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miércoles, 15 de diciembre de 2010

Personalidad vs. Conducta. Una perspectiva de la obediencia desde un análisis de Las honradas

Por: Ramsés Tola García.
Estudiante de 4to. Año
de Lic. en Historia,
Universidad de La Habana


Resulta interesante para cualquiera que realice un acercamiento investigativo a Las honradas, el hecho de que el autor de la novela sea hombre (Miguel de Carrión) y ponga en voz femenina al rol protagónico (Victoria). Aunque Carrión haya sido un gran defensor, como lo fue, de los derechos de la mujer, lo primero que salta a la vista es que las escritoras no se atreven a diseñar tipos de mujeres (CARRIÓN, 1973, p.9), o mejor, a decodificar el tipo de mujer. Y es aquí donde estos circunstanciales problemas se interrelacionan con el presente trabajo. ¿Cómo las mujeres que están concluyendo el siglo XIX en Cuba se dejan guiar por la sociedad? Hasta qué punto esto es resultado de su desenvolvimiento en esta sociedad y hasta qué punto son ellas las que se están construyendo a sí mismas esa realidad que intentan enarbolar y que se desintegra por todos lados con el desarrollo de la vida moderna.

Esto se pudiera responder, en primer lugar, de la siguiente forma: estamos analizando una sociedad cerrada en cuanto a los cánones de vida y que por demás comienza un conflicto bélico, la cual para lograr su estabilidad se afianza a una identidad que a su vez va formando una cultura. Dónde está el conflicto, no se conforma cualquier cultura; sino un tipo de cultura, o sea: estereotipos de funcionamiento social.

Este cuadro es a su vez la representación del mundo, imago mundi, que tienen de sí los individuos que se están convirtiendo en sujetos sociales y por lo tanto se están apropiando de este tipo de realidad. Una realidad puramente masculina, donde el otro puede siempre porque es hombre, donde la mujer o mejor: lo femenino es la imagen constitutiva del hogar, mientras lo masculino referencia el trabajo; una realidad donde ella calla cuando él manda. Donde es la mujer recatada, modesta, agradable y seria; porque ellas no deben reír muy fuerte. Donde el patriarca domina todo cuanto existe y diluye en ideología su accionar en la sociedad. Donde cada cual tiene y debe conservar su posición, o mejor, su representación.

Para explicar pudiéramos decir que la unidad más significativa de las estructuras sociales no es la persona sino el rol (que responde a los patrones culturales vigentes), que es aquello que constituye y define la participación en los procesos interactivos (MIRANDA, 2003, p.14). Es necesario por ello entender la interrelación e interdependencia existente entre el rol y la personalidad, y a un tiempo su independencia; en la medida en que se construye la segunda es necesario representar el primero.

Victoria no tiene que preocuparse por el tiempo porque su marido pasa lejos la mayor parte del día y por lo tanto, ella puede dedicarse a escribir. En este caso nos damos cuenta de que la protagonista está produciendo y reproduciendo en su vida cotidiana, el estereotipo de mujer que critica en el subconsciente. Pues además asume como algo natural el hecho de que su esposo llegue a casa y no le diga lo qué estuvo haciendo en el día. Bajo ese tipo de funcionamiento comienza la novela y así se desarrollará en toda su extensión. De niñez regularmente normal –con todo lo que significa ser la hermana menor de tres hijos–, provinciana perteneciente a la clase media santaclareña, de familia tradicionalista y católica; lo que cobra mayor importancia en la formación de la personalidad sumisa que se desea mostrar para una joven de sociedad –pueblo e imagen que debe respetar y representar.

Desde su adolescencia (etapa que más nos interesa para denotar los mecanismos según los cuales se construye una sociedad a través de una “niña”) va a comenzar a cuestionarse el medio en que sobrevive y la diferencia de género que establece la sociedad, saliéndose de la diferenciación de sexo que se hace desde la naturaleza. ¡Niña, niña! Deja eso… Gastón es hombre y puede hacerlo… ustedes deben darse su lugar (CARRIÓN, 1973, p.17). ¿Cuál es, o cuál puede ser el lugar de una joven de diez años de edad? Se llega a sobredimensionar de forma tal esta cuestión que en determinado momento se invierte la situación: y si Gastón (hermano de Victoria) realiza ciertas acciones lo reprenden y juzgan de: mariquita.

