La directora cubana de cine Marilyn Solaya durante el rodaje de su filme Vestido de novia
Por Danae C Diéguez
La conocí en 2006, mientras estábamos
organizando el coloquio "Sara Gómez: imagen múltiple. El audiovisual
cubano desde una perspectiva de género" y le habíamos pedido que
participara mostrando sus experiencias como realizadora. Ya por entonces se
hablaba del guión que Marilyn Solaya quería filmar para su largometraje de
ficción titulado Vestido de novia. Allí llegó con Carolina, su hija, y mientras
ella conversaba con el público que asistía, los estudiantes que nos apoyaban en
la organización cuidaban a la niña.
De ahí proviene nuestra amistad, que ha ido creciendo con los años y ha
pasado por largos intercambios de ideas y sueños, también por la dicha que he
tenido de compartir con alguien que ve en la lealtad a sus amigos su mayor
virtud. Hemos tenido desencuentros y encuentros, pero siempre desde el respeto
y el cariño que nos une, por eso verla hoy con su película Vestido de novia
en edición es un gusto que sé disfrutamos todos sus amigos, casi como ella
misma.
No han sido pocos los tropiezos que ella ha vivido para llegar a
realizarla, las caídas y cómo se ha levantado ante cada duda o negación que
recibía. Sé cuán receptiva fue con los criterios que venían desde el cariño y
cuánto aprendió de los que venían desde el desamor. También sé de su
laboriosidad y perseverancia: se le podía llamar a las tres de la madrugada y
estaba escribiendo; a las seis, ya estaba lista para prepararles el desayuno a
sus niños y llevarlos a la escuela. Nunca dudé que lo lograría y ahí está su
filme como un camino largo para ser transitado, con el cual confiesa que ha
crecido mucho.
Estuve el último día del rodaje; apenas hablamos, pero nos conocemos como
para saber que lo qué estaba viviendo era, aunque suene un lugar común, un
sueño hecho realidad.
¿Cuándo empieza el recorrido del guión de tu película? ¿Cuál ha sido el
trayecto que ha tenido?
Todo el mundo se cree que la película surge después del documental En
el cuerpo equivocado, con el cual gané la segunda convocatoria de DocTV
Latinoamérica y que va sobre la primera transexual cubana y única por 20 años
hasta 2008. Fue todo lo contrario, cuando yo conocí la historia de esta persona
con reasignación de sexo siempre pensé que había que escribir una historia de
ficción porque era lo que me iba a permitir tener más libertades, además de que
muchos elementos de su vida no me interesaba contarlos tal cual y tuve que
recurrir a otras historias de personas con conflictos en su identidad de
género. Así que, al final, la película de ficción no es sobre la historia que
cuenta el documental, sino sobre muchas historias que confluyen.
Pero sobre un conflicto determinado...
Muchos conflictos. Me cuesta hoy intentar definir mi película en una
frase. Pudiera decirte que va sobre los otros, sobre todas esas personas que
están alrededor de una persona transexual, o de un hombre que está casado con
una transexual. ¿Qué pasa con esa gente, cómo las miran? ¿Cuánto hay de
hipocresía, de doble moral, en muchas de ellas, que tienen que convivir con
personas que han sido transgresoras con su vida? Siempre me llamó la atención
la valentía de ellas y lo que constaté en el camino es que son verdaderamente
auténticas transgresoras porque han defendido su derecho a ser y desde ahí es
que yo, como comunicadora, me conecto y es desde donde me interesa contar la
historia.
¿Cuándo descubres que ese es el tema que te interesa y se convierte en el
guión de Vestido de novia?
