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miércoles, 15 de diciembre de 2010

Entre Luisa Capetillo y Filo Vidal: transgresión y defensa de la mujer

Por Jesús Gómez Mas.
Estudiante de 3er.
Año de Lic. en Historia,
Universidad de La Habana

Constituye un viejo argumento el que plantea que no se puede escribir sobre las mujeres porque las fuentes documentales o bibliográficas son escasas. Otros apuntan al poco protagonismo que tienen para la Historia General, dada su poca participación en los acontecimientos que esta narra de guerras y luchas por el poder político en diferentes etapas.

La renovación historiográfica feminista aportaría nuevas formas para los grupos de Historia Social, ofreciendo un nuevo enfoque a la inclusión de las mujeres, independientemente de los roles tradicionales adjudicados, donde la maternidad y la familia parecían ser los únicos importantes.

La reinterpretación de las fuentes tradicionales y la utilización de métodos provenientes de otras disciplinas de las Ciencias Sociales, permitieron abandonar maneras totalmente androcéntricas y cuantitativas de hacer historia.

Una de las contribuciones de la historia de mujeres, “ha sido precisamente la afirmación de que la mujer tiene una historia, y que esta historia no puede considerarse como un conjunto de datos olvidados cuyo destino sería incorporarlos a las categorías históricas tradicionales ni tampoco como simple contribución marginal a la supuesta historia definitiva –la historia del hombre vista desde una perspectiva masculina y un sistema de valores masculinos.”

Precisamente esta era una de las principales preocupaciones al abordar la investigación de dos importantísimas mujeres emigrantes acerca de las cuales se ha escrito muy poco o solamente de forma referencial. Las figuras de Filo Vidal y Luisa Capetillo serán los ejes fundamentales que motivan esta sencilla investigación.

El primer problema que tuvimos fue la escasa bibliografía existente sobre la actuación de dichas figuras feministas, la primera gallega y la otra puertorriqueña, durante sus estancias en Cuba; las cuales aparecen de modo periférico en estudios generales. Ello ocurre por la desvalorización de lo femenino, siendo una característica central del sistema social de género, en el que ha predominado la desigualdad entre los hombres y las mujeres. Las mujeres en tanto personas y las actividades definidas como femeninas, no tienen el mismo valor que las masculinas, ni tampoco lo tienen los espacios sociales donde estos roles se desempeñan: el mundo público y el mundo privado (familia). Debido a las relaciones de género basadas en la jerarquía, lo femenino, en cualquiera de sus niveles, ha desaparecido y se ha hecho invisible.

Sobre la actuación de Filo Vidal durante el Segundo Congreso Nacional de Mujeres de abril de 1925 y su defensa de la mujer emigrante quisiéramos comenzar nuestro estudio. Esta Asamblea, que fue inaugurada y clausurada en el Teatro Nacional, ubicado dentro del edificio del Centro Gallego, tuvo en la moción de la mencionada gallega, un discurso que más allá de defender una nacionalidad específica, hablaba de la necesidad de ayudar a las mujeres emigrantes sin distinción de su origen nacional o regional.

Vidal pidió en el Congreso lo siguiente:

“Primero- Hacer una llamada a las actuales sociedades de inmigrantes, de todos los países, para que presten su concurso por medios distintos, con el fin de recaudar fondos, para que se levante un edificio amplio y alegre que se denomine Casa de la mujer inmigrante”. (GONZÁLEZ PAGÉS, 2010)

Este punto pedido por la delegada se materializa años después por diferentes sociedades españolas, que constituyen asociaciones regionales para sus emigradas en específico. Un segundo punto pedido por Filo Vidal apuntaba sobre las características que debía tener la casa de la mujer inmigrante:


“Que dicho edificio se alce no lejos del puerto, como áncora de salvación, brindándole su hospitalidad cariñosa a la mujer emigrante, la cual abonará una cuota mensual que le dé derecho apenas desembarque, a poseer un hogar de sólida honradez y protección, donde se le acoja cubriendo sus necesidades, bajo el Patronato del Congreso Femenino de Cuba. Así evitará que la mujer emigrante caiga en manos poco escrupulosas de primos, vecinos y amigos que cuando no acaben con sus modestos ahorros, que traen para sus primeras necesidades, sabe Dios a costa de qué repugnancias íntimas, la inician en el vicio, dejándolas abandonadas después”. (GONZÁLEZ PAGÉS, 2010)

Son significativas las denuncias constantes que eran realizadas sobre familiares y amigos de las emigradas, que lejos de actuar solidariamente, se convirtieron en el calvario de las mismas, por someterlas a actos muy crueles de vejación.