Nos enfrentamos a otro conflicto, el sistema de educación al que se someten desde nacidos (buena parte de la clase media y, en general, la clase alta); no es al régimen de la escuela oficial, sino al de la casa… al ambiente familiar. Esto no significa que en el hogar se construyan más súbditos que en las escuelas oficiales, sino que la familia va a contextualizar en las nuevas generaciones la vida social que procura; mientras que la escuela responde a un proceso de institucionalización –donde también se va a representar la sociedad, pero en menor peso en cuanto al comportamiento humano que ofrece el núcleo familiar. Su madre institutriz, que les educa en la gramática, historia, aritmética; ayudada por la tía Antonia, quien se encarga de la enseñanza del catecismo y el bordado. ¿Qué más pudieran pedir esas niñas?, poseen una educación con todas las leyes para poder hacer lo que se debe hacer. Pues como su propia madre dijera, las mujeres y los niños son muy semejantes y ambos tienen que ser cuidadosamente guiados en la vida. Lo interesante es que nuestra protagonista concuerda con su madre en este parecer y que el medio en que se desenvuelve desarrolla también esta perspectiva de educación.

A pesar de los esfuerzos de toda la familia, Victoria se va a ir enfrentando poco a poco con los nuevos modos de vida que serán también modos de pensamiento. Del aislacionismo, el siglo XX irá conformando una conciencia socializante donde lo importante no será tanto la vista de las personas, sino la comunicación entre estas.
Pero a pesar de todos los esfuerzos por apartar a Victoria de los nuevos vicios, no podrán evitar que enfrente la adolescencia con ese nexo que le va a ir mostrando el mundo moderno: Graciela. Aquí podemos idearnos el cuadro psicológico: una es educada bajo la tutela de su madre y de su tía (estereotipo de solterona: ferviente devota, que vive aislada de la sociedad, dedicada por completo a sus animales: gatos), mientras la otra ha de enfrentar la realidad sola con su madre (huérfana de padre), lo que le va a ofrecer a la segunda una mayor libertad e independencia a la hora de entender y revisar ciertos aspectos cotidianos.

De esta forma, si entendemos que los roles a representar no son estrictamente cerrados puede suceder que actores con diferentes personalidades puedan satisfacer, dentro de los límites bastante amplios, y sin demasiado esfuerzo, las expectativas asociadas con roles aproximadamente semejantes (MIRANDA, 2003, p.15). Como es el caso de Graciela y Victoria, convertidas en protagonista y antagonista, solo en lo que respecta a la personalidad.

Llegado el momento, nos llega el conflicto bélico (la guerra de 1895-1898), lo cual significó un cambio de vida para las cubanas, que tuvieron que asumir el exilio (GONZÁLEZ PAGÉS, 2003, p.34). Como es lógico, una vez en Nueva York, aunque debían adaptarse a otro estilo de vida, continuaron socializando los esquemas sobre los cuales habían fundamentado su existencia. Gastón, fue enviado a una academia militar –muy cerca del centro-; mientras que las hermanas a un colegio católico –en las afueras de la periferia. Como es de esperar, en el pensamiento de nuestra protagonista se produjeron ciertas variaciones; y más cuando cada vez que se reunían entre ellas (las otras alumnas) era para hablar de hombres. Pero esto no la llevó, paradójicamente, a cambios en la conducta.

Lo más significativo de esta etapa es que allí se formará la idea –en la mente de Victoria- de ver a los hombres como el perpetuo enemigo y el eterno deseado (CARRIÓN, 1973, p.47). Así, la imagen del hombre como ese animal que da caza a la mujer; va a ir conformando la mentalidad de una adolescente a la que se le impone una realidad que constantemente está dejando de ser. Su defensa natural va a ser aislarse, a través de Walter Scott y Charles Dickens; buscando en la literatura lo que la sociedad no le puede mostrar y lo que el seno familiar le ha hecho ver.

Aunque, y aquí tenemos otro problema, ella no se desprende totalmente de ciertos pensamientos; los cuales se deben esconder con vergüenza. Este es el ejemplo de todo lo que tiene que ver con la pubertad y la repugnancia que le producen los desechos vaginales, o incluso la repulsión hacia la idea del matrimonio y lo que implica la noche de bodas para una mujer. Lo dicho anteriormente, desmiente la tan usada teoría que muchos aplican a Carrión y que el propio autor asume, exponiendo que “las que aparentan ser las honradas en realidad son las impuras, y viceversa.” Digo esto teniendo en cuenta que, al menos en su adolescencia, Victoria no hace más que aferrarse a un comportamiento –sea cual sea la razón- con plena conciencia de ello a medida que se conforma en ella “la dignidad de la mujer”.

