de todas las artes, ciencias, literatura (…) Acostumbran entre ellos algunos "bombos" exagerados para ensalzar y elevar reputaciones, y con indiferencia para las mujeres cultas, libres e ilustradas, creyendo que éstas eran inferiores y no estaban capacitadas para realizar cualquier trabajo intelectual de diferente índole o procedimientos.
No acepto como viciosa ni perversa a mujer alguna conceptuada así por cualquier historiador que equivocadamente haya creído que la mujer no tiene derecho a usar de su completa libertad sin ser conceptuada viciosa, liviana, etc., en tanto el hombre ha podido hacer y realizar e inventar los más absurdos y ridículos caprichos sin que pudiese ser mal calificado, despreciado, impedido de concurrir a todas partes sin temor de no ser atendido, respetado y solicitado. La ley del embudo, a la cual nosotras pondremos término para tranquilidad de los justos y para rendir culto a la verdad y a la justicia que merece nuestro sexo.” (VALLE, 2010)
Con una pluma considerada feroz por muchos contemporáneos, Luisa demuestra la falta de fundamento de las actitudes superiores de los hombres perpetuadas por la tradición y la costumbre.
“¿La mujer debe ser mujer? ¡La mujer es para el hogar, no debe ser macho!, ¡a zurcir medias y calzones!, ¡a dormitar al amor de la lumbre tejiendo calceta! ¡Quién la manda a dar opiniones, ni a meterse en política, ni a pretender que la elijan diputada! ¡Eso no se puede soportar! ¿No le hemos permitido ya que ingrese en las cátedras para doctora en leyes o medicinas? Pues no se conforma, ya quiere ser juez, alcalde, jefe de policía, legisladora. Para eso la hemos dejado estudiar, para que quiera echarnos a un lado, pretendiendo acaparar nuestros puestos y querer superarnos. No sé cómo estas mujeres se olvidan de su debilidad y de su indiscreción, no se les puede confiar nada, ni enseñar algo, pues seguida quieren sustituirnos. ¿Pero cómo la mujer va a imitar al hombre? Si no puede, si es inferior, ¡hasta la naturaleza la condena a estar recluida durante el parto y la lactancia! Así se expresa la mayor parte de los hombres y ese es el concepto que le merece la mujer, olvidándose de su mujer, su madre y sus hijas. Pero no hay temor que la sangre llegue a los ríos ni a que las discusiones turben la placidez del hogar, pues la mujer no deja de serlo porque haga política ni exponga su opinión, así sea legisladora o detective. La mujer siempre será mujer, siempre que sea buena madre o mala, tenga esposo o amante. Es mujer, y no es ser mujer solamente estando empolvada y llena de cintas y encajes. Como no deja de ser un hombre el que perteneciendo a ese sexo aprenda a cocinar, a zurcir, a barrer y a coser. ¡Cuántos hombres lo hacen...! La mujer no pretende ser superior al hombre; al menos esa no es la intensión ni el fin de sus aspiraciones. Ella superará al hombre por su conducta y el cumplimiento de su deber”. (VALLE, 2010)
CONCLUSIONES
De esta manera se expresó claramente, sin miedos ni vergüenzas el pensamiento de vanguardia de esta mujer; que se atrevió a usar pantalones en público retando las costumbres y convencionalismos sociales, llamando la atención de manera audaz y original sobre sus ideales, convencida del derecho de toda mujer a comportarse, hablar y vestirse de acuerdo a sus principios.
Hoy en día cuando la cuestión de la mujer se encuentra en el centro de los proyectos reformistas o revolucionarios, el valor de estos propósitos depende en buena medida del papel que por su condición se le otorgue a la mujer dentro de sus planes y programas. Por tanto, los derechos de la mujer no son ya únicamente una cuestión de leyes o códigos, sino que constituyen el testimonio vivo de la evolución de estas sociedades, y del incuestionable y cada vez más protagónico lugar que alcanzan las mujeres en ellas. Así, los derechos de la mujer constituyen rasgo definitorio y decisivo del carácter de los proyectos sociales posibles, imaginables, utópicos…
Dentro de su visión anarquista Luisa Capetillo fue una transgresora en el sentido más diverso, impregnando su lucha por la reivindicación de la mujer en la sociedad con los principios de justicia social, trascendiendo las fronteras de la cuestión de género.
Luisa Capetillo vivió lo que predicó, lo que escribió para la posteridad. Ejerció la libertad en el amor y en la amistad, en el trabajo y en la escritura. Fue vegetariana y vistió pantalones. Una vida dedicada a la defensa de los derechos de la mujer, cuya herencia vivimos todas hoy.
Al informar su muerte, el periódico Unión Obrera del 15 de abril de 1922 leía: “Su entierro fue pobre, como son regularmente para los apóstoles líderes de las causas grandes de la humanidad.” (FMC, No. 74)
BIBLIOGRAFÍA:
AZIZE V., Yamila. La mujer en Puerto Rico, ensayos de investigación. San Juan: Ediciones Huracán, 1987
BENSADEN, Ney. Los derechos de la mujer: desde los orígenes hasta nuestros días. México: Colección Popular, 1980
GUERRA, Lucía. La mujer fragmentada: historias de un signo. Colombia: Edición Casa de las Américas, 1994
RICARDO, Yolanda. La resistencia en las Antillas tiene rostro de mujer. República Dominicana: Academia de Ciencias, 2004
VALLE F., Norma. Mi patria es la libertad. Disponible en: www.kaosenlared.net. Acceso en: 18 nov. 2010
VARGAS, Virginia. El movimiento feminista latinoamericano: entre la esperanza y el desencanto. S/L: S/E, 1990
FONDOS:
Centro de Capacitación de la FMC. Fondo Luisa Capetillo, Expediente No. 74
Mariblanca Sabas Alomá: feminismo e identidad
Por Yerandi Capote Oliva.
Estudiante de 4to. Año
de Lic. en Historia, Universidad de La Habana
Introducción
El siguiente trabajo aborda el contexto de las luchas feministas cubanas en los primeros años del siglo XX, a través de Mariblanca Sabas Alomá. De ahí que se trate a Mariblanca desde sus campañas llevadas a cabo en defensa del feminismo cubano durante los años veinte en la revista Carteles, sin pasar por alto su discurso lesbofóbico dirigido contra los males sociales, que según ella padecía la sociedad cubana: el pepillismo y el garzonismo.
Ficha biográfica
Pero, ¿quién fue Mariblanca Sabas Alomá? Periodista, poeta, política, nacida en Santiago de Cuba, el 10 de febrero de 1901, en una familia que había participado en la lucha por la independencia nacional.
Comenzó su labor periodística en el año 1918, en su ciudad natal, al enviar trabajos para El Cubano Libre y el Diario de Cuba. Después de morir sus padres, se trasladó a La Habana, donde concluyó la enseñanza secundaria. Colaboró en la organización del Primer Congreso Nacional de Mujeres, celebrado en la capital (1923), e intervino en sus sesiones.
Su escritura se caracterizó por un estilo directo, certero y ameno, aderezado con tonos poéticos tanto en su producción periodística como en la literaria. Desde muy joven puso su pluma al servicio de las luchas por la reivindicación de los derechos de la mujer; sobre todo por el derecho al sufragio.