El último punto de la ponencia de Filo era un llamado espiritual a la aceptación plural:
“Que en la casa de la mujer inmigrante sea admitida toda persona del sexo femenino, sin distinción de edades, ni de raza, para la cual el edificio constará de varios pabellones, teniendo por divisa suprema: Amor y Protección. Ello reanudará en provecho de la mujer y gloria del feminismo cubano, que llevará a cabo una bella y gloriosa obra, siendo una demostración para el orbe entero de lo que pueden las fuerzas del espíritu femenino”. (GONZÁLEZ PAGÉS, 2010)

Si algo puede resultar curioso en las ponencias de la feminista Filo Vidal es cómo propugna en cada una de sus palabras: la defensa de la mujer inmigrante en general, sin entrar en las particularidades de regionalismos o nacionalismos; aún cuando proviene de una España marcada por los exacerbados sentimientos autonomistas de cada territorio, donde no existió una identificación con la nación a la que pertenecen, sino que se dan a conocer de acuerdo a la región histórica de procedencia: vascos/as, navarros/as, asturianos/as, gallegos/as, canarios/as, entre otras.

Otra feminista, la lectora, periodista, escritora y organizadora obrera Luisa Capetillo, fue una de las más destacadas líderes feministas en la historia de Puerto Rico. En una de sus publicaciones del año 1911, elaboró muy detalladamente su visión de la relación hombre y mujer. A través de Mi Opinión sobre las libertades, derechos y deberes de la mujer, insistió en el gran potencial que poseía la mujer como agente de cambio social, “porque el actual sistema, con todos sus errores, se sostiene por la ignorancia y esclavitud de la mujer” (RAMOS, 1992). Ello muestra cómo Capetillo hizo hincapié en la importancia de desmontar la errónea concepción que la educación no es apta para la mujer, y que esta es una valiosa vía para que se liberen de la dependencia con respecto a los hombres.

En este sentido, cabe recordar las palabras de una periodista y escritora asturiana llamada Agar Eva Infanzón y Canel (mejor conocida como Eva Canel), quien estuvo en Cuba durante el año 1891, y después de quedar viuda expresó: “si mi marido no hubiese muerto, y por el contrario hubiese hallado la salud en estas latitudes como los médicos lo habían predicho, yo habría venido a Cuba a ser lo que había sido antes, una esposa sumisa”. Esto viene afirmar, lo que años después, indicaban las palabras de la feminista puertorriqueña de exaltar el papel de la educación como mecanismo para terminar con la esclavitud de la mujer y no esperar por las vías “naturales” -la muerte, en este caso- para obtener reivindicaciones.

A partir de 1911 y durante los próximos cinco años, Luisa Capetillo extendió su radio de acción a otras regiones del continente. Así, en 1913, llegó a Cuba para vivir cerca de dos años. Después, de regreso a Puerto Rico, publicó su último libro conocido, influido de las ideas modernas fruto de sus viajes, y en el que desarrolló sus concepciones sobre la moral y el amor, citando como muestra de su cultura general sobre la mujer, historias de mujeres-paradigmas como: Madame Curie, Juana de Arco, Concepción Arenal, Agustina de Aragón, entre otras.

De su estancia por Cuba, data, tal vez, su más célebre anécdota, pues utilizó la transgresión de las normas masculinas, salir vestida de hombre por la calle de Obispo, como recurso para llamar la atención y ser oída por la opinión pública. Resultados de dicha acción: Capetillo fue obligada a salir del país y se le prohibió su entrada futura. Pareciera tan insignificante el motivo de tal sentencia, pero el que una mujer se vistiera de hombre en un espacio público, fue percibido como una violación del orden impuesto por los hombres.