Analizando otra cuestión y según la visión del siglo XXI, pidiéramos ver con malos ojos el hecho de que en esa etapa –la pubertad-, Victoria se preocupe en demasía por su figura y por estar corpulenta –como Alicia- y por contemplarse, pero viéndolo desde las funciones lógicas de la evolución; pudiéramos decir que esto forma parte de la obsesión psicológica de todo joven por “ser grande” –aunque esto, en sí, implique la asunción de una expectativa que es producto de lo que representan “los grandes” en la vida social-, por ello no debemos confundirnos en el juicio.

Al paso de los años –ya en Cuba, en La Habana- la protagonista se enfrenta al tan temido matrimonio. Pero cuando Joaquín Alvareda se dispuso a consumar el acto, Victoria tuvo que reprimirse para no escupir de asco y despecho sobre la alfombra de la alcoba nupcial (CARRIÓN, 1973, p.151). Aunque para la mayoría de los hombres esto pudiera parecer descabellado, resulta totalmente normal en la personalidad de Victoria; porque como ella misma dice, no aborrece a su esposo sino que acusa a los hombres de sensuales y materialistas.

Mucho le va a costar a Victoria acostumbrarse a que por derecho su esposo puede tocarla a su antojo, porque para eso se casaron. Sorpresa se va a llevar cuando escuche más tarde decir a Graciela refiriéndose a su matrimonio: ¡Somos concubino! solo eso. (CARRIÓN, 1973, p.163)

Luego todos ríen por su puerilidad. A pesar de todo, jamás dejó que su semblante expresara el menor signo de contrariedad o de fastidio (CARRIÓN, 1973, p.215), porque eso es lo que debía mostrar; y lo que todos esperaran que mostrase; representando no ya el estereotipo, sino enarbolando lo que para sí era arquetipo de señora. Ambas categorías, llegado el momento, se enfrentarán; llegando a confundirse de manera tal que: la sociedad creyendo enarbolar el arquetipo de mujer, al dirigir y normar el comportamiento en cuanto a las expectativas sociales; solo estará conformando el estereotipo de lo que se representa en la mente cotidiana como mujer.

El problema funcional de los sistemas sociales puede resumirse en los problemas de asignación, integración e interacción. (MIRANDA, 2003, p.15)

Durante el tiempo muerto, Joaquín y Victoria volverán a su rutina sobre la lectura y el bordado –respectivamente-, claro, siempre y cuando la esposa no tenga otra cosa que hacer en la casa.

Bibliografía:

CARRIÓN, Miguel de. Las honradas, Ediciones Huracán, La Habana, 1973.
GONZÁLEZ PAGÉS, Julio César. En Busca de un espacio: Historia de las mujeres en Cuba. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 2003
MIRANDA A., Miguel. Pragmatismo, interaccionismo y trabajo social. 2003. Tesis de Doctorado en Antropología social y cultural, Universitat Rovira I Virgili, Tarragona-España.

Miguel de Carrión y Las impuras

Por Ernesto González Negrín.
Estudiante de 4to. Año
de Lic. en Historia,
Universidad de La Habana

Miguel de Carrión y de Cárdenas nació en La Habana el 9 de abril de 1875, en la iglesia de Monserrate. Su padre era un abogado de los tribunales de la nación y su abuelo un caballero de la real Orden de Carlos III. Al estallar la Guerra de Independencia en 1895, emigra a los Estados Unidos. A su retorno se dedicó a las letras y al periodismo. Se graduó de médico en la Universidad de La Habana, profesión que ejerció durante toda su vida. En ese campo publicó Los cálculos renales y su diagnóstico.

Cuando se establecieron escuelas normales para maestros en 1918, ganó por oposición la Cátedra de Anatomía y Fisiología de la Escuela Normal de La Habana, llegando a dirigir dicha institución. Fue miembro fundador de la Academia Nacional de Artes y Letras. Retrató en sus obras el “bajo mundo” habanero, en un intranquilo afán por captar la realidad social y política. Murió el 30 de julio de 1929.
Representa al grupo de narradores que a fines del siglo XIX empiezan a concebir el cuento como una narración distinta, por su factura y sus propósitos. Sus cuentos, reunidos en La última voluntad (1903), están enmarcados dentro de la tendencia naturalista que venía de Francia y España. Miguel de Carrión, en estas narraciones breves estaba interesado por la indagación psicológica, al igual que en sus novelas más destacadas. Su primera novela, El milagro, aparece en 1904, y trata sobre la frustración de una seudo vocación religiosa; entronca con las narrativas naturalistas y persigue objetivos psicológicos. Tiene mucho de relato lírico, en medio de una naturaleza absorbente.