Su nombre estuvo entre los primeros en publicar reflexiones feministas en la prensa cubana. Alomá fue muy popular entre los años 20 y 40 del siglo XX. Integró el Club Femenino de Cuba, una de las organizaciones más prestigiosas de su clase. Sus libros y artículos alcanzaron gran éxito en ese periodo, sobre todo entre las mujeres sustentadoras de posiciones de vanguardia. Llegó a ser conocida como “la campeona del feminismo”. Descolló como polemista y alcanzó celebridad por sus debates. En 1925 fue nuevamente delegada al Congreso Nacional de Mujeres.
Fue una precursora del feminismo moderno, en especial por su libro Feminismo, publicado en 1930, en el cual sostenía la tesis de que el principal enemigo de la mujer era ella misma, puesto que reproducía la dominación masculina y transmitía la exclusión de su sexo de la vida pública. Abogaba por gestar la emancipación femenina desde las escuelas, los institutos y los centros de trabajo.
En 1938 fundó en su hogar, situado en la calle habanera de Neptuno, la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UEAC), antecedente de la actual Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). A partir de 1948, Mariblanca Sabas fue ministra —sin cartera— en el gabinete de Carlos Prío Socarrás. Por vez primera en la historia nacional, una mujer ostentó una responsabilidad tan alta, que ocupó hasta el golpe de estado, el 10 de marzo de 1952.
Sabas Alomá y las luchas feministas
El movimiento femenino en Cuba revistió grandísima importancia, y lo que es más, podía considerarse a las cubanas como precursoras en la lucha y las actividades feministas entre las mujeres de nuestra América. Durante la primera mitad del siglo XX, inician las mujeres cubanas un gran movimiento, El Club Femenino de Cuba, que las llevó a asociarse, para diversos fines, bajo distintos lemas y tomar parte de forma colectiva como nunca antes se había hecho.
Su presidenta Pilar Jorge de Tellas abogaba por no pronunciarse al voto femenino y la negación a mezclarse con la política. Estas declaraciones iniciales nunca dejaron de ser señaladas, a manera de crítica aún años después. Ante la evidencia de un posible triunfo, el Club Femenino olvidó sus consideraciones y se declaró partidario del voto femenino que a toda costa le beneficiaria.
En sus inicios, dicho club que luego sería la Alianza Nacional Feminista, defendía sus postulados de la siguiente manera:
“¿Política? No señor
ella nos causa temor
por los frutos que nos da
gusta más al corazón
prodigar la ilustración
Fe, esperanza y caridad.”
(GONZÁLEZ PAGÉS, 2003)
El feminismo en Cuba no estaba ajeno al contexto latinoamericano y Sabas Alomá gendarme de este movimiento en la isla, planteaba que se encontraba fracturado, y lo dividió en tres: un feminismo reaccionario, otro de luchadoras en pequeños grupos, y una gran masa indiferente bailadora de salón. Con toda esta situación el movimiento prosigue y en febrero de 1922, se convocó a la celebración del 1er Congreso Nacional de Mujeres, primero en América Latina. La participación al 1er Congreso fue abierta a todas las organizaciones femeninas del país a partir de bases a cumplir como: no emitir criterios desfavorables entre sufragismo y feminismo, no realizar proselitismo religioso o político, entre otros.
El comité ejecutivo estuvo presidido por Pilar Morlón Menéndez. Se abordaron temas ecológicos, nacionalistas, sociales, políticos y de legislación obrera. El sufragio femenino fue expuesto por Jorge de Tellas, Aída Peláez y la más orgánica de las ponencias presentadas fue la de Hortensia Lamar, afirmando que: “El sufragismo, no era la desviación del feminismo, sino una modalidad que permitiría la igualdad política en la ciudadanía”. (GONZÁLEZ PAGÉS, 2003)
Este punto, el del sufragio, fue un aspecto de unidad en el Congreso. Es por ello, que esta reunión de las mujeres cubanas en sentido general, llamó la atención de la prensa y permitió que un importante grupo de mujeres empezara a realizar un nuevo tipo de periodismo, alejado de los recetarios de cocina y atenciones domésticas, ayudando así a la formación de una esfera pública en la que estas mujeres opinaban y atacaban el estereotipo banal que se les otorgaba social y culturalmente.
Es precisamente en esta época que los trabajos periodísticos de Mariblanca dan un giro, debido en gran medida a su participación en este congreso y su afiliación a ideas de izquierda, ideas que se van a afianzar luego del 2do Congreso Nacional de Mujeres (1925). En su discurso feminista plantea un tema muy recurrente durante estos años, ve en la mujer el principal enemigo de sí misma, y que la lucha feminista luego de dos congresos se encontraba desorientada, carente de ideas, desordenada en su ideología y tambaleante en su organización.
La lucha feminista en Cuba pasó por un desconcertante período sin reformas fundamentales en su programa de acción social. Sus ideas progresistas la conllevan a pensar que la reivindicación femenina, la salvación del movimiento femenino cubano, está en la unión en un solo haz de las voluntades dispersas de las pocas mujeres que en Cuba tienen una visión clara de los problemas femeninos. La juventud que se levantaba estaba pronta a incorporarse al nuevo y gran ejército libertador. Los institutos, las escuelas normales, las fábricas eran los vientres fecundos donde la liberación y dignificación de la mujer se gestaría. Había en ese período de liberar de prejuicios las conciencias, base fundamental de toda lucha feminista que aspirase a perdurar y a triunfar.
Otro lastre de la época era el chisme y la murmuración, situación que se vivía a diario en los salones de la alta sociedad: “La chismografía y la murmuración constituyen, en el solar casi una necesidad. En los salones sociales un peligroso y tentador sport”. Este hábito por llamarlo de alguna manera, caracterizó a las mujeres de la alta sociedad, según Sabas Alomá en una de sus secciones del periódico Carteles. A estas no les preocupaba nada más que el novio, o el presunto amante de la amiga. De ahí que ellas, expresaba Mariblanca, no tocarían con tanta pasión los temas del feminismo, al contrario surgiría un gran dicterio, irónico pues se aferrarían más al divorcio de una pareja de la alta sociedad. (SABAS, 2003)
Mujeres que se ubican dentro de dogmas rígidos que son heredados de generación en generación, y las van enseñando a agradar, “a obedecer al hermano mayor tan pedante y tan irresponsable como ella”, la “chiquilla” se convierte en mujer y no le preocupará nada, no tendría conciencia. De modo que para Sabas, en ningún sector se hacía tan necesaria una activa profilaxis social como en el aristocrático, donde toda vanidad y egoísmo encuentran cómodo asiento. (SABAS, 2003)
En abril de 1928, Sabas Alomá publicó una serie de trabajos en la revista Carteles sobre la homosexualidad femenina o garzonismo como se le llamaba en Cuba en esa época. En dichos artículos hablando en nombre del feminismo cubano más progresista, articuló un discurso lesbofóbico que caracteriza al lesbianismo como una enfermedad social y aboga en contra de los que la asocian con el feminismo. (SABAS, 2003)
Este no era un caso aislado, el ala más progresista del movimiento feminista predicaban actitudes lesbofóbicas desde una posición reaccionariamente defensiva en su afán de distanciarse del estereotipo asociado con la orientación sexual de la mujer feminista.
El discurso "científico" sobre la sexualidad femenina mejor conocido en Cuba en esa época, era el que desarrolló el biólogo español Gregorio Marañón, cuyas teorías circulaban ampliamente en América Latina para la década del veinte. Se popularizó este tipo de discurso “medicalizado” y cientificista sobre la sexualidad femenina en el mismo momento histórico en el que surge el feminismo en Cuba; y el movimiento del llamado "amor libre" había comenzado a impactar a ciertos sectores de la sociedad cubana.