Si bien pudo constituir una simple burla al atelier femenino, de la manera en que ocurrió, fue visto como un atentado a la tan irritable masculinidad de los hombres, un intento de empoderamiento por parte de dicha mujer, un delito que absurdamente solo pudo ser pagado por el modo en que se sancionó, pues el poder no había sido concebido socialmente para la mujer y la vía por la que ésta puede adquirirlo es mediante la dirección de los hombres; vía que a lo largo de la historia ha constituido un atropello de los ideales liberales-democráticos y donde las estigmatizadas mujeres no han gozado de la capacidad jurídica y política para decidir sobre algo.

A tan relevante escándalo se le realizó una copla popular que retrató dicho momento:

“Doña Luisa Capetillo,
con razón o sin razón
ha armado tremendo lío
con su falda pantalón.”
(GONZÁLEZ PAGÉS, 2003)

En honor y recuerdo de sus luchas y aportaciones al feminismo, Don Martín Beltrán, panadero, organizador obrero y compañero de trabajo de Capetillo la llamó: “Mujer de otro mundo, que vino a abrir nuevos senderos”. Y es que eso vino hacer tan osada mujer al transgredir normas y violar estereotipos en una época en que las féminas debían corresponder con el sistema sexo-género, o sino eran condenadas al patíbulo, guiado por las leyes de la nueva inquisición: la sociedad moderna.

Bibliografía

ARAUJO, Nara: Viajeras al Caribe. La Habana: Casa de las Américas, 1983
GONZÁLEZ PAGÉS, Julio César. En Busca de un espacio: Historia de las mujeres en Cuba. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 2003
------------------------------------------- Gallegas en Cuba. Bogotá: Editorial Karisma, 2010 (Edición digital)
RAMOS, Julio. Compilación de ensayos de Luisa Capetillo. Amor y Anarquía. Los escritos de Luisa Capetillo. San Juan: Ediciones Huracán, 1992

LUISA CAPETILLO: UNA HISTORIA, UNA OPINIÓN

Por Laura Benazir Hernández García.
Estudiante de 4to.
Año de Lic. en Historia,
Universidad de La Habana.

“Doña Luisa Capetillo
Con razón o sin razón
Ha armado tremendo lío
Con su falda pantalón”
(FMC, No. 74)

Con esta copla popular fue conocida en su época Luisa Capetillo, al convertirse en la primera mujer puertorriqueña en vestir pantalones de hombre en público; pero indudablemente más que esto fue, como la llama Don Martín Beltrán, panadero, organizador obrero y compañero de trabajo de Capetillo: “una mujer de otro mundo, que vino a abrir nuevos senderos” (FMC, No. 74). Es ella clara expresión de la cultura de la resistencia y de las formas de lucha que ha revestido el combate por la emancipación de la mujer y por el cambio social.

Por esto escribo, con el objetivo de ofrecer en unas pocas páginas de historia de vida un fragmento de la impresionante vida y la acción transformativa de esta mujer, prácticamente sumida en la anonimia; demostrando la inmensa contribución femenina a las principales transformaciones en la historia de las sociedades humanas, fundamentalmente en los proyectos nacionales y de construcción social en sus países.
Nacida en Arecibo en octubre de 1879, hija de una francesa que llegó a Puerto Rico como institutriz, y de un español descendiente de una familia acaudalada pero finalmente convertido en proletario, Luisa Capetillo recibió en su hogar una educación más liberal de lo que podía esperar una mujer de su época. No solamente aprendió pronto a leer y escribir sino que bebió en la cultura de sus padres, formada en el romanticismo decimonónico francés y el socialismo libertario que dio vida a los inicios del feminismo, fuertemente influida por las ideas democráticas y los ideales anarquistas.