El incentivo fue Cinergia; apliqué con 20 páginas para el apoyo al
desarrollo del guión y gané. Ahí me di cuenta que esas páginas decían algo y
empecé a escribir. Hice dos, tres, 10 versiones --ya ni me acuerdo cuántas-- y
quedó finalista en el Festival de La Habana, cuando aún ni siquiera lo había
revisado nadie. Estuvo entre los 10 proyectos que selecciona DreAmago en Suiza,
para propuestas que marcan la diferencia, así más o menos reza en los elementos
para la selección; allí estuve en un castillo escribiendo, con el apoyo de
guionistas de diversas partes del mundo y con los guionistas de los otros
proyectos seleccionados. Fue un trabajo verdaderamente interesante y
enriquecedor. Luego estuve en el I Taller de Guiones latinoamericanos que se
realizó en el Festival de Cine de La Habana. Después llegó al proyecto Eliseo
Altunaga, mi profesor, con quien había trabajado antes y del cual aprendo tanto
todo el tiempo. Él me ayudó a centrarme, a organizar el punto de vista, todo a
nivel estructural, pues la historia yo la tenía clara. Y bueno, ahí está
Vestido de novia. Estuvo en el ICAIC desde 2008, fue recepcionado y realmente
fue muy difícil que se realizara: los tres ciclones que devastaron la isla, la
crisis económica del mundo y cómo afectaba la producción de cine en Cuba, entre
otras causas, así que mi única opción era aplicar a un fondo de fomento del
cine. En ese tiempo voy a Bilbao, al festival de Cine Invisible, y su director
me presenta a Fernando Diez, un productor que ya tenía experiencias con
películas que abordaban estos temas y se interesó en la película. Así que
llegué a La Habana con un apoyo de coproducción, aplicamos a Ibermedia y el
proyecto fue seleccionado.
Sin embargo, este guión ha crecido porque siempre estuviste atenta a los
criterios de personas que reconocías importantes y certeras en sus miradas,
siempre muy atenta a las opiniones que te ayudaban a crecer.
Este guión ha sufrido los cambios que, a la vez, yo iba teniendo como
creadora, como persona, como mujer. El guión se ha ido exponiendo, modificando;
ha ido teniendo una solidez desde mi propia solidez. Desde que encontré mi voz,
el guión se ha robustecido, pero ha sido desde adentro, desde mi crecimiento
interior. Claro, no es lo mismo sin apoyo y lecturas con ojos sinceros. Yo hice
muchas versiones de esta misma historia, pero esta es la película que yo quería
hacer.
¿Y la asesoría de Eliseo Altunaga?
Imagínate, Eliseo fue mi maestro y es mi maestro. Es la persona que hoy
veo tiene más claro cómo se estructura una película o cómo se cuenta una
historia a través de un personaje; cómo puede una historia ser eficaz, sin ser
mago, por supuesto: la idea tiene que estar, el punto de vista tiene que estar
claro y ser potente. Él es una persona que tiene todas las herramientas, por
todos los años que tiene de trabajo, investigación y experimentación. Por
supuesto, llega al proyecto con ese desenfado, con esa manera amoral que tiene
de enfrentar los guiones y que me ha transmitido, me lo ha pegado. Es bueno, no
todos tienen la oportunidad de tener cerca de un maestro.
Al filmar, ¿cómo logras hacer verdad y ver representada la historia?
En un momento yo odié la película. Hice el documental y me dije que ya
esta historia no quería contarla. Pero ya estaba todo tan amarrado y era un
proyecto al que yo le había dedicado mucho tiempo, por el que he renunciado a
muchas cosas, desde lo personal, lo profesional; ya no podía abandonarlo. Un
buen día reencontré el camino y me di cuenta por dónde tenía que ir la
historia. En eso tiene mucho que ver, por ejemplo, tú misma, con todo lo que
hemos conversado y me has aportado en tus estudios de género y cine. También mi
acercamiento a los estudios de las masculinidades, porque muchos piensan que
género es solo mujeres; ahí la relación con Julio César González Pagés ha sido
definitoria, pues me ha ayudado a contar mi historia desde otra perspectiva.
¿Por qué otra perspectiva? ¿Cuál es el aporte que desde la asesoría hace
Julio como estudioso de las masculinidades?
