lunes, 20 de diciembre de 2010

HISTORIA DE LA MUJER EN CUBA: DEL FEMINISMO LIBERAL


Por Julio César González Pagés

En la foto l@s escritor@s Sonia Rivera-Valdés, Nancy Morejon, Tomas Fernández Robaina y Julio César González Pagés con el equipo de la Red Iberoamericana de Masculinidades despues de la presentación del libro de Sonia:"Historia de mujeres grandes y chiquitas"






Introducción: Estudios de género, ¿moda o necesidad?

La historia de las mujeres tiene un recorrido menor que el de la historia general, pero ya empieza a ganar un espacio en el debate académico cubano en sus más de seis años de presencia. La historiografía internacional ha tenido un ascendente desarrollo en esta modalidad que ha permitido teorizar con mayor énfasis a partir de la incorporación del análisis de género.

En los años 70 el feminismo internacional vive una transformación medular cuando recibe un segundo aire después de finalizada la II Guerra Mundial y la promoción de las ideas de “vuelta a casa para la mujer”. Este nuevo feminismo radical superó los planteamientos de las liberales en la lucha por el sufragio, divorcio, patria potestad y legislaciones obreras, amplió sus objetivos e incluyó los problemas raciales de orientación sexual, étnicos, variantes políticas, además de constatar que el poder de los hombres se fortalecía en una sociedad estructurada en “esferas sexuales”.

La incorporación de un análisis marxista y de la teoría de género ha facilitado la comprensión de la unidad indeleble que existe entre la opresión sexual, la división sexual del trabajo y la estructura económica de clase.
La deconstrucción o reelaboración de la Historia de Cuba para incorporarle nuevos estudios sobre sexo, raza y estudio de las mentalidades, significa un reto para los viejos y nuevos historiadores que ven con asombro cómo algunos mitos y paradigmas pierden su lugar protagónico.

La historia de las mujeres ha sido calificada de exagerada por algunos estudiosos de otras temáticas, manejándose la proposición de por qué no existe “historia de los hombres”. Este planteamiento tiene una probable respuesta: lo escrito hasta ahora puede ser historia masculina con honrosas excepciones.

La historia más divulgada de la nación cubana hace hincapié a partir de los siglos XIX y XX, ignorando los siglos XVI, XVII y XVIII que son abordados de forma general a pesar del esfuerzo de un grupo de historiadores que han dedicado su obra a esta época. Encontrar datos empíricos y de orden simbólico ayudará a recuperar la memoria femenina de estos siglos, los cuales no pueden ser obviados al valorarse el sentido del pasado para la mujer cubana.

Una reconsideración de las formas de clasificar las fuentes históricas, permitirá acabar con el mito de “sobre las mujeres no se ha escrito nada”, argumento frecuentemente utilizado para echar a un lado cualquier posible cuestionamiento a los anales de la historia. ¿Realmente no existe información o tenemos que dar otro tipo de lectura a los protocolos notariales?. [1]

Los estudios del siglo XIX cubano y la conformación del idealismo nacionalista han subestimado casi en su totalidad el discurso femenino presente en más de una veintena de publicaciones periódicas a partir de 1860.[2] Buscar información sobre las mujeres para construir una historia particular no significa reproducir lo que puede ser más importante teniendo en cuenta los acontecimientos masculinos, sino indagar la subjetividad femenina según el período histórico que se investiga.

Un ejemplo fehaciente es el inicio de las guerras de independencia de 1868, importante acontecimiento en donde se sustenta el criterio de poca participación femenina en la historia. Algunas nuevas lecturas se pudieran añadir a las tres guerras: ¿Sólo madres, hijas y esposas de los líderes independentistas tienen cierto protagonismo?. La imagen de la madre o esposa no ha permitido conocer casi nada sobre el pensamiento que de forma evolutiva se produce en mujeres como Mariana Grajales o Amalia Simoni. Si no existieran estos vínculos familiares, ¿estarían en la Historia de Cuba?.

La historia más reciente del siglo XX no escapa a la visión falseada que existe sobre la mujer. Sin embargo, la inclusión de la variable clase social ayudó a no tener que hablar de mujer de forma abstracta, sino de mujeres específicas; pertenecientes a un grupo social determinado.