En esta época tiene lugar en toda América Latina una explosión de protagonismo de las mujeres anarquistas, bajo la consigna: “Ni Dios, ni patrón, ni marido”. En Buenos Aires, Argentina, durante el año 1895 circula entre las mujeres el folleto Propaganda anarquista, bajo la firma de la librepensadora italiana Ana María Monzón, que abordó temas como el amor libre, la familia, las distintas formas de violencia conyugal y la explotación femenina en el trabajo fabril. En 1901 aparece en Guanajuato, México, el primer número del periódico Vesper, editado por la periodista revolucionaria y anarquista mexicana Juana Belén Gutiérrez de Mendoza, con el objetivo de combatir al gobierno de Porfirio Díaz, y que establece vínculos posteriormente con los hermanos Ricardo y Jesús Flores Magón, figuras centrales del anarquismo en ese país y fundadores del Partido Liberal Mexicano. Así vemos cómo se desarrolla la lucha femenina en busca de una alternativa de resistencia para las mujeres trabajadoras, denunciando primeramente las pésimas condiciones laborales, las jornadas excesivas y los miserables y desiguales salarios que reciben. Así intentan estas “libertarias” encontrar su lugar en una sociedad históricamente patriarcal, a la vez que desde su universo persiguen la justicia social.
En 1894 existen en varias ciudades de Puerto Rico numerosas uniones femeninas en las que se incrementan los temas de las demandas: la asunción de la igualdad en un sentido amplio y el enfrentamiento a la explotación capitalista y a las desigualdades entre los sexos, desde el feminismo, asumido como condición de ideología.

Es precisamente este el contexto en que se forma la personalidad de Luisa, marcada además por su condición de “querida” del Marqués de Arecibo, con dos hijos reconocidos legalmente pero fuera del matrimonio, por lo que sufre en carne propia los prejuicios de la época.

Ya para 1904 Luisa inicia su labor con varios periódicos de su pueblo natal. Luego comienza a hacer trabajos para la industria de la aguja desde su domicilio, para así poder ganarse la vida por su propia cuenta y no tener que depender del padre de sus hijos. En 1906 empieza a trabajar como lectora en las fábricas del tabaco, profundizando su educación con la lectura de las novelas de Zola, Tolstoi, Hugo, Balzac, Dumas y otros; obras de contenido social y político de Marx, Engels, Bakunin, y otros escritores de ideales avanzados; y de los periódicos y revistas de índole socialista, anarquista, y sindicalistas.
Como explica en sus diarios, Luisa Capetillo hizo su "debut sindical" en 1907, cuando participó en una importante huelga agrícola de Arecibo, en ebullición con las ideas del obrerismo y del anarquismo, por el temprano contacto de sus trabajadores con la literatura revolucionaria que llegaba a la ciudad puerto. En 1908, asume la defensa de los derechos de la mujer, solicitando que la Federación Libre del

Trabajo apoye el derecho al voto para todas las mujeres, no solo las educadas, convirtiéndose en la primera sufragista puertorriqueña.
Desde sus claves ideológicas y sin unirse a ninguna de las organizaciones feministas de su época, Luisa fue la primera mujer puertorriqueña en escribir acerca de las ideas feministas y las teorías de los derechos de la mujer, uniéndolo a sus esfuerzos de lograr la unión y organización del movimiento laboral, como único vehículo de las mujeres pobres para garantizar su instrucción, cohesión y unidad, y así obtener justicia e igualdad.

A partir de 1911 y durante los próximos 5 años, Luisa extiende su radio de acción a otras regiones, vinculada a la Federación de Torcedores de Tabaco, con filiales en varios países de la Cuenca del Caribe, incluyendo la costa sureste de los Estados Unidos. Como internacionalista obrera residió en Tampa, Florida, y Nueva York, donde colaboró con el periódico Cultura Obrera. De allí pasa a Cuba, donde fue considerada una "anarquista peligrosa" al pasearse por las calles de La Habana usando ropa de hombre. Además visitó México y la República Dominicana, donde se le impidió hablar en un teatro porque se había solidarizado con un grupo obrero.
Luisa Capetillo ejerció su militancia sindicalista al tiempo que se formaba como feminista, y fundió ambos conceptos en uno, y no sólo predicó el obrerismo y el feminismo sino que vivió de acuerdo con sus principios, expuestos firmemente en sus cuatro libros publicados: Ensayos Libertarios; Mi Opinión sobre los Derechos, Responsabilidades y Deberes de la Mujer; La Humanidad en el Futuro e Influencias de las Ideas Modernas.