El acceso cada vez mayor a la independencia económica y a la educación, junto con el desarrollo de nuevos métodos de anticoncepción, hizo que el concepto del "amor libre" fuera viable para algunas mujeres y, al mismo tiempo, abrió en cierto grado un espacio social para la mujer lesbiana. La idea de la liberalización sexual de la mujer estaba surgiendo en la conciencia del público, como una fuerza a la cual era necesario controlar. Sin duda ni la sexualidad femenina en general, ni la sexualidad lesbiana en particular, podían ser ya controladas sólo a través de la ignorancia y la negación. Como respuesta a la necesidad de censurar la libertad sexual de la mujer, emergía un discurso que asumía la posición de superioridad del médico o del científico. Marañón presentó una perspectiva ante el lesbianismo basada en un concepto de la homosexualidad en cualquiera de sus manifestaciones como aberración, anormalidad y defecto trágico. A la vez estableció íntimos vínculos entre la mujer sexualmente "liberada" y la lesbiana. Para Marañón, todo se reduce a la siguiente fórmula: si, por un lado, una mujer manifiesta un alto nivel de deseo sexual o si, por otro, se niega a complacer a su esposo sexualmente, si padece de la depresión, no se conforma con la vida doméstica o no está feliz en su matrimonio, tiene que ser una lesbiana.
Sabas Alomá no tiene problemas con la noción de la lesbiana como aberración desviada y mujer masculinizada. Sin embargo, está en fuerte desacuerdo con lo que considera como el intento de Marañón de igualar al lesbianismo con el feminismo: “No se masculiniza la mujer en el nuevo ejercicio de derechos, responsabilidades y deberes que hasta ahora habían sido privativos del hombre”. (SABAS, 2003)
El feminismo, plantea Sabas Alomá, aboga por una fase superior en la evolución de la humanidad en la cual las mujeres participan activamente como ciudadanas en la esfera pública, mientras que el garzonismo existe desde las épocas de “Safo y de Victoria Colonna”, y es tan viejo como cualquier otro “vicio”. Según ella, el feminismo y el lesbianismo son diametralmente opuestos. “La garzona -afirma Sabas Alomá-, lejos de constituir una etapa del feminismo, florece y supervive a pesar del feminismo.” (SABAS, 2003)
Sabas Alomá no está de acuerdo con la tesis de Marañón, la cual plantea que la homosexualidad es producto de factores biológicos. Ella acepta la posibilidad de cierto grado de potencialidad biológica pero insiste en que hay factores sociales importantes que son necesarios para su actualización. Desde su perspectiva, la homosexualidad en potencia es desatada por la ineptitud de mujeres “no aptas para la maternidad”, o sea, mujeres que no tienen educación, y que no han sido liberadas. (SABAS, 1920; 2003)
Bibliografía
GONZÁLEZ PAGÉS, Julio César. En Busca de un espacio: Historia de las mujeres en Cuba. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 2003
SABAS ALOMÁ, M. Masculinismo, no; ¡Feminismo! Santiago de Cuba, 20 nov. 1920, -------------------------- Feminismo; cuestiones sociales, crítica literaria. Santiago de Cuba: Editorial Oriente, 2003
Estudiante de 4to. Año
de Lic. en Historia, Universidad de La Habana
Introducción
El siguiente trabajo aborda el contexto de las luchas feministas cubanas en los primeros años del siglo XX, a través de Mariblanca Sabas Alomá. De ahí que se trate a Mariblanca desde sus campañas llevadas a cabo en defensa del feminismo cubano durante los años veinte en la revista Carteles, sin pasar por alto su discurso lesbofóbico dirigido contra los males sociales, que según ella padecía la sociedad cubana: el pepillismo y el garzonismo.
Ficha biográfica
Pero, ¿quién fue Mariblanca Sabas Alomá? Periodista, poeta, política, nacida en Santiago de Cuba, el 10 de febrero de 1901, en una familia que había participado en la lucha por la independencia nacional.
Comenzó su labor periodística en el año 1918, en su ciudad natal, al enviar trabajos para El Cubano Libre y el Diario de Cuba. Después de morir sus padres, se trasladó a La Habana, donde concluyó la enseñanza secundaria. Colaboró en la organización del Primer Congreso Nacional de Mujeres, celebrado en la capital (1923), e intervino en sus sesiones.
Su escritura se caracterizó por un estilo directo, certero y ameno, aderezado con tonos poéticos tanto en su producción periodística como en la literaria. Desde muy joven puso su pluma al servicio de las luchas por la reivindicación de los derechos de la mujer; sobre todo por el derecho al sufragio.
Su nombre estuvo entre los primeros en publicar reflexiones feministas en la prensa cubana. Alomá fue muy popular entre los años 20 y 40 del siglo XX. Integró el Club Femenino de Cuba, una de las organizaciones más prestigiosas de su clase. Sus libros y artículos alcanzaron gran éxito en ese periodo, sobre todo entre las mujeres sustentadoras de posiciones de vanguardia. Llegó a ser conocida como “la campeona del feminismo”. Descolló como polemista y alcanzó celebridad por sus debates. En 1925 fue nuevamente delegada al Congreso Nacional de Mujeres.
Fue una precursora del feminismo moderno, en especial por su libro Feminismo, publicado en 1930, en el cual sostenía la tesis de que el principal enemigo de la mujer era ella misma, puesto que reproducía la dominación masculina y transmitía la exclusión de su sexo de la vida pública. Abogaba por gestar la emancipación femenina desde las escuelas, los institutos y los centros de trabajo.
En 1938 fundó en su hogar, situado en la calle habanera de Neptuno, la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UEAC), antecedente de la actual Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). A partir de 1948, Mariblanca Sabas fue ministra —sin cartera— en el gabinete de Carlos Prío Socarrás. Por vez primera en la historia nacional, una mujer ostentó una responsabilidad tan alta, que ocupó hasta el golpe de estado, el 10 de marzo de 1952.
Sabas Alomá y las luchas feministas
El movimiento femenino en Cuba revistió grandísima importancia, y lo que es más, podía considerarse a las cubanas como precursoras en la lucha y las actividades feministas entre las mujeres de nuestra América. Durante la primera mitad del siglo XX, inician las mujeres cubanas un gran movimiento, El Club Femenino de Cuba, que las llevó a asociarse, para diversos fines, bajo distintos lemas y tomar parte de forma colectiva como nunca antes se había hecho.
Su presidenta Pilar Jorge de Tellas abogaba por no pronunciarse al voto femenino y la negación a mezclarse con la política. Estas declaraciones iniciales nunca dejaron de ser señaladas, a manera de crítica aún años después. Ante la evidencia de un posible triunfo, el Club Femenino olvidó sus consideraciones y se declaró partidario del voto femenino que a toda costa le beneficiaria.
En sus inicios, dicho club que luego sería la Alianza Nacional Feminista, defendía sus postulados de la siguiente manera:
“¿Política? No señor
ella nos causa temor
por los frutos que nos da
gusta más al corazón
prodigar la ilustración
Fe, esperanza y caridad.”