Invito a Julio a que participe en la película porque hubo un momento en el
que sentí que esta iba más sobre el cambio de los hombres, sobre los nuevos
tipos de masculinidades y yo, que adoro a los hombres,...siempre me ha parecido
interesante todo el tema de cómo ellos aprenden a llorar, a saber decir no y
que eso no demerita su calidad como hombres. El respeto a su género, que es el
respeto a las mujeres también. En fin, creo que toda esa mirada la aporta Julio
en la película, además del lado histórico. Aunque intentamos que el contexto se
hiciera evidente, lo más importante en la historia es la búsqueda de la
felicidad de cada uno de los personajes. Cómo se revelaban en ese contexto que
les imponía normativas, pero siempre la felicidad como guía, a pesar de esos
otros que desde la doble moral se les interponían. Julio estuvo en el rodaje en
todos esos momentos complejos, en las discusiones para entender las actitudes
de estos hombres y mujeres que iban a interpretar. Su mirada allí fue muy útil
y se lo agradezco mucho.
¿Crees que el acercamiento a los temas de género y tu crecimiento
paulatino en relación con estos temas te ha ayudado a fortalecer tu punto de
vista? ¿Es algo que te empieza a definir como realizadora?
En la medida en que yo he vivido mi propia experiencia como mujer
realizadora, en un medio complejo, he podido traspolar esa experiencia en mi
obra creativa, en mi historia, en mis personajes. Mi obra habla de mí.
¿Y cuál es la relación que tiene tu película con el feminismo? ¿Crees que
sea una película desde un enfoque feminista?
Yo soy feminista; sabemos todo lo que por ignorancia la gente opina del
término. Yo pediría que se informaran. Julio es un hombre feminista, de ahí
provienen sus estudios y su posición en los estudios de masculinidades. Eso ha
llamado mucho mi atención y sabes que por eso lo admiro; desde el día que me lo
presentaste he quedado prendada de su manera de abordar estos temas y de todo
el trabajo que hace.
Sí, he defendido como mujer mi película e intentado una mirada que se
posicione en otras perspectivas en las relaciones de género; si mi historia de
vida marca un punto desde donde he tenido que entender al mundo y relacionarme
con él a partir de las desigualdades que todavía existen para las mujeres y el
acceso, en este caso, a la dirección de cine, entonces creo que sin dudas mi
enfoque es feminista. Sin renunciar a esa condición, he intentado hacer una
película que mire estas realidades desde otro punto de vista. Es una coherencia
desde otro ángulo para llegar a lo mismo. Es un atajo que nos ha funcionado muy
bien. Es como un galletazo que saca a la luz pública realidades ocultas de los
seres humanos en nuestras circunstancias.
Soy feminista en la medida en que peleo por mis derechos como mujer para
llegar a ser. Lograrlo es abrirles las puertas a otras realizadoras, pero sin
dudas no llegamos a la realización en igualdad de condiciones...eso tú, que
estudias el tema, lo sabes bien. Como mujer he renunciado a demasiadas cosas y
a otras que me he expuesto, algo que no le sucede igual a mis colegas
varones...las pérdidas en el camino y el punto de partida nunca son los mismos,
eso marca la diferencia y sí hay que tenerlo en cuenta.
Para cualquier realizador hoy es difícil hacer cine, pero para las mujeres
es más difícil y cuando estás en tu madurez creativa, también te cuestionas la
posibilidad de tener hijos, pues el reloj biológico manda. Yo quise tener dos
hijos, ahí están porque era lo que deseaba; pero también he querido hacer cine,
soy una madre que cría sola a sus hijos y eso sabemos que es un reto hoy en
este país. Sin el apoyo de mi madre y mi padre hubiese sido imposible, así que
sin ellos, sin ese apoyo, hoy una mujer con hijos que quiera hacer cine es
prácticamente imposible.
Habías hecho En el cuerpo equivocado, un trabajo que requirió
esfuerzo y resultó sólido, en el que demuestras ser una creadora con grandes
intenciones. En tus documentales anteriores apelas siempre a elementos
ficcionales en la representación, como si advirtieras desde hace tiempo que
eres una directora de ficción. Sin embargo, ahora haces ya verdaderamente una
puesta en escena, con todo lo que eso implica... ¿cómo te enfrentas a un
largometraje dentro de la industria que, por demás, para ser una ópera prima,
es algo complejo: muchas locaciones, extras y además la presión de lo difícil
que ha sido para las mujeres en la industria del cine cubano llegar a la
dirección de largometrajes? ¿Cómo batallaste para que tu película fuera lo que
por tantos años habías soñado?