En su primer libro Ensayos libertarios publicado en 1907, y dedicado a los trabajadores de ambos sexos, Luisa profesa su culto a la justicia, la paz y la fraternidad universales. Además, postula la necesidad de una nueva educación exenta de ritos y dogmas, sentando las bases de la equidad en la felicidad y la autosuficiencia. Concede en este libro importancia vital a la instrucción para el logro de la libertad y la igualdad:

“La instrucción es la base de la felicidad de los pueblos. Instruid bajo el dosel de la verdad: rasgad el velo de la ignorancia, mostrando la verdadera luz del progreso, exenta de ritos y dogmas. Practicad la fraternidad, para estrechar los lazos que deben unir la humanidad de un confín a otro sin distinción de razas ni creencias. La ignorancia es la causa de los mayores crímenes e injusticias”. (VALLE, 2010)

En su próximo libro La Humanidad en el Futuro, elabora su ideal de sociedad futura, de la “nueva escuela”, de la que saldrían “hombres y mujeres incapaces de vivir a costa de la explotación, del fraude y la ignorancia”. (VALLE, 2010)

Posteriormente en 1911, elabora más en detalle su visión de la relación hombre-mujer. En Mi Opinión sobre las libertades, derechos y deberes de la mujer insiste en el gran potencial que tiene la mujer como agente de cambio social porque “el actual sistema, con todos sus errores, se sostenía por la ignorancia y la esclavitud de la mujer” (VALLE, 2010), y esto solo puede ser transformado a partir de su educación.
En el primer capítulo de la obra discute la condición de la mujer en el hogar, la familia y el gobierno. Opina que la mujer debe ser instruida, pero no solamente en los quehaceres domésticos y el arte de saber confeccionar con perfección una prenda de vestir, sino también debe instruirse en las ciencias, la aritmética, la geografía y la literatura universal. Se pregunta cómo es posible que, de un lado, se le entregue a la mujer la responsabilidad de la crianza de los hijos y, de otro, se le niegue acceso a la educación liberalizante. Cree Capetillo que la mujer debe instruirse para que eduque a sus hijos con corrección; para que obtenga el respeto de su marido y compañero; y para que, en caso de que sobrevenga la separación de los cónyuges, la mujer esté preparada para sobrellevar la responsabilidad económica e intelectual del hogar: “La mujer tiene derecho a separarse del marido infiel y para esto debe saber trabajar, si es que desea conservar su libertad”. (VALLE, 2010)
Respecto a su posición en cuanto a los derechos de hombres y mujeres, Luisa define así:

“Para ser equitativa la ley humana, debe consagrar la igualdad de derechos entre la mujer y el hombre, y todo privilegio concedido al uno o a la otra es contrario a la justicia. La emancipación de la mujer sigue al progreso de la civilización: su esclavitud camina con la barbarie. Por otra parte, los sexos no se deben más que a la organización física, y puesto que los espíritus pueden adoptar uno u otro, no existe diferencia entre ellos sobre este particular, y por lo tanto deben gozar de los mismos derechos.” (VALLE, 2010)

De aquí se traslada a uno de los principios más controvertidos de su ideario, el del llamado “amor libre”, aun cuando para ella pareció siempre significar una relación carente de ataduras legales, pero no “libertinaje promiscuo”. La pensadora feminista hace claro en repetidas ocasiones que el hombre y la mujer deberán unirse sin contrato alguno, siempre por amor y no por conveniencia de las familias. Luego, debe aspirar, en la unión entre el hombre y la mujer, a que exista el respeto y el apoyo mutuos. Para ella no debe existir la doble moralidad, mediante la cual el hombre puede serle infiel a la mujer mientras ella se ve obligada a quedarse en el hogar soportando una situación de inferioridad. Para Luisa Capetillo, como el matrimonio debe ser por amor, así debe permanecer, y en caso de romperse la unión, la mujer no debe quedar abandonada, sino ubicada en un nuevo rol, educada para trabajar en un oficio satisfactorio y apta para unirse a otro ser humano.