(GONZÁLEZ PAGÉS, 2003)
El feminismo en Cuba no estaba ajeno al contexto latinoamericano y Sabas Alomá gendarme de este movimiento en la isla, planteaba que se encontraba fracturado, y lo dividió en tres: un feminismo reaccionario, otro de luchadoras en pequeños grupos, y una gran masa indiferente bailadora de salón. Con toda esta situación el movimiento prosigue y en febrero de 1922, se convocó a la celebración del 1er Congreso Nacional de Mujeres, primero en América Latina. La participación al 1er Congreso fue abierta a todas las organizaciones femeninas del país a partir de bases a cumplir como: no emitir criterios desfavorables entre sufragismo y feminismo, no realizar proselitismo religioso o político, entre otros.
El comité ejecutivo estuvo presidido por Pilar Morlón Menéndez. Se abordaron temas ecológicos, nacionalistas, sociales, políticos y de legislación obrera. El sufragio femenino fue expuesto por Jorge de Tellas, Aída Peláez y la más orgánica de las ponencias presentadas fue la de Hortensia Lamar, afirmando que: “El sufragismo, no era la desviación del feminismo, sino una modalidad que permitiría la igualdad política en la ciudadanía”. (GONZÁLEZ PAGÉS, 2003)
Este punto, el del sufragio, fue un aspecto de unidad en el Congreso. Es por ello, que esta reunión de las mujeres cubanas en sentido general, llamó la atención de la prensa y permitió que un importante grupo de mujeres empezara a realizar un nuevo tipo de periodismo, alejado de los recetarios de cocina y atenciones domésticas, ayudando así a la formación de una esfera pública en la que estas mujeres opinaban y atacaban el estereotipo banal que se les otorgaba social y culturalmente.
Es precisamente en esta época que los trabajos periodísticos de Mariblanca dan un giro, debido en gran medida a su participación en este congreso y su afiliación a ideas de izquierda, ideas que se van a afianzar luego del 2do Congreso Nacional de Mujeres (1925). En su discurso feminista plantea un tema muy recurrente durante estos años, ve en la mujer el principal enemigo de sí misma, y que la lucha feminista luego de dos congresos se encontraba desorientada, carente de ideas, desordenada en su ideología y tambaleante en su organización.
La lucha feminista en Cuba pasó por un desconcertante período sin reformas fundamentales en su programa de acción social. Sus ideas progresistas la conllevan a pensar que la reivindicación femenina, la salvación del movimiento femenino cubano, está en la unión en un solo haz de las voluntades dispersas de las pocas mujeres que en Cuba tienen una visión clara de los problemas femeninos. La juventud que se levantaba estaba pronta a incorporarse al nuevo y gran ejército libertador. Los institutos, las escuelas normales, las fábricas eran los vientres fecundos donde la liberación y dignificación de la mujer se gestaría. Había en ese período de liberar de prejuicios las conciencias, base fundamental de toda lucha feminista que aspirase a perdurar y a triunfar.
Otro lastre de la época era el chisme y la murmuración, situación que se vivía a diario en los salones de la alta sociedad: “La chismografía y la murmuración constituyen, en el solar casi una necesidad. En los salones sociales un peligroso y tentador sport”. Este hábito por llamarlo de alguna manera, caracterizó a las mujeres de la alta sociedad, según Sabas Alomá en una de sus secciones del periódico Carteles. A estas no les preocupaba nada más que el novio, o el presunto amante de la amiga. De ahí que ellas, expresaba Mariblanca, no tocarían con tanta pasión los temas del feminismo, al contrario surgiría un gran dicterio, irónico pues se aferrarían más al divorcio de una pareja de la alta sociedad. (SABAS, 2003)
Mujeres que se ubican dentro de dogmas rígidos que son heredados de generación en generación, y las van enseñando a agradar, “a obedecer al hermano mayor tan pedante y tan irresponsable como ella”, la “chiquilla” se convierte en mujer y no le preocupará nada, no tendría conciencia. De modo que para Sabas, en ningún sector se hacía tan necesaria una activa profilaxis social como en el aristocrático, donde toda vanidad y egoísmo encuentran cómodo asiento. (SABAS, 2003)
En abril de 1928, Sabas Alomá publicó una serie de trabajos en la revista Carteles sobre la homosexualidad femenina o garzonismo como se le llamaba en Cuba en esa época. En dichos artículos hablando en nombre del feminismo cubano más progresista, articuló un discurso lesbofóbico que caracteriza al lesbianismo como una enfermedad social y aboga en contra de los que la asocian con el feminismo. (SABAS, 2003)
Este no era un caso aislado, el ala más progresista del movimiento feminista predicaban actitudes lesbofóbicas desde una posición reaccionariamente defensiva en su afán de distanciarse del estereotipo asociado con la orientación sexual de la mujer feminista.
El discurso "científico" sobre la sexualidad femenina mejor conocido en Cuba en esa época, era el que desarrolló el biólogo español Gregorio Marañón, cuyas teorías circulaban ampliamente en América Latina para la década del veinte. Se popularizó este tipo de discurso “medicalizado” y cientificista sobre la sexualidad femenina en el mismo momento histórico en el que surge el feminismo en Cuba; y el movimiento del llamado "amor libre" había comenzado a impactar a ciertos sectores de la sociedad cubana.
El acceso cada vez mayor a la independencia económica y a la educación, junto con el desarrollo de nuevos métodos de anticoncepción, hizo que el concepto del "amor libre" fuera viable para algunas mujeres y, al mismo tiempo, abrió en cierto grado un espacio social para la mujer lesbiana. La idea de la liberalización sexual de la mujer estaba surgiendo en la conciencia del público, como una fuerza a la cual era necesario controlar. Sin duda ni la sexualidad femenina en general, ni la sexualidad lesbiana en particular, podían ser ya controladas sólo a través de la ignorancia y la negación. Como respuesta a la necesidad de censurar la libertad sexual de la mujer, emergía un discurso que asumía la posición de superioridad del médico o del científico. Marañón presentó una perspectiva ante el lesbianismo basada en un concepto de la homosexualidad en cualquiera de sus manifestaciones como aberración, anormalidad y defecto trágico. A la vez estableció íntimos vínculos entre la mujer sexualmente "liberada" y la lesbiana. Para Marañón, todo se reduce a la siguiente fórmula: si, por un lado, una mujer manifiesta un alto nivel de deseo sexual o si, por otro, se niega a complacer a su esposo sexualmente, si padece de la depresión, no se conforma con la vida doméstica o no está feliz en su matrimonio, tiene que ser una lesbiana.
Sabas Alomá no tiene problemas con la noción de la lesbiana como aberración desviada y mujer masculinizada. Sin embargo, está en fuerte desacuerdo con lo que considera como el intento de Marañón de igualar al lesbianismo con el feminismo: “No se masculiniza la mujer en el nuevo ejercicio de derechos, responsabilidades y deberes que hasta ahora habían sido privativos del hombre”. (SABAS, 2003)
El feminismo, plantea Sabas Alomá, aboga por una fase superior en la evolución de la humanidad en la cual las mujeres participan activamente como ciudadanas en la esfera pública, mientras que el garzonismo existe desde las épocas de “Safo y de Victoria Colonna”, y es tan viejo como cualquier otro “vicio”. Según ella, el feminismo y el lesbianismo son diametralmente opuestos. “La garzona -afirma Sabas Alomá-, lejos de constituir una etapa del feminismo, florece y supervive a pesar del feminismo.” (SABAS, 2003)
Sabas Alomá no está de acuerdo con la tesis de Marañón, la cual plantea que la homosexualidad es producto de factores biológicos. Ella acepta la posibilidad de cierto grado de potencialidad biológica pero insiste en que hay factores sociales importantes que son necesarios para su actualización. Desde su perspectiva, la homosexualidad en potencia es desatada por la ineptitud de mujeres “no aptas para la maternidad”, o sea, mujeres que no tienen educación, y que no han sido liberadas. (SABAS, 1920; 2003)
Bibliografía
GONZÁLEZ PAGÉS, Julio César. En Busca de un espacio: Historia de las mujeres en Cuba. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 2003
SABAS ALOMÁ, M. Masculinismo, no; ¡Feminismo! Santiago de Cuba, 20 nov. 1920, -------------------------- Feminismo; cuestiones sociales, crítica literaria. Santiago de Cuba: Editorial Oriente, 2003
Miguel de Carrión y Las impuras
Por Ernesto González Negrín.