Desde el rigor. Para hacer cualquier cosa, para llegar con mi proyecto,
sacarlo adelante, para que fuera aprobado, cada paso que he dado siempre me han
mirado y exigido desde el rigor. A mí no me han regalado nada. Por lo tanto, me
ha parecido justo que yo no le regale nada a nadie. Este es un proceso creativo
y por eso es tan importante quiénes están en las diferentes especialidades. A
veces se hacen las películas no con las personas que te habías imaginado,
aunque sin dudas hay que estar abierto para aquellas que llegan y que quieran
emprender el camino.
Este proyecto tiene mucho de mí, le he dejado mucho. Sé de qué estoy
hablando: todas las personas con las que he trabajado han tenido elementos
suficientes para entender el trabajo que hacíamos, nunca se han quedado en el
aire y siempre han tenido una explicación, tanto artística como conceptual, de
cualquier tipo, toda esa pasión que le pongo a las cosas que hago... y por eso
no espero menos de las personas con las que trabajo: pasión, respeto,
dedicación. Es la única manera en que puedo trabajar, es mi obra. Cuando
directores y directoras --que pasamos tanto trabajo para sacar adelante un
proyecto-- lo logramos y llamamos a alguien para que nos acompañe en la
aventura creativa, le estamos poniendo un hijo en las manos. Por eso el rigor
es tan importante, porque lo que no se filma, lo que no se logra en cada una de
las etapas, después no estará en la película. Por eso siento que tenía que
defender a toda costa la película, contra viento y marea.
Una noche estaba aterrorizada y me escondí a llorar detrás de un camión de
esos del rodaje y uno de los eléctricos me vio y me dijo que no tenía que
llorar por nada, que yo era la cabeza y lo estaba haciendo bien, y que tenía
que seguir adelante con mi película... así conté con el apoyo de esas personas
que hacen casi todas las películas cubanas, que saben de lo que hablan porque
trabajan con todos los directores y me han visto crecer, han sido testigos de
todas mis etapas dentro del cine desde hace ya más de 20 años. Al final terminé
con muchos títulos: que si muy severa, que si la Dama de Hierro, que si
tiránica... No lo creo. He trabajado con muchos directores en Cuba y fuera de
Cuba y a todos se les respeta por el carácter que tienen. Claro... si una mujer
sabe lo que quiere y pide cuentas, es una histérica, menopaúsica, siempre algo
peyorativo rodea a una mujer temperamental con muchas cosas que decir y
voluntad de hacer. He estado ahora en la piel de ellos y de ellas. Hacer una
película genera un tremendo estrés, tanto para mujeres y hombres, aquí no hay
distingos... Lo único que sé es que he filmado la película que quería y defendí
ese derecho.
Pero en el caso tuyo hay un añadido para el estrés...
Pero en el caso tuyo hay un añadido para el estrés...
Además --y es la presión que una sabe que tiene por ser mujer en la
industria haciendo un largometraje--, vives con la pesadilla recurrente de que
te tiene que quedar bien, sí o sí. Nunca se me olvida que en encuentros que he
tenido con colegas directores, me preguntaban: "¿padeces de algo? Pues
chequéate, porque lo que te viene encima es muy fuerte"... y una siente
que es una piedra que le cae encima de los hombros, con la que he tenido que
lidiar hasta el final. Y mira, la filmé, lo hice, es una película, ni más ni
menos y no porque sea mujer me tiene que quedar mejor. Hay directores que
vienen a hacer una buena película a su tercer o cuarto intento...y no ha pasado
nada. Eso le ha pasado a los nuevos y los consagrados...
Ahora, también ese estrés viene porque la historia del cine cubano habla
de la ausencia de las mujeres como directoras de largometrajes. En Cuba las
mujeres han tenido muchas oportunidades, si quieren hasta cosmonautas pueden
ser, pero el espacio cinematográfico y la dirección específicamente de cine
dentro de la industria es casi una utopía ¿Por qué ha sucedido en una industria
de cine como la cubana que, en 50 años, solo tres mujeres, contándome a mí,
hayan podido dirigir largometrajes de ficción? Eso siempre me ha parecido, al
menos, sospechoso.