Las Honradas (1918), novela de estructura equilibrada, de estilo cuidado, con técnica naturalista, constituye el relato espiritual de su protagonista, Victoria, quien narra en primera persona su propia existencia. El autor realiza una verdadera introspección en el ánimo de Victoria. Ella pondrá el balance de su auto-análisis el concepto de la honradez, tal como lo prescribía la moral burguesa de principios del siglo. El creador encara las convenciones mojigatas que predominaban en la familia cubana de la época, pero no es menos descarnada su visión de la realidad política y social de la República, sino como la copia de un ambiente empobrecedor y mezquino. Dicha novela psicológica muestra el esclarecimiento del mundo subjetivo de Victoria, pero el marco social no está olvidado, sirve como trasfondo adecuado para la protagonista, resulta un elemento más a considerar en el panorama anímico de esta mujer.

Para el año de 1919, Miguel de Carrión escribe su tercera novela: Las impuras. En 1961, es publicada su obra inconclusa La esfinge; cuenta con elementos como la descripción de escenas de fuerte sensualidad, típico en su narrativa al igual que el intento de penetrar en la psiquis de la mujer, que en esta se repite.
“Decir que Las Impuras es una gran novela es faltar el respeto a las grandes novelas”, escribía Calvert Casey. Sin embargo, para buena parte de los estudiosos literarios era el novelista más interesante de su generación ―Carlos Loveira, Jesús Castellanos, Miguel Ángel de La Torre…―, siendo las novelas Las Honradas, y sobre todo, Las Impuras, sus dos logros artísticos más preciados. El propio Calvert aseguraba que “la cruda exposición y el análisis que sin proponérselo hace (…) del fenómeno social del relajo, del principio agudo del placer que motivó a varias generaciones, convierten a Las Impuras en un documento sociológico de interés permanente si sus méritos literarios no bastaran”. Pero de todos modos, Miguel de Carrión se inscribe hoy dentro de la cultura nacional como uno de los escritores imprescindibles de la literatura cubana.

Con sus narraciones publicadas en Cuba durante los años iniciales del siglo XX y en sus obras inéditas, demostró un conocimiento inusual de la psicología y los conflictos de la mujer, trazando precisas caracterizaciones de sus personajes; particularmente, en las novelas Las honradas y Las impuras, donde sus protagonistas femeninas arrastradas por la pasión amorosa revelan un universo de contradicciones sociales, al tiempo que encarnan dos paradigmas: la «burguesa honrada» y la «pobre impura». No en vano la aparición de Las honradas conmocionó a la sociedad habanera de su época y Las impuras estuvo durante varios años prohibida para las solteras, hasta alcanzar reconocimiento y convertirse en una de las obras literarias más exitosas, con numerosas ediciones, versiones teatrales, radiales y televisivas.
Bajo el influjo del realismo positivista y de la literatura del francés Emile Zolá, Carrión se adentró en la intimidad de sus personajes para demostrar las contradicciones y pasiones que arrasan al ser humano, fundamentalmente a través de su relación con un tema para entonces tabú: el sexo. El autor expone su preocupación por los derechos de la mujer frente a una sociedad patriarcal y machista que se encarga de cuestionar y ridiculizar. Ello se evidencia con la construcción del personaje protagónico de Las impuras, Teresa, pese a su rectitud moral y al estoicismo con que asume su liberación, aplastada por la intransigencia de su hermano y de su amante y que es vencida por un mundo al que se rehusaba entrar.