Estudiante de 4to. Año
de Lic. en Historia,
Universidad de La Habana
Miguel de Carrión y de Cárdenas nació en La Habana el 9 de abril de 1875, en la iglesia de Monserrate. Su padre era un abogado de los tribunales de la nación y su abuelo un caballero de la real Orden de Carlos III. Al estallar la Guerra de Independencia en 1895, emigra a los Estados Unidos. A su retorno se dedicó a las letras y al periodismo. Se graduó de médico en la Universidad de La Habana, profesión que ejerció durante toda su vida. En ese campo publicó Los cálculos renales y su diagnóstico.
Cuando se establecieron escuelas normales para maestros en 1918, ganó por oposición la Cátedra de Anatomía y Fisiología de la Escuela Normal de La Habana, llegando a dirigir dicha institución. Fue miembro fundador de la Academia Nacional de Artes y Letras. Retrató en sus obras el “bajo mundo” habanero, en un intranquilo afán por captar la realidad social y política. Murió el 30 de julio de 1929.
Representa al grupo de narradores que a fines del siglo XIX empiezan a concebir el cuento como una narración distinta, por su factura y sus propósitos. Sus cuentos, reunidos en La última voluntad (1903), están enmarcados dentro de la tendencia naturalista que venía de Francia y España. Miguel de Carrión, en estas narraciones breves estaba interesado por la indagación psicológica, al igual que en sus novelas más destacadas. Su primera novela, El milagro, aparece en 1904, y trata sobre la frustración de una seudo vocación religiosa; entronca con las narrativas naturalistas y persigue objetivos psicológicos. Tiene mucho de relato lírico, en medio de una naturaleza absorbente.
Las Honradas (1918), novela de estructura equilibrada, de estilo cuidado, con técnica naturalista, constituye el relato espiritual de su protagonista, Victoria, quien narra en primera persona su propia existencia. El autor realiza una verdadera introspección en el ánimo de Victoria. Ella pondrá el balance de su auto-análisis el concepto de la honradez, tal como lo prescribía la moral burguesa de principios del siglo. El creador encara las convenciones mojigatas que predominaban en la familia cubana de la época, pero no es menos descarnada su visión de la realidad política y social de la República, sino como la copia de un ambiente empobrecedor y mezquino. Dicha novela psicológica muestra el esclarecimiento del mundo subjetivo de Victoria, pero el marco social no está olvidado, sirve como trasfondo adecuado para la protagonista, resulta un elemento más a considerar en el panorama anímico de esta mujer.
Para el año de 1919, Miguel de Carrión escribe su tercera novela: Las impuras. En 1961, es publicada su obra inconclusa La esfinge; cuenta con elementos como la descripción de escenas de fuerte sensualidad, típico en su narrativa al igual que el intento de penetrar en la psiquis de la mujer, que en esta se repite.
“Decir que Las Impuras es una gran novela es faltar el respeto a las grandes novelas”, escribía Calvert Casey. Sin embargo, para buena parte de los estudiosos literarios era el novelista más interesante de su generación ―Carlos Loveira, Jesús Castellanos, Miguel Ángel de La Torre…―, siendo las novelas Las Honradas, y sobre todo, Las Impuras, sus dos logros artísticos más preciados. El propio Calvert aseguraba que “la cruda exposición y el análisis que sin proponérselo hace (…) del fenómeno social del relajo, del principio agudo del placer que motivó a varias generaciones, convierten a Las Impuras en un documento sociológico de interés permanente si sus méritos literarios no bastaran”. Pero de todos modos, Miguel de Carrión se inscribe hoy dentro de la cultura nacional como uno de los escritores imprescindibles de la literatura cubana.
Con sus narraciones publicadas en Cuba durante los años iniciales del siglo XX y en sus obras inéditas, demostró un conocimiento inusual de la psicología y los conflictos de la mujer, trazando precisas caracterizaciones de sus personajes; particularmente, en las novelas Las honradas y Las impuras, donde sus protagonistas femeninas arrastradas por la pasión amorosa revelan un universo de contradicciones sociales, al tiempo que encarnan dos paradigmas: la «burguesa honrada» y la «pobre impura». No en vano la aparición de Las honradas conmocionó a la sociedad habanera de su época y Las impuras estuvo durante varios años prohibida para las solteras, hasta alcanzar reconocimiento y convertirse en una de las obras literarias más exitosas, con numerosas ediciones, versiones teatrales, radiales y televisivas.
Bajo el influjo del realismo positivista y de la literatura del francés Emile Zolá, Carrión se adentró en la intimidad de sus personajes para demostrar las contradicciones y pasiones que arrasan al ser humano, fundamentalmente a través de su relación con un tema para entonces tabú: el sexo. El autor expone su preocupación por los derechos de la mujer frente a una sociedad patriarcal y machista que se encarga de cuestionar y ridiculizar. Ello se evidencia con la construcción del personaje protagónico de Las impuras, Teresa, pese a su rectitud moral y al estoicismo con que asume su liberación, aplastada por la intransigencia de su hermano y de su amante y que es vencida por un mundo al que se rehusaba entrar.
La novela constituye un estudio del marco de la prostitución en La Habana de entonces. Teresa, mujer de pensamiento independiente y voluntariosa al actuar, es la amante de Rogelio Díaz. Para mantenerse al lado de este hombre casado, Teresa va a vivir en un ambiente bohemio, marcado por la confluencia de diferentes vicios. Rogelio se entrega al juego y a las mujeres, piensa en futuros negocios que nunca tienen éxito, no tiene firmeza de convicciones, ni constancia; el autor lo utiliza para reflejar la deformación moral y ética de la descendencia de un sector social compuesto por los inmigrantes que hicieron fortuna en la Isla, esos hijos forman parte de una generación educada en la complacencia, el ocio y el facilismo. La carencia total de carácter lo identifica, fue entrenado en el gasto desmedido sin conciencia real de lo que ello detonaría; incapaz de actuar con sensatez y de enfrentar dificultades. Su amante Rogelio es prácticamente la antítesis de su querida. Obligado a mantener la honra de la familia, tuvo que casarse con la muchacha que embarazó, enamoró a Teresa y se la agenció de querida. La vida en la ciudad y la pobreza terminaron por condensar la nube de ideas que lo rondaba y ello terminó en una huida con una nueva pasión.