De hecho, cuando hacía documentales no pasaba nada, a todo el mundo le
parecía muy gracioso que aquella actriz etérea hubiera querido dirigir
documentales, que estudiara dirección y dirigiera. Pero hacer un largometraje
ya cambia y allí ya los rostros que antes sonreían, cambian. Claro, estamos
hablando de las grandes ligas y el cine, aquí y en cualquier parte, es costoso,
elitista. Por eso me preparé mucho, estudié teatro en la Escuela Nacional de
Arte (ENA), después dirección en lo que es hoy la Facultad de Medios
Audiovisuales del Instituto Superior de Arte (antes le decíamos la facultad de
cine, radio y TV). Luego trabajé varios cursos en la Escuela Internacional de
Cine, como asistente de dirección, en casting, producción...Empecé a realizar
documentales y a escribir este guión muy en serio.
¿Por qué insististe en hacerlo con la industria?
Para mí era un reto: si otros podían, por qué yo no. Preparación tengo,
historias tengo, deseos de contar y pasión tengo, voluntad y perseverancia, las
tengo. El talento es algo cuestionable siempre y depende de cómo se mire, es
algo que se le puede cuestionar a los consagrados y a los que están por
empezar. "Yo también quiero", ese es mi lema. Si yo nací para contar
historias, por qué no las puedo contar. Este es un país donde, al menos hasta
mi generación, nos educaron con la idea de que siempre podíamos, con cualquier
cosa, mujeres y hombres, y yo creo en eso.
¿Cómo transcurrió la filmación de la película?
Con los problemas que puede tener cualquier rodaje en este país y en
cualquier parte del mundo. Si yo fuera panadera o médica, tendría las
dificultades de esas profesiones. Yo sí creo que cualquier cosa que se
interponga entre ese acto creativo y tu obra no cabe. Fui muy consecuente con
eso.
Escogiste un equipo de actrices y actores de primer nivel, además
trabajaste con un equipo técnico- artístico muy profesional... ¿cómo te
sentiste en medio de la filmación?
Me pasaron cosas terribles en el rodaje: mi maestro, mi amigo, mi ejemplo
e ídolo, el director de fotografía Raúl Pérez Ureta, se enfermó ya bastante
avanzada la preparación de la película y tuve que esperar a que estuviera mejor
para que los médicos determinaran si podía continuar, y que él mismo me
recomendara a alguien, que fue Rafael Solís, a quien agradezco especialmente.
loré mucho sola en esa etapa, porque para mí era una pérdida no filmar con
Raúl, alguien con quien había hecho casi toda mi obra anterior y me conocía
bien. Llegar juntos al largometraje era nuestro sueño; sobre todo con él, que
es un maestro y me vio crecer en ese proceso.
También está esa manera que una tiene de adaptarse a las cosas: está la
obra en peligro y hay que hacerla. Así llegó Solís y yo con todos mis miedos y
mis dudas; le agradezco toda su paciencia conmigo, es una persona que se
comprometió con el trabajo que estábamos haciendo, poco a poco nos fuimos
acoplando, fue una persona que se interesó, que dio mucho a lo que le pedía.
Nunca tuvimos un exabrupto, tuvo mucha paciencia y entendió que era mi primer
trabajo y que, además, venía de la decepción de no tener al fotógrafo que yo
quería y que a él no lo conocía. Lo aceptó, se acopló muy bien y le agradezco
mucho que haya aceptado y se comprometiera en esta aventura. Se lo tuve que
decir porque realmente me conmovió.
En el sonido llamé a Velia Diaz, una muchacha joven con mucho talento.
Siempre me pareció que era una especialidad a la que las mujeres les había
costado más llegar. Velia es muy profesional y, si es posible, haremos la
segunda y la tercera quizás....