La novela constituye un estudio del marco de la prostitución en La Habana de entonces. Teresa, mujer de pensamiento independiente y voluntariosa al actuar, es la amante de Rogelio Díaz. Para mantenerse al lado de este hombre casado, Teresa va a vivir en un ambiente bohemio, marcado por la confluencia de diferentes vicios. Rogelio se entrega al juego y a las mujeres, piensa en futuros negocios que nunca tienen éxito, no tiene firmeza de convicciones, ni constancia; el autor lo utiliza para reflejar la deformación moral y ética de la descendencia de un sector social compuesto por los inmigrantes que hicieron fortuna en la Isla, esos hijos forman parte de una generación educada en la complacencia, el ocio y el facilismo. La carencia total de carácter lo identifica, fue entrenado en el gasto desmedido sin conciencia real de lo que ello detonaría; incapaz de actuar con sensatez y de enfrentar dificultades. Su amante Rogelio es prácticamente la antítesis de su querida. Obligado a mantener la honra de la familia, tuvo que casarse con la muchacha que embarazó, enamoró a Teresa y se la agenció de querida. La vida en la ciudad y la pobreza terminaron por condensar la nube de ideas que lo rondaba y ello terminó en una huida con una nueva pasión.

Se traza una evidente diferenciación entre el campo y la ciudad, siendo esta última un marco propicio para obrar con más ligereza la conciencia y menos pudor. No es una novela de índole psicológica, sino de propósitos sociológicos. Al tiempo que descubre todo el mundo de las impuras, revela también la vida política de la época, con sus maniobras turbias, con los trucos políticos, la hipocresía de mercaderes como Rufino. Describe la cotidianeidad de La Habana y el papel que en ella jugaban los truculentos manejos políticos y el alcance de factores como el poder económico. Los rasgos naturalistas que se manifiestan en la obra no alcanzan la pornografía; Miguel de Carrión vincula este recio realismo con elementos románticos que advertimos en el desarrollo de la trama y en el trazado acentuadamente sentimental de algunos personajes.

Mediante el análisis de la obra, partiendo de la ficción que envuelve y potencia la historia narrada y tomando en cuenta que se parte de la creatividad de un hombre que se nutre del mundo que lo rodea, tomando de este lo que, en su consideración importa; se pueden distinguir rasgos que nos permiten visualizar la sociedad de entonces. Los personajes descritos en la misma, existen con toda intencionalidad: mostrar al lector la diversidad, las situaciones e individuos que componían la vida en los sitios donde se desenvuelve la trama.

Así vemos por ejemplo el deseo del hermano de la protagonista, una vez esta huérfana, de enviarla a los Estados Unidos de América a concluir sus estudios, en un momento en que la aristocracia de la recién nacida República adoptaba como paradigma rector lo proveniente de aquella nación que ejercía su control sobre el futuro de Cuba a través de políticos y de la economía, aunque esta situación sufre transformaciones con el decursar del tiempo; haciéndose manifiesto el desagrado dentro sectores amplios de la población, por la intromisión o la simple presencia de los llamados yanquis, y el autor lo refleja en su obra.

En repetidas ocasiones se aludirá a la inadaptabilidad social que experimenta Teresa, quien no deja que se le impongan cánones y criterios propios de la época en que le tocó vivir, tratando de defender sus mentalidad considerada demasiado orgánica como para ser bien vista. El autor la describe como una mujer independiente, que para ser consecuente con sus creencias está dispuesta a correr los riesgos necesarios. La describe capaz de no acatar lo preestablecido, por un sentimiento.

En el libro se toca, aunque no a profundidad, el mito de virilidad y la fogosidad caribeña, justificando comportamientos y actitudes en materia sexual con elementos como el factor climático. Unos estudiantes que residían en el lugar utilizaban bromas jocosas para justificar esa actitud, sus teorías coincidían en la existencia de un calor sofocante que perturbaba los sentidos y alteraba los humos haciendo del ser que lo padeciese un animal en celo. Creo, teniendo en cuenta el anterior lanzamiento de Las Honradas, que el autor con esta novela trataba de presentar una realidad, aunque por ser parte de la cotidianeidad, gozaba de cierto reconocimiento que la inclinaba a marginar más aún a ese sector que lucraba vendiendo placer carnal, y en aras de revindicarlo, el escritor diseñó el entramado de la historia, reduciendo de cierto modo las diferencias morales de los dos grupos de mujeres (honradas e impuras) apelando a lado sentimental y humano para no desdeñar de antemano al menos favorecido.

Ello se evidencia con la construcción misma de Teresa, quien era calificada por la sociedad del mismo modo que una prostituta al ser la querida de un hombre casado; la trama se encarga de demostrarlo errado de este criterio. La actitud solidaria de las muchachas ante la agonizante niña también lo demuestra, resaltando los valores humanos de las impuras que acuden en su auxilio. Por otro lado se denuncia el caso de la viuda Riscoso, una señora con una posición acomodada en la sociedad que le hacia ostentar cierto respeto, sin embargo fungió como alcahueta de la huérfana Teresa, guiándola por caminos que le eran desconocidos; o siendo víctima de una violación, en gran medida, provocada por su actuar despreocupado, que de cierta forma parece similar al de una impura.