Pero en muchos estudios la rigidez de las variables sólo permitió clasificaciones de burguesas y proletarias, trayendo un nuevo problema sobre todo en sectores importantes del sufragismo y feminismo liberal el cual no puede ser definido exactamente en una u otra variable.[3]

El feminismo ha sido un término muy cuestionado, interpretándose en muchos casos como un símil del machismo. Esta comparación es errónea porque independiente de cualquier tendencia extremista en otras latitudes, en Cuba cumplió un papel revolucionario, permitiendo la obtención de importantes reivindicaciones en fechas muy tempranas, como la Ley de la Patria Potestad (1917), la Ley del Divorcio (1918) y del Sufragio Femenino (1934).

Sobre el feminismo cubano existe una amplia bibliografía que pudiera estudiarse con mayor profundidad. Personalidades de la cultura nacional como Vicentina Antuña, Mirtha Aguirre, Camila Enríquez Ureña y Enrique José Varona aportaron ensayos de inestimable valor.

Los investigadores e investigadoras que nos dedicamos a esta materia en Cuba estamos culminando una etapa que recién se comienzan con un nuevo bagaje metodológico que permitirá i introducir categorías analíticas relacionadas con el género. Pienso que los estudios de género, más que moda o necesidad, son una realidad que debemos asumir en los análisis de nuestros trabajos.

Las primeras feministas

Las experiencias vividas en los espacios privados y públicos por las mujeres del siglo XIX en Cuba, pueden acercarnos a una apreciación más certera de cómo y cuándo fue que se tomaron las primeras ideas conocidas como “feminismo” por las mujeres y hombres del país. En esa época se fomentaba el paradigma de mujer-santa que desempeñaría los roles maternales, maritales y domésticos, bien alejados de todo lo que la separase de su condición de “bello sexo” o de “sexo débil”.

El cuestionamiento al “sistema de valores” promulgado por los hombres, convirtió a las féminas en centro de discordia entre la intelectualidad, que se vio de cierta forma precisada a definir criterios sobre educación para la mujer, matrimonio, los derechos de los hijos naturales y alguna protección a la mujer trabajadora. Después de finalizada la primera etapa de la Guerra de Independencia (1868-1878), muchos de los arquetipos construidos para la mujer perdieron sentido [4].

La violencia, el hambre, la emigración, cambiaron la imagen etéreo-romántica de muchas de las poetizas de las décadas del 50 y 60, donde sobresalió Gertrudis Gómez de Avellaneda, iniciadora de la vanguardia liberal femenina.

En la década del 70, las ideas de una educación especial para la mujer permitieron una asimilación mucho más rápida de las nociones feministas. Los colegios para señoritas -como se les denominaron- permitieron que pedagogas como Dora Galárraga y María Luisa Dolz ganaran en prestigio, sobre todo la Dolz, que incluyó la Segunda Enseñanza, requisito obligatorio para la entrada de mujeres cubanas a la Universidad.[5]

Otro aspecto que influyó en la asimilación del feminismo fue la emigración de miles de mujeres cubanas a los Estados Unidos y las repúblicas latinoamericanas, donde tuvieron que asumir la doble jornada laboral, en la factoría y en el hogar. Por eso no fue sorpresivo encontrar obras poéticas como El Burgués de la Casa, de Luz Herrera, donde de forma directa se expone la inconformidad ante el androcentrismo imperante:

Despierta de tu sueño
investiga y repara
que es solo, solo el hombre
quien tus cadenas labra
usurpa tus derechos
te beja (sic), te maltrata,
cohibe tu albedrío
tu inteligencia embarga
y no se cansa nunca
de hacer tu suerte infausta.[6]

El surgimiento de más de 100 clubes femeninos que simpatizaron con las ideas separatistas de los independentistas cubanos, permitió que las mujeres estuvieran presentes en espacios públicos donde se debatió el futuro de la Isla. La preparación de discursos políticos para las veladas y el aporte económico para la guerra fueron experiencias que las ayudaron a fomentar sus ideas liberales.