"Yo digo que el amor debe ser absolutamente libre, tanto para la mujer como para el hombre; y todavía añado: el amor no puede verdaderamente existir más que con la condición de ser libre. Sin la libertad absoluta, el amor es prostituido (…) La inmoralidad es la prostitución legal o no; es el celibato forzado de la mujer; es la venta del cuerpo femenino; es la sumisión de la esposa; es la mentira del marido hacia la que ha cesado de amar. Pero el amor libre no puede ser fuente de inmoralidad puesto que es una ley natural; el deseo sexual tampoco puede ser inmoral toda vez que es un deseo natural de nuestra vida física. Si la necesidad sexual fuera inmoral, en éste caso no hay más que anatemizar de inmoral el hambre, el sueño y todos los fenómenos fisiológicos que rigen el cuerpo humano". (VALLE, 2010)
Otro de los planteamientos feministas de Luisa Capetillo es el hecho de que no se debe estereotipar la educación de la niña, de la mujer. Cree que no se deben enseñar unos elementos a las niñas y otros a los varones, sino que estos deben formarse en una educación libre, en todas las materias, incluyendo las ciencias, las artes, la educación física, la gimnasia y la calistenia.

Igualmente defendió el lugar de la mujer en la sociedad del futuro, como parte integrante de esta y protagonista también de sus principales transformaciones: “Hoy no es aceptable eso del silencio y el retiro, en la mujer, pues hoy la mujer en Europa aspira a compartir los puestos públicos y a gobernar, administrar pueblos, sin perder su personalidad femenina, ni sus deberes de madre y esposa”. (VALLE, 2010)
Con la publicación de su libro Mi Opinión, Luisa Capetillo se convierte en la primera puertorriqueña que organiza sus ideas feministas y las publica como una tesis teórica.

Para 1916 está de vuelta en Puerto Rico, y publica su último libro conocido Influencia de las Ideas Modernas en el que desarrolla sus ideas sobre la moral y el amor. La obra está integrada por una diversidad de escritos en los que hay representaciones dramáticas, notas de diario y reflexiones fisiológicas. A lo largo de todo el libro queda evidenciada su sólida y extensa cultura general sobre la mujer en la historia. Respalda sus planteamientos en defensa del progreso femenino citando las vidas y obras de mujeres como Madame Curie, Juana de Arco, Concepción Arenal, Agustina de Aragón, etc. Además puntualizó las habilidades humanas y profesionales que potencialmente se encuentran en la mujer, preguntándose:

“¿Por qué calificar de prostitutas y viciosas a mujeres que están a más alto nivel moral que los hombres?

Veo reinas, emperatrices, mujeres inteligentes que piden reivindicación. Se ha exagerado de un modo abusivo su conducta y procedimiento. Una mujer libre, como Ana Bolena, ¿por qué acusarla de prostituta?, y a otras que no escribo sus nombres porque aún existen familiares.

Los historiadores no han tenido otro motivo para exagerar la conducta de las mujeres de otras épocas que la preponderancia de los hombres y el ser ellos los legisladores, historiadores y cultivadores de todas las artes, ciencias, literatura (…) Acostumbran entre ellos algunos "bombos" exagerados para ensalzar y elevar reputaciones, y con indiferencia para las mujeres cultas, libres e ilustradas, creyendo que éstas eran inferiores y no estaban capacitadas para realizar cualquier trabajo intelectual de diferente índole o procedimientos.
No acepto como viciosa ni perversa a mujer alguna conceptuada así por cualquier historiador que equivocadamente haya creído que la mujer no tiene derecho a usar de su completa libertad sin ser conceptuada viciosa, liviana, etc., en tanto el hombre ha podido hacer y realizar e inventar los más absurdos y ridículos caprichos sin que pudiese ser mal calificado, despreciado, impedido de concurrir a todas partes sin temor de no ser atendido, respetado y solicitado. La ley del embudo, a la cual nosotras pondremos término para tranquilidad de los justos y para rendir culto a la verdad y a la justicia que merece nuestro sexo.” (VALLE, 2010)
Con una pluma considerada feroz por muchos contemporáneos, Luisa demuestra la falta de fundamento de las actitudes superiores de los hombres perpetuadas por la tradición y la costumbre.