Otro es el padre de todos mis proyectos y cómplice en todo lo que hago:
Carlos de la Huerta, mi productor. Él hace realidad todo lo que le pido, de
manera incondicional; nunca se negó a nada de lo que le pedí, desde lo más
claro hasta lo más absurdo. Su compromiso y lealtad siempre me hacen sentir que
no estoy sola y que de verdad puedo hacer películas. Si yo soy la madre del
proyecto, Carlos es el padre y así ya tenemos tres hijos cinematográficos. En
la edición tengo a Miriam Talavera, esa gran editora del cine cubano. Ahora
mismo me ha echado del cuarto de edición y yo con mucho cariño le he confiado
mi obra, porque sé el talento que tiene, porque se merece todo el respeto del
mundo por la obra que la avala, por su sensibilidad y objetividad. Si he
llegado hasta aquí tengo que cuidarla y está en muy buenas manos.
La música está en manos de X Alfonso, alguien muy sensible a todos estos
temas y en quien creo mucho para que funcione bien la película.
Trabajé con Laura de la Uz: ella y yo estudiamos teatro juntas y este
personaje lo escribí para ella, como escribí para Luis Alberto García el suyo.
También para Pichi (Jorge Perugorría) escribí su personaje que tuvo, además,
muchas transformaciones. En Pichi he tenido a un cómplice desde el principio de
este proyecto, muchas veces desde la sombra, y su apoyo ha sido importantísimo
para mí, su nobleza. También para Mario Guerra escribí su personaje. Mario es
uno de los actores más interesantes que creo hay ahora mismo. La verdad es que
estoy complacida con todos mis actores y enamorada del trabajo que hicieron.
Había un personaje que era para un hombre, pero en la conferencia de prensa de
Casa Vieja vi a Isabel Santos haciendo un personaje pequeño, pero intenso, y
era esa etapa en la que te conté que estaba peleada con el guión, me dije:
"esta actriz va a ser el personaje". Llegué a la casa y escribí la primera
escena de Sissi, inspirada en una de las testimoniantes del documental. Creo
que la película ha ganado mucho con Sissi y con todo el talento que sabemos le
pone Isabel a sus personajes, esa pasión tremenda que tiene para
interpretarlos.
Realmente ha sido un reto para mí como directora lidiar con tantas personas, con tantos actores, diferentes personalidades y caracteres. Hay alguien que quiero destacar y es Luis Alberto García. Desde el primer momento se mostró muy cooperativo, mediador, apasionado, siempre sentí su apoyo y su respeto. Defendió un personaje muy importante, defendió los cambios de los hombres, y para mí el cambio de ellos es clave en esta historia. Si ellos no cambian su mirada, si no se transforman, nosotras no podemos avanzar en nuestras conquistas. Por eso el personaje de Ernesto, que interpreta Luis Alberto, es vital en la película. Lo defendió con propuestas e ideas que le agradezco mucho porque cada vez se hacía más grande y humano. Debo confesar que ese siempre fue mi personaje favorito como autora, dentro de esta historia, y verlo cobrar vida desde Luís Alberto ha sido realmente una experiencia fabulosa.
Realmente ha sido un reto para mí como directora lidiar con tantas personas, con tantos actores, diferentes personalidades y caracteres. Hay alguien que quiero destacar y es Luis Alberto García. Desde el primer momento se mostró muy cooperativo, mediador, apasionado, siempre sentí su apoyo y su respeto. Defendió un personaje muy importante, defendió los cambios de los hombres, y para mí el cambio de ellos es clave en esta historia. Si ellos no cambian su mirada, si no se transforman, nosotras no podemos avanzar en nuestras conquistas. Por eso el personaje de Ernesto, que interpreta Luis Alberto, es vital en la película. Lo defendió con propuestas e ideas que le agradezco mucho porque cada vez se hacía más grande y humano. Debo confesar que ese siempre fue mi personaje favorito como autora, dentro de esta historia, y verlo cobrar vida desde Luís Alberto ha sido realmente una experiencia fabulosa.
Después de la película, ¿qué has ganado como ser humano?
Bueno, como te puedes imaginar, estoy monotemática, solo hablo de eso y lo
demás pasa a un espacio secundario. Es como un gran parto porque no es solo
hacer una película, sino que ahí está todo lo que tiene que ver conmigo ahora
mismo, como mujer. En la película hay personajes, hombres y mujeres, que tienen
mucho de mí; tanto lo bueno como lo malo. Uno tiene que hablar de lo que sabe y
allí está todo. Mis inquietudes están ahí: mis preguntas como mujer y además
está la historia. La película se desarrolla en 1994, el año del maleconazo, la
gente saliendo de Cuba, el desparpajo mismo...esas memorias y vivencias que
guardamos, muchas veces dolorosas, pero que a los autores se nos escapan más
temprano que tarde, por suerte desde la creatividad.