La participación social, económica y política de las emigradas, resultó un factor de primer orden en el cambio de mentalidad en un amplio sector de la emigración femenina y masculina. El hecho de que las cubanas pudieran presidir un club conformado por sus congéneres y realizar actividades en apoyo a la futura república independiente, creó en ellas una nueva visión de su género.

El siglo XIX marcó el surgimiento de las primeras ideas feministas en Cuba, que se reflejaron sobre todo en la década del 90 en mujeres como Elvira Martínez, Angela Landa, Martina Piedra Po, Fany Galárraga, Aurelia Castillo y María Luisa Dolz, autora esta última del discurso femenino más polémico de la década, Feminismo injusticia de los códigos[7], el cual se reflejó en una veintena de publicaciones que incluía los rotativos de mayor difusión del país.[8]

En una artículo de mayo de 1894 aparecido en El Fígaro con el título de “El movimiento feminista en Cuba”, el pensador cubano Enrique José Varona admitió su asombro al escribir este artículo y ponerlo “al lado de cosas muy serias y respetables, la Constitución, por ejemplo; y los derechos individuales que garantiza o que debiera garantizar” [9].

Los movimientos políticos de Cuba en el siglo XIX plantearon de forma general principios de libertad y democracia utilizando la imagen del cuerpo femenino como símbolo de los derechos individuales, pero esto sólo se hizo en lo concerniente a la forma estética, porque una vez culminada la guerra y la intervención norteamericana, el 21 de febrero de 1901, se aprobó la Constitución, que dejó a las mujeres sin derecho al voto.[10]

Este fue el comienzo de una república por la cual también habían luchado las mujeres, quienes no conformes con la visión androcentrista de sus primeros mandatarios, hicieron reclamos de puestos públicos, sufragio, indemnizaciones y otros tipos de demandas en cientos de misivas que trajeron un aumento de expectativas sobre la temática femenina, haciendo crecer considerablemente la bibliografía escrita sobre temas relacionados con el feminismo, legislación y sufragio.[11]

La construcción de un ideario nacionalista cubano al estilo norteamericano a través de la instrucción pública, utilizó a la fuerza femenina como futura portadora de la pedagogía de su ideal. Esta cuestión se fomentó durante la primera intervención norteamericana en la Isla (1898) y la promoción de “ideas modernas para la mujer”, que incluyó cursos de superación de miles de maestras en la Universidad de Harvard y contactos con el Woman Club de Boston. Esos encuentros de seguro influyeron en el ulterior surgimiento de organizaciones feministas al estilo norteamericano en el país.[12]

Existen algunas estadísticas sobre la progresiva incorporación de las mujeres a los recintos universitarios en los primeros 15 años de este siglo. En esta etapa 75 de ellas aprobaron los exámenes de oposición a la Universidad y 189 se graduaron de doctoras en diferentes especialidades. De igual forma el magisterio aumentó al número de 4 244, siendo las mujeres el 82% del total de maestros(as) de Cuba.[13] Las primeras organizaciones del sufragio se fundaron en este mismo período, con un por ciento elevado de maestras y la figura de Amalia Mallén de Oztolaza en la presidencia de las tres primeras: Partido Nacional Feminista (1912), Partido Sufragista (1913), y Partido Nacional Sufragista (1913) [14], agrupaciones que tuvieron el voto como reclamo fundamental y estuvieron integradas por sectores medios urbanos de la ciudad de La Habana.[15]


La década del 10 fue decisiva en los cambios de los arquetipos para la mujer. Por un lado la I Guerra Mundial y su cuestionada “promoción del sector femenino”, y por otro la influencia norteamericana en costumbres (bailes, modas, literatura), crearon un diapasón más amplio para las cubanas de la pequeña y media burguesía, donde los roles domésticos y maritales pudieron empezar a ser variados.

¿Mujeres al espacio público?

La obtención de dos importantes reclamos, la Ley de la Patria Potestad (1917) y la Ley del Divorcio (1918) [16], definieron una etapa de auge del feminismo liberal en Cuba que se hará más notorio con la creación del Club Femenino (1918), asociación que núcleo a una parte de las protagonistas del debate feminista de la década del 20. Figuras como Pilar Morlon de Menéndez, Pilar Jorge Tella, Mari Blanca Sabas Alomá, Ofelia Domínguez y