“¿La mujer debe ser mujer? ¡La mujer es para el hogar, no debe ser macho!, ¡a zurcir medias y calzones!, ¡a dormitar al amor de la lumbre tejiendo calceta! ¡Quién la manda a dar opiniones, ni a meterse en política, ni a pretender que la elijan diputada! ¡Eso no se puede soportar! ¿No le hemos permitido ya que ingrese en las cátedras para doctora en leyes o medicinas? Pues no se conforma, ya quiere ser juez, alcalde, jefe de policía, legisladora. Para eso la hemos dejado estudiar, para que quiera echarnos a un lado, pretendiendo acaparar nuestros puestos y querer superarnos. No sé cómo estas mujeres se olvidan de su debilidad y de su indiscreción, no se les puede confiar nada, ni enseñar algo, pues seguida quieren sustituirnos. ¿Pero cómo la mujer va a imitar al hombre? Si no puede, si es inferior, ¡hasta la naturaleza la condena a estar recluida durante el parto y la lactancia! Así se expresa la mayor parte de los hombres y ese es el concepto que le merece la mujer, olvidándose de su mujer, su madre y sus hijas. Pero no hay temor que la sangre llegue a los ríos ni a que las discusiones turben la placidez del hogar, pues la mujer no deja de serlo porque haga política ni exponga su opinión, así sea legisladora o detective. La mujer siempre será mujer, siempre que sea buena madre o mala, tenga esposo o amante. Es mujer, y no es ser mujer solamente estando empolvada y llena de cintas y encajes. Como no deja de ser un hombre el que perteneciendo a ese sexo aprenda a cocinar, a zurcir, a barrer y a coser. ¡Cuántos hombres lo hacen...! La mujer no pretende ser superior al hombre; al menos esa no es la intensión ni el fin de sus aspiraciones. Ella superará al hombre por su conducta y el cumplimiento de su deber”. (VALLE, 2010)

CONCLUSIONES

De esta manera se expresó claramente, sin miedos ni vergüenzas el pensamiento de vanguardia de esta mujer; que se atrevió a usar pantalones en público retando las costumbres y convencionalismos sociales, llamando la atención de manera audaz y original sobre sus ideales, convencida del derecho de toda mujer a comportarse, hablar y vestirse de acuerdo a sus principios.

Hoy en día cuando la cuestión de la mujer se encuentra en el centro de los proyectos reformistas o revolucionarios, el valor de estos propósitos depende en buena medida del papel que por su condición se le otorgue a la mujer dentro de sus planes y programas. Por tanto, los derechos de la mujer no son ya únicamente una cuestión de leyes o códigos, sino que constituyen el testimonio vivo de la evolución de estas sociedades, y del incuestionable y cada vez más protagónico lugar que alcanzan las mujeres en ellas. Así, los derechos de la mujer constituyen rasgo definitorio y decisivo del carácter de los proyectos sociales posibles, imaginables, utópicos…
Dentro de su visión anarquista Luisa Capetillo fue una transgresora en el sentido más diverso, impregnando su lucha por la reivindicación de la mujer en la sociedad con los principios de justicia social, trascendiendo las fronteras de la cuestión de género.

Luisa Capetillo vivió lo que predicó, lo que escribió para la posteridad. Ejerció la libertad en el amor y en la amistad, en el trabajo y en la escritura. Fue vegetariana y vistió pantalones. Una vida dedicada a la defensa de los derechos de la mujer, cuya herencia vivimos todas hoy.
Al informar su muerte, el periódico Unión Obrera del 15 de abril de 1922 leía: “Su entierro fue pobre, como son regularmente para los apóstoles líderes de las causas grandes de la humanidad.” (FMC, No. 74)

BIBLIOGRAFÍA:

AZIZE V., Yamila. La mujer en Puerto Rico, ensayos de investigación. San Juan: Ediciones Huracán, 1987
BENSADEN, Ney. Los derechos de la mujer: desde los orígenes hasta nuestros días. México: Colección Popular, 1980
GUERRA, Lucía. La mujer fragmentada: historias de un signo. Colombia: Edición Casa de las Américas, 1994
RICARDO, Yolanda. La resistencia en las Antillas tiene rostro de mujer. República Dominicana: Academia de Ciencias, 2004
VALLE F., Norma. Mi patria es la libertad. Disponible en: www.kaosenlared.net. Acceso en: 18 nov. 2010
VARGAS, Virginia. El movimiento feminista latinoamericano: entre la esperanza y el desencanto. S/L: S/E, 1990
FONDOS:
Centro de Capacitación de la FMC. Fondo Luisa Capetillo, Expediente No. 74