El término impura es utilizado para calificar a las mujeres que venden los favores de sus carnes en aras de lucrar, dentro de ello se encuentran las prostitutas, las queridas, las queridas de hombres casados (esta goza de peor estatus que la anterior y ganaban un mayor repudio de la población). Otra definición más sencilla es la que engloba a toda aquella mujer que haya perdido la virginidad antes de casarse. La práctica del adulterio en el caso de los hombres se muestra como algo natural, y en caso de que se cometa no pagando por sexo sino fruto de una seducción, es motivo de orgullo y realza su prestigio en la sociedad como galán ante los demás hombres y en el caso de las mujeres casadas, sí ven este tipo de comportamientos como algo reprochable. En cambio, cuando una mujer incurría en ello sería muy mal vista por la sociedad, al igual que su marido.

La virginidad en la época tenía una importancia clave (la virginidad como medio para legitimar un matrimonio). La denominación usada para nombrar a la mujer que la perdiese antes de llegar al matrimonio era que había sido pervertida o perjudicada; ello podía ocurrir de varias formas, pero las enumeradas en el libro como principales causas eran: la seducción o romance, violación, o por la compra de ese derecho lo cual ocurría en caso de mujeres pobres.

Se utiliza el término chulo para nombrar al proxeneta, aunque en casi todas las oportunidades dicho término están acompañados de adjetivos peyorativos. Cobraban por proteger a la prostituta, otros se hacían mantener por ellas conviviendo fuera del marco del oficio como una pareja común; se imponían mediante el uso de la fuerza contra su protegida; eran sujetos violentos, capaces de enfrentar a las instituciones encargadas de velar por el orden público.

Las prostitutas al igual que las queridas podían tener lo que llamaban caprichos, son aquellas relaciones en las cuales no cobraban sus servicios y lo hacían seleccionando la persona en dependencia de sus preferencias. En el caso de los hombres existía la creencia de que la esposa era para atender la casa y la familia y las queridas y prostitutas para divertirse y amar.
No se estilaba el tener una querida para un hombre por la poca solvencia que existía en el país; la mujer dividía su tiempo en dependencia del dinero que abonase cada uno de los hombres que estaban en su programa, el número de miembros de cada grupo fluctuaba.

Recrea la costumbre entre los jóvenes de reunirse en Prado y recorrer dicha zona, con fines de esparcimiento. Entre las impuras y sus clientes existía una práctica frecuente denominada aviación, que era recorrer en un vehículo cierta distancia, en el trayecto se podía hacerse de una en la zona apartada donde las mujeres podían realizar su oficio, e incluso con el carro en movimiento. En el inmueble donde se hospeda Teresa se muestra la prostitución en diferentes modalidades y con una marcada diferenciación en cuanto a remuneración económica por los servicios que brindan. Se dilucida por la obra varias formas por las que se podía llegar a prostituirse una mujer de entonces: vendida al proxeneta en una forma de esclavitud, si ha sido pervertida y no encuentra posibilidad de matrimonio o es expulsada de la casa, que haya sido obligada de alguna forma. En todas las opciones que da el autor el factor económico es un medio o ejerce un peso determinante.

Salvador Bueno escribió: “Cuando la obra de Carrión queda certeramente ubicada se la considera como un testimonio doloroso y sombrío, pero agudamente fiel, de una etapa de la historia cubana, de una época de transición que, sin haber llegado al clímax, permite contemplar algunas señales de superación y de esperanza” (BUENO, 1963). Las impuras, debe ser ante todo vista como un testimonio de nuestro pasado nacional y de valor excepcional porque recrea dos elementos de la realidad poco tratado con tanta claridad en la época: la mujer y la prostitución.


Bibliografía:

BUENO, Salvador. Historia de la Literatura Cubana. La Habana: Editora del Ministerio de Educación, 1963
CARRIÓN, Miguel de. Las Impuras. La Habana: Editora Popular de Cuba y del Caribe, 1960
INSTITUTO DE HISTORIA DE CUBA. Historia de Cuba. La Neocolonia, organización y crisis desde 1899 hasta 1940. La Habana: Editorial Félix Varela, 2004