Se traza una evidente diferenciación entre el campo y la ciudad, siendo esta última un marco propicio para obrar con más ligereza la conciencia y menos pudor. No es una novela de índole psicológica, sino de propósitos sociológicos. Al tiempo que descubre todo el mundo de las impuras, revela también la vida política de la época, con sus maniobras turbias, con los trucos políticos, la hipocresía de mercaderes como Rufino. Describe la cotidianeidad de La Habana y el papel que en ella jugaban los truculentos manejos políticos y el alcance de factores como el poder económico. Los rasgos naturalistas que se manifiestan en la obra no alcanzan la pornografía; Miguel de Carrión vincula este recio realismo con elementos románticos que advertimos en el desarrollo de la trama y en el trazado acentuadamente sentimental de algunos personajes.
Mediante el análisis de la obra, partiendo de la ficción que envuelve y potencia la historia narrada y tomando en cuenta que se parte de la creatividad de un hombre que se nutre del mundo que lo rodea, tomando de este lo que, en su consideración importa; se pueden distinguir rasgos que nos permiten visualizar la sociedad de entonces. Los personajes descritos en la misma, existen con toda intencionalidad: mostrar al lector la diversidad, las situaciones e individuos que componían la vida en los sitios donde se desenvuelve la trama.
Así vemos por ejemplo el deseo del hermano de la protagonista, una vez esta huérfana, de enviarla a los Estados Unidos de América a concluir sus estudios, en un momento en que la aristocracia de la recién nacida República adoptaba como paradigma rector lo proveniente de aquella nación que ejercía su control sobre el futuro de Cuba a través de políticos y de la economía, aunque esta situación sufre transformaciones con el decursar del tiempo; haciéndose manifiesto el desagrado dentro sectores amplios de la población, por la intromisión o la simple presencia de los llamados yanquis, y el autor lo refleja en su obra.
En repetidas ocasiones se aludirá a la inadaptabilidad social que experimenta Teresa, quien no deja que se le impongan cánones y criterios propios de la época en que le tocó vivir, tratando de defender sus mentalidad considerada demasiado orgánica como para ser bien vista. El autor la describe como una mujer independiente, que para ser consecuente con sus creencias está dispuesta a correr los riesgos necesarios. La describe capaz de no acatar lo preestablecido, por un sentimiento.
En el libro se toca, aunque no a profundidad, el mito de virilidad y la fogosidad caribeña, justificando comportamientos y actitudes en materia sexual con elementos como el factor climático. Unos estudiantes que residían en el lugar utilizaban bromas jocosas para justificar esa actitud, sus teorías coincidían en la existencia de un calor sofocante que perturbaba los sentidos y alteraba los humos haciendo del ser que lo padeciese un animal en celo. Creo, teniendo en cuenta el anterior lanzamiento de Las Honradas, que el autor con esta novela trataba de presentar una realidad, aunque por ser parte de la cotidianeidad, gozaba de cierto reconocimiento que la inclinaba a marginar más aún a ese sector que lucraba vendiendo placer carnal, y en aras de revindicarlo, el escritor diseñó el entramado de la historia, reduciendo de cierto modo las diferencias morales de los dos grupos de mujeres (honradas e impuras) apelando a lado sentimental y humano para no desdeñar de antemano al menos favorecido.
Ello se evidencia con la construcción misma de Teresa, quien era calificada por la sociedad del mismo modo que una prostituta al ser la querida de un hombre casado; la trama se encarga de demostrarlo errado de este criterio. La actitud solidaria de las muchachas ante la agonizante niña también lo demuestra, resaltando los valores humanos de las impuras que acuden en su auxilio. Por otro lado se denuncia el caso de la viuda Riscoso, una señora con una posición acomodada en la sociedad que le hacia ostentar cierto respeto, sin embargo fungió como alcahueta de la huérfana Teresa, guiándola por caminos que le eran desconocidos; o siendo víctima de una violación, en gran medida, provocada por su actuar despreocupado, que de cierta forma parece similar al de una impura.
El término impura es utilizado para calificar a las mujeres que venden los favores de sus carnes en aras de lucrar, dentro de ello se encuentran las prostitutas, las queridas, las queridas de hombres casados (esta goza de peor estatus que la anterior y ganaban un mayor repudio de la población). Otra definición más sencilla es la que engloba a toda aquella mujer que haya perdido la virginidad antes de casarse. La práctica del adulterio en el caso de los hombres se muestra como algo natural, y en caso de que se cometa no pagando por sexo sino fruto de una seducción, es motivo de orgullo y realza su prestigio en la sociedad como galán ante los demás hombres y en el caso de las mujeres casadas, sí ven este tipo de comportamientos como algo reprochable. En cambio, cuando una mujer incurría en ello sería muy mal vista por la sociedad, al igual que su marido.
La virginidad en la época tenía una importancia clave (la virginidad como medio para legitimar un matrimonio). La denominación usada para nombrar a la mujer que la perdiese antes de llegar al matrimonio era que había sido pervertida o perjudicada; ello podía ocurrir de varias formas, pero las enumeradas en el libro como principales causas eran: la seducción o romance, violación, o por la compra de ese derecho lo cual ocurría en caso de mujeres pobres.
Se utiliza el término chulo para nombrar al proxeneta, aunque en casi todas las oportunidades dicho término están acompañados de adjetivos peyorativos. Cobraban por proteger a la prostituta, otros se hacían mantener por ellas conviviendo fuera del marco del oficio como una pareja común; se imponían mediante el uso de la fuerza contra su protegida; eran sujetos violentos, capaces de enfrentar a las instituciones encargadas de velar por el orden público.
Las prostitutas al igual que las queridas podían tener lo que llamaban caprichos, son aquellas relaciones en las cuales no cobraban sus servicios y lo hacían seleccionando la persona en dependencia de sus preferencias. En el caso de los hombres existía la creencia de que la esposa era para atender la casa y la familia y las queridas y prostitutas para divertirse y amar.
No se estilaba el tener una querida para un hombre por la poca solvencia que existía en el país; la mujer dividía su tiempo en dependencia del dinero que abonase cada uno de los hombres que estaban en su programa, el número de miembros de cada grupo fluctuaba.
Recrea la costumbre entre los jóvenes de reunirse en Prado y recorrer dicha zona, con fines de esparcimiento. Entre las impuras y sus clientes existía una práctica frecuente denominada aviación, que era recorrer en un vehículo cierta distancia, en el trayecto se podía hacerse de una en la zona apartada donde las mujeres podían realizar su oficio, e incluso con el carro en movimiento. En el inmueble donde se hospeda Teresa se muestra la prostitución en diferentes modalidades y con una marcada diferenciación en cuanto a remuneración económica por los servicios que brindan. Se dilucida por la obra varias formas por las que se podía llegar a prostituirse una mujer de entonces: vendida al proxeneta en una forma de esclavitud, si ha sido pervertida y no encuentra posibilidad de matrimonio o es expulsada de la casa, que haya sido obligada de alguna forma. En todas las opciones que da el autor el factor económico es un medio o ejerce un peso determinante.
Salvador Bueno escribió: “Cuando la obra de Carrión queda certeramente ubicada se la considera como un testimonio doloroso y sombrío, pero agudamente fiel, de una etapa de la historia cubana, de una época de transición que, sin haber llegado al clímax, permite contemplar algunas señales de superación y de esperanza” (BUENO, 1963). Las impuras, debe ser ante todo vista como un testimonio de nuestro pasado nacional y de valor excepcional porque recrea dos elementos de la realidad poco tratado con tanta claridad en la época: la mujer y la prostitución.