El poema de Norge Espinosa, "Vestido de novia", se publica a
finales de los ochenta ¿Cuál es la relación con el poema?
Conocí a Norge por aquellos años en Santa Clara. Andaba con amigos poetas
y escritores, lo escuché en un recital decir el poema y me conmovió. Decir
aquel poema en esos años era de una valentía tremenda, casi una herejía, y me
pareció tan digno. Luego, un día, nos subieron en una guagua para La Habana y
fuimos de los pocos que aprobamos la prueba de teatro en aquel momento; estamos
unidos desde entonces por esa etapa de nuestras vidas. Ahora nos une el
compromiso por estos temas, la lucha contra las injusticias y todas esa fobias
que tanto daño han hecho y hacen a la personas.
¿De ahí el guiño que le haces a él mismo y su lectura dentro de la
historia de la película?
Sí, desde el propio título. Siempre me pareció genial la idea del varón vestido
de novia. Toda la película juega simbólicamente con las ropas, las
apariencias...hasta dónde una mujer de pelo corto es menos mujer que otra. Como
todo lo heteronormativo debe ser cuestionado a partir de los estereotipos, por
ahí va la película y también como homenaje a Fresa y chocolate.
¿Haber trabajado como actriz en Fresa y chocolate marcó tu interés
en estos temas?
Sin dudas haber estado en la película, con 22 años que tenía, más que un
adorno se convirtió en una responsabilidad. Yo no tenía ni idea de la película
en que había participado, pero con el tiempo y al haber estado al lado de sus
directores, sin dudas me ha dado la magnitud de lo que significó en su momento.
Pero creo que Vestido de novia lo que tiene es que yo soy una realizadora que marca
un punto de vista como mujer, con conciencia de las relaciones de poder que
están escondidas en las relaciones de género. Creo que mi crecimiento desde
Fresa y chocolate hasta acá va por ahí. Son la mirada que tengo como mujer
y las preguntas que me planteo.
Pero sin esa película, de la que he bebido y que me marcó en todos los
sentidos, no hubiera llegado hasta acá.
Esta pregunta se impone ¿Qué esperas de la película cuando el público la
vea?
Que sea el grito que estoy teniendo como mujer, como realizadora, como
persona total. Que no es un grito mío, en particular, además; es el grito de
mucha gente, de un país, de muchas mujeres, de muchos hombres. Pero es, sobre
todo, una película a mis hijos, que les dedico como todo lo que hago. Porque
aspiro que mis hijos sean mejores, que estén por encima de las mediocridades y
de todo tipo de discriminación. Que mi hija sea una mujer diferente y mi hijo
sea un hombre diferente. Trabajo para mis hijos, mi obra es para ellos. Educar
a un hijo y a una hija es mucho más complicado que hacer películas o cualquier
otra cosa que parezca tremenda.
¿Dónde está Marilyn Solaya en la película, dónde está tu mayor conexión
con la historia?
Precisamente en esta mujer que se opera y después de esa gran transgresión
reproduce lo que se supone debe ser una mujer, o sea la mujer que nos inculcan
a todas y todos, mujeres con estereotipos y en roles muy tradicionales, sobre
todo en la vida doméstica. En la película hay un texto clave, cuando ella llega
a casa de la amiga y le dice: "¿esto que me pasa a mi le pasa a todas las
mujeres?". Todas hemos vivido ese momento, todas las mujeres creativas que
tenemos algo más que decir nos hemos preguntado eso. Más adelante dice:
"Yo no he luchado tanto en esta vida para esto" y ahí es cuando
comienza su verdadera transgresión como persona. Ahí está el por qué que
atraviesa buena parte de una historia que enfatiza en el costo de ser una mujer
o un hombre en una sociedad machista. Y ahí está mi grito.
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