Por Liudmila Peña Herrera
Puertas adentro, no eran más que
delantal y miel, vientres fértiles y ternura para hijos y amantes. Puertas
afuera, la vida hervía con el fuego de los misterios por descubrir.
Así, la sociedad patriarcal fue
construyendo los hilos de sus mujeres-marionetas. Los alargaba y acortaba a su
antojo, para solo permitirles los escasos movimientos que eran dable a las
féminas en aquella sociedad. Por eso, algunas se negaron al silencio y la
exclusión. Si se luchaba por la igualdad de derechos, había que liberarlas de
una función social que las hacía prisioneras de lo doméstico: su labor era
procrear y cuidar de la casa y los hijos, bajo el yugo legal del padre o el
esposo. Surgía un movimiento que luego tomaría el nombre de feminismo, el cual
perseguía todas las reivindicaciones por las que se luchaba para el género masculino,
incluyendo el derecho al sufragio.
Muchas fueron las eventualidades que
sorteó el movimiento antes de llegar a Cuba. Entre ellas, el incendio de una
fábrica textil en Nueva York, a manos de su propio dueño, para acabar con la
huelga de sus trabajadoras. Dentro había 129 mujeres. Desde entonces, el
violeta es el color que identifica la lucha, pues el humo del incendio
llevaba esos tonos, por la coloración de las telas con las que trabajaban
aquellas newyorkinas.
TIERNAS Y REBELDES
Según Julio César González Pagés,
investigador del tema, en la Isla se habla de movimiento feminista a partir de
1912, cuando se fundan en La Habana las tres primeras asociaciones de ese
corte: el Partido Popular Feminista, el Partido de Sufragistas Cubanas y el
Partido Nacional Feminista.
Aun siendo aprobadas las leyes de la
Patria Potestad (1917) y la del Divorcio (1918), las féminas cubanas no se
habían situado en el lugar que les correspondía dentro de la sociedad. Por eso,
convocaron a los Congresos Nacionales de Mujeres en 1923 y 1925, donde
participaron maestras, obreras, intelectuales y periodistas.
Así, el Congreso Nacional
Femenino de 1923, primero de su tipo en América Latina, contó
con la participación de 31 instituciones femeninas. Además de la demanda por el
voto femenino, destacó la lucha por la creación de nuevas escuelas, reformas en
la legislación legal por la equiparación de los derechos del hombre y la mujer,
amparo jurídico para las féminas y los niños, creación de tribunales para
menores, protección del trabajo femenino, la lucha contra las drogas y la
prostitución, según refiere la Doctora en Ciencias Pedagógicas Sofía de Varona,
en su investigación “La labor del maestro en el proceso de formación y desarrollo
de la identidad nacional cubana”.
No obstante, mucho antes de 1912
hubo muchachas tiernas y rebeldes que se fueron a la manigua sin pedir colchón
de plumas ni candelabros ni sedas. En la propia ciudad de Holguín se cuentan
tantos nombres de mujer que transgredieron cánones e imposiciones por defender
sus ideales, como en cualquier otra parte del país, aunque no hubiese célula u
organización “feminista” que las agrupase.
Apenas dos días después del
alzamiento en La Demajagua, Juana de la Torre, rompiendo con los prejuicios de
la época, brindó refugio al maestro Manuel Hernández Perdomo, sobre quien
pesaba una orden de detención, sin brindar pretextos a sus contemporáneos. Así
atrajo sobre ella la vigilancia de los guardias, encerrándose en la casa,
mientras el independentista lograba huir y se frustraba la acción de los
colonialistas.
Años después, la joven María Machado
traicionaría a su padre, el General Emilio March, al mando de la Tercera
División del Ejército Español, con cuartel en la ciudad de Holguín, para
entregar los pormenores de la plaza a los mambises, entre los que detallaba el
emplazamiento de los fortines, el número de los soldados que la guarnecían, los
cañones de que disponían y otros datos que permitieron el éxito de la acción
realizada el 30 de agosto de 1897, a las órdenes de Calixto García.
Otra muchacha generosa fue Mercedes
Sirvén Pérez-Puelles, la única mujer que obtuvo los grados de Comandante del
Ejército Libertador. Sola, agarrada a su fusil, desandaba la joven, distribuyendo
medicamentos a diferentes hospitales de guerra. Por si no bastara, estableció
el suyo en la finca Palmarito de Gamboa, al sur de Las Tunas. Y ahí están sus
grados, que no dan toda la fe de su arrojo, mas prueban que demostró cuánto
podía hacer una mujer, al punto de obtener una distinción que muchos hombres
anhelaron.
FÉMINAS DE HOLGUÍN
Dos años antes del Primer Congreso
Nacional de Mujeres, se había constituido en Holguín el club femenino “Alma
Holguín”, cuyos objetivos eran la superación de la mujer y el respeto de sus
derechos constitucionales, destaca Sofía de Varona. Luchaban porque se valorara
a las féminas como compañeras del hombre y se reconocieran sus mismos derechos.
La presidenta era María Rosa Magas.
De hecho, el 10 de marzo de 1933, se
fundó la Asociación Femenina Holguinera, presidida por Elisa Pérez
Santiesteban, con el fin de apoyar a la mujer y la niñez, a través del fomento
de la cultura y las obras benéficas. Por eso, no extraña que la presencia de
las mujeres holguineras resaltara en el magno evento. Entre ellas, las maestras
Ana Margarita Aguilera Ripoll y María Deulofeu Cuervo.
Esta última se unió a la Joven Cuba y al Movimiento Guiterista, como prueba de que las féminas eran parte de la preocupación nacional por el destino de la Isla. Fue la primera mujer miembro del ejecutivo municipal del Partido Unión Nacionalista y la primera concejal del territorio en las elecciones de 1936. En tanto, Ana Margarita Aguilera, participante del Congreso Nacional Femenino, celebrado en La Habana, en 1939, enfocó sus intervenciones en el mejoramiento del ambiente social de sus contemporáneas, desde el punto de vista de la educación
Marilola X
Y el arte, cómplice de lo prohibido,
también se agarró de la mano del feminismo. Marilola X (María Dolores Suárez
Ricardo), preocupada por los problemas sociales que dolían fuera y dentro de
los hogares cubanos, es llamada peyorativamente como “feminista”. Los versos
revelan su increíble personalidad: “Oh! La diaria rutina: Repetir de las cosas.
/El domingo a la iglesia, el lunes a pecar…/ otro día quitar el búcaro de las
rosas, / porque las rosas tristes dan ganas de llorar.”
De su mano nació, en 1931, la
Revista Nosotras. Otra escritora, Martha García Ochoa, la acompañaría en su
gestación y desarrollo. La periodista Betsy Segura Oro, en su texto “Letras de
Mar y Olas…” afirma que su objetivo era“representar a la mujer cubana y dar
publicidad en la literatura de la región nororiental, a las creaciones de las
holguineras”.
La lucha por la emancipación de la
mujer tuvo tantas figuras representativas en este territorio como los cráteres
de olvido donde han permanecido muchas. Por eso, si fuese desmedido
atrevimiento llamar feministas a aquellas primeras mujeres que cortaron los
hilos y se lanzaron a actuar y luchar y vivir en la manigua, entre machetes,
plomo y pólvora; al menos, podríamos comenzar a redimir su ejemplo, semilla que
germinó después en acciones y voces contundentes dentro y fuera de las
fronteras de Holguín.
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