Bibliografía:
BUENO, Salvador. Historia de la Literatura Cubana. La Habana: Editora del Ministerio de Educación, 1963
CARRIÓN, Miguel de. Las Impuras. La Habana: Editora Popular de Cuba y del Caribe, 1960
INSTITUTO DE HISTORIA DE CUBA. Historia de Cuba. La Neocolonia, organización y crisis desde 1899 hasta 1940. La Habana: Editorial Félix Varela, 2004
Estudiante de 4to. Año
de Lic. en Historia,
Universidad de La Habana
Miguel de Carrión y de Cárdenas nació en La Habana el 9 de abril de 1875, en la iglesia de Monserrate. Su padre era un abogado de los tribunales de la nación y su abuelo un caballero de la real Orden de Carlos III. Al estallar la Guerra de Independencia en 1895, emigra a los Estados Unidos. A su retorno se dedicó a las letras y al periodismo. Se graduó de médico en la Universidad de La Habana, profesión que ejerció durante toda su vida. En ese campo publicó Los cálculos renales y su diagnóstico.
Cuando se establecieron escuelas normales para maestros en 1918, ganó por oposición la Cátedra de Anatomía y Fisiología de la Escuela Normal de La Habana, llegando a dirigir dicha institución. Fue miembro fundador de la Academia Nacional de Artes y Letras. Retrató en sus obras el “bajo mundo” habanero, en un intranquilo afán por captar la realidad social y política. Murió el 30 de julio de 1929.
Representa al grupo de narradores que a fines del siglo XIX empiezan a concebir el cuento como una narración distinta, por su factura y sus propósitos. Sus cuentos, reunidos en La última voluntad (1903), están enmarcados dentro de la tendencia naturalista que venía de Francia y España. Miguel de Carrión, en estas narraciones breves estaba interesado por la indagación psicológica, al igual que en sus novelas más destacadas. Su primera novela, El milagro, aparece en 1904, y trata sobre la frustración de una seudo vocación religiosa; entronca con las narrativas naturalistas y persigue objetivos psicológicos. Tiene mucho de relato lírico, en medio de una naturaleza absorbente.
Las Honradas (1918), novela de estructura equilibrada, de estilo cuidado, con técnica naturalista, constituye el relato espiritual de su protagonista, Victoria, quien narra en primera persona su propia existencia. El autor realiza una verdadera introspección en el ánimo de Victoria. Ella pondrá el balance de su auto-análisis el concepto de la honradez, tal como lo prescribía la moral burguesa de principios del siglo. El creador encara las convenciones mojigatas que predominaban en la familia cubana de la época, pero no es menos descarnada su visión de la realidad política y social de la República, sino como la copia de un ambiente empobrecedor y mezquino. Dicha novela psicológica muestra el esclarecimiento del mundo subjetivo de Victoria, pero el marco social no está olvidado, sirve como trasfondo adecuado para la protagonista, resulta un elemento más a considerar en el panorama anímico de esta mujer.
Para el año de 1919, Miguel de Carrión escribe su tercera novela: Las impuras. En 1961, es publicada su obra inconclusa La esfinge; cuenta con elementos como la descripción de escenas de fuerte sensualidad, típico en su narrativa al igual que el intento de penetrar en la psiquis de la mujer, que en esta se repite.
“Decir que Las Impuras es una gran novela es faltar el respeto a las grandes novelas”, escribía Calvert Casey. Sin embargo, para buena parte de los estudiosos literarios era el novelista más interesante de su generación ―Carlos Loveira, Jesús Castellanos, Miguel Ángel de La Torre…―, siendo las novelas Las Honradas, y sobre todo, Las Impuras, sus dos logros artísticos más preciados. El propio Calvert aseguraba que “la cruda exposición y el análisis que sin proponérselo hace (…) del fenómeno social del relajo, del principio agudo del placer que motivó a varias generaciones, convierten a Las Impuras en un documento sociológico de interés permanente si sus méritos literarios no bastaran”. Pero de todos modos, Miguel de Carrión se inscribe hoy dentro de la cultura nacional como uno de los escritores imprescindibles de la literatura cubana.
Con sus narraciones publicadas en Cuba durante los años iniciales del siglo XX y en sus obras inéditas, demostró un conocimiento inusual de la psicología y los conflictos de la mujer, trazando precisas caracterizaciones de sus personajes; particularmente, en las novelas Las honradas y Las impuras, donde sus protagonistas femeninas arrastradas por la pasión amorosa revelan un universo de contradicciones sociales, al tiempo que encarnan dos paradigmas: la «burguesa honrada» y la «pobre impura». No en vano la aparición de Las honradas conmocionó a la sociedad habanera de su época y Las impuras estuvo durante varios años prohibida para las solteras, hasta alcanzar reconocimiento y convertirse en una de las obras literarias más exitosas, con numerosas ediciones, versiones teatrales, radiales y televisivas.
Bajo el influjo del realismo positivista y de la literatura del francés Emile Zolá, Carrión se adentró en la intimidad de sus personajes para demostrar las contradicciones y pasiones que arrasan al ser humano, fundamentalmente a través de su relación con un tema para entonces tabú: el sexo. El autor expone su preocupación por los derechos de la mujer frente a una sociedad patriarcal y machista que se encarga de cuestionar y ridiculizar. Ello se evidencia con la construcción del personaje protagónico de Las impuras, Teresa, pese a su rectitud moral y al estoicismo con que asume su liberación, aplastada por la intransigencia de su hermano y de su amante y que es vencida por un mundo al que se rehusaba entrar.
La novela constituye un estudio del marco de la prostitución en La Habana de entonces. Teresa, mujer de pensamiento independiente y voluntariosa al actuar, es la amante de Rogelio Díaz. Para mantenerse al lado de este hombre casado, Teresa va a vivir en un ambiente bohemio, marcado por la confluencia de diferentes vicios. Rogelio se entrega al juego y a las mujeres, piensa en futuros negocios que nunca tienen éxito, no tiene firmeza de convicciones, ni constancia; el autor lo utiliza para reflejar la deformación moral y ética de la descendencia de un sector social compuesto por los inmigrantes que hicieron fortuna en la Isla, esos hijos forman parte de una generación educada en la complacencia, el ocio y el facilismo. La carencia total de carácter lo identifica, fue entrenado en el gasto desmedido sin conciencia real de lo que ello detonaría; incapaz de actuar con sensatez y de enfrentar dificultades. Su amante Rogelio es prácticamente la antítesis de su querida. Obligado a mantener la honra de la familia, tuvo que casarse con la muchacha que embarazó, enamoró a Teresa y se la agenció de querida. La vida en la ciudad y la pobreza terminaron por condensar la nube de ideas que lo rondaba y ello terminó en una huida con una nueva pasión.
Se traza una evidente diferenciación entre el campo y la ciudad, siendo esta última un marco propicio para obrar con más ligereza la conciencia y menos pudor. No es una novela de índole psicológica, sino de propósitos sociológicos. Al tiempo que descubre todo el mundo de las impuras, revela también la vida política de la época, con sus maniobras turbias, con los trucos políticos, la hipocresía de mercaderes como Rufino. Describe la cotidianeidad de La Habana y el papel que en ella jugaban los truculentos manejos políticos y el alcance de factores como el poder económico. Los rasgos naturalistas que se manifiestan en la obra no alcanzan la pornografía; Miguel de Carrión vincula este recio realismo con elementos románticos que advertimos en el desarrollo de la trama y en el trazado acentuadamente sentimental de algunos personajes.
Mediante el análisis de la obra, partiendo de la ficción que envuelve y potencia la historia narrada y tomando en cuenta que se parte de la creatividad de un hombre que se nutre del mundo que lo rodea, tomando de este lo que, en su consideración importa; se pueden distinguir rasgos que nos permiten visualizar la sociedad de entonces. Los personajes descritos en la misma, existen con toda intencionalidad: mostrar al lector la diversidad, las situaciones e individuos que componían la vida en los sitios donde se desenvuelve la trama.
Así vemos por ejemplo el deseo del hermano de la protagonista, una vez esta huérfana, de enviarla a los Estados Unidos de América a concluir sus estudios, en un momento en que la aristocracia de la recién nacida República adoptaba como paradigma rector lo proveniente de aquella nación que ejercía su control sobre el futuro de Cuba a través de políticos y de la economía, aunque esta situación sufre transformaciones con el decursar del tiempo; haciéndose manifiesto el desagrado dentro sectores amplios de la población, por la intromisión o la simple presencia de los llamados yanquis, y el autor lo refleja en su obra.
En repetidas ocasiones se aludirá a la inadaptabilidad social que experimenta Teresa, quien no deja que se le impongan cánones y criterios propios de la época en que le tocó vivir, tratando de defender sus mentalidad considerada demasiado orgánica como para ser bien vista. El autor la describe como una mujer independiente, que para ser consecuente con sus creencias está dispuesta a correr los riesgos necesarios. La describe capaz de no acatar lo preestablecido, por un sentimiento.
En el libro se toca, aunque no a profundidad, el mito de virilidad y la fogosidad caribeña, justificando comportamientos y actitudes en materia sexual con elementos como el factor climático. Unos estudiantes que residían en el lugar utilizaban bromas jocosas para justificar esa actitud, sus teorías coincidían en la existencia de un calor sofocante que perturbaba los sentidos y alteraba los humos haciendo del ser que lo padeciese un animal en celo. Creo, teniendo en cuenta el anterior lanzamiento de Las Honradas, que el autor con esta novela trataba de presentar una realidad, aunque por ser parte de la cotidianeidad, gozaba de cierto reconocimiento que la inclinaba a marginar más aún a ese sector que lucraba vendiendo placer carnal, y en aras de revindicarlo, el escritor diseñó el entramado de la historia, reduciendo de cierto modo las diferencias morales de los dos grupos de mujeres (honradas e impuras) apelando a lado sentimental y humano para no desdeñar de antemano al menos favorecido.
Ello se evidencia con la construcción misma de Teresa, quien era calificada por la sociedad del mismo modo que una prostituta al ser la querida de un hombre casado; la trama se encarga de demostrarlo errado de este criterio. La actitud solidaria de las muchachas ante la agonizante niña también lo demuestra, resaltando los valores humanos de las impuras que acuden en su auxilio. Por otro lado se denuncia el caso de la viuda Riscoso, una señora con una posición acomodada en la sociedad que le hacia ostentar cierto respeto, sin embargo fungió como alcahueta de la huérfana Teresa, guiándola por caminos que le eran desconocidos; o siendo víctima de una violación, en gran medida, provocada por su actuar despreocupado, que de cierta forma parece similar al de una impura.
El término impura es utilizado para calificar a las mujeres que venden los favores de sus carnes en aras de lucrar, dentro de ello se encuentran las prostitutas, las queridas, las queridas de hombres casados (esta goza de peor estatus que la anterior y ganaban un mayor repudio de la población). Otra definición más sencilla es la que engloba a toda aquella mujer que haya perdido la virginidad antes de casarse. La práctica del adulterio en el caso de los hombres se muestra como algo natural, y en caso de que se cometa no pagando por sexo sino fruto de una seducción, es motivo de orgullo y realza su prestigio en la sociedad como galán ante los demás hombres y en el caso de las mujeres casadas, sí ven este tipo de comportamientos como algo reprochable. En cambio, cuando una mujer incurría en ello sería muy mal vista por la sociedad, al igual que su marido.
La virginidad en la época tenía una importancia clave (la virginidad como medio para legitimar un matrimonio). La denominación usada para nombrar a la mujer que la perdiese antes de llegar al matrimonio era que había sido pervertida o perjudicada; ello podía ocurrir de varias formas, pero las enumeradas en el libro como principales causas eran: la seducción o romance, violación, o por la compra de ese derecho lo cual ocurría en caso de mujeres pobres.
Se utiliza el término chulo para nombrar al proxeneta, aunque en casi todas las oportunidades dicho término están acompañados de adjetivos peyorativos. Cobraban por proteger a la prostituta, otros se hacían mantener por ellas conviviendo fuera del marco del oficio como una pareja común; se imponían mediante el uso de la fuerza contra su protegida; eran sujetos violentos, capaces de enfrentar a las instituciones encargadas de velar por el orden público.
Las prostitutas al igual que las queridas podían tener lo que llamaban caprichos, son aquellas relaciones en las cuales no cobraban sus servicios y lo hacían seleccionando la persona en dependencia de sus preferencias. En el caso de los hombres existía la creencia de que la esposa era para atender la casa y la familia y las queridas y prostitutas para divertirse y amar.
No se estilaba el tener una querida para un hombre por la poca solvencia que existía en el país; la mujer dividía su tiempo en dependencia del dinero que abonase cada uno de los hombres que estaban en su programa, el número de miembros de cada grupo fluctuaba.
Recrea la costumbre entre los jóvenes de reunirse en Prado y recorrer dicha zona, con fines de esparcimiento. Entre las impuras y sus clientes existía una práctica frecuente denominada aviación, que era recorrer en un vehículo cierta distancia, en el trayecto se podía hacerse de una en la zona apartada donde las mujeres podían realizar su oficio, e incluso con el carro en movimiento. En el inmueble donde se hospeda Teresa se muestra la prostitución en diferentes modalidades y con una marcada diferenciación en cuanto a remuneración económica por los servicios que brindan. Se dilucida por la obra varias formas por las que se podía llegar a prostituirse una mujer de entonces: vendida al proxeneta en una forma de esclavitud, si ha sido pervertida y no encuentra posibilidad de matrimonio o es expulsada de la casa, que haya sido obligada de alguna forma. En todas las opciones que da el autor el factor económico es un medio o ejerce un peso determinante.
Salvador Bueno escribió: “Cuando la obra de Carrión queda certeramente ubicada se la considera como un testimonio doloroso y sombrío, pero agudamente fiel, de una etapa de la historia cubana, de una época de transición que, sin haber llegado al clímax, permite contemplar algunas señales de superación y de esperanza” (BUENO, 1963). Las impuras, debe ser ante todo vista como un testimonio de nuestro pasado nacional y de valor excepcional porque recrea dos elementos de la realidad poco tratado con tanta claridad en la época: la mujer y la prostitución.
Bibliografía:
BUENO, Salvador. Historia de la Literatura Cubana. La Habana: Editora del Ministerio de Educación, 1963
CARRIÓN, Miguel de. Las Impuras. La Habana: Editora Popular de Cuba y del Caribe, 1960
INSTITUTO DE HISTORIA DE CUBA. Historia de Cuba. La Neocolonia, organización y crisis desde 1899 hasta 1940. La Habana: Editorial Félix Varela, 2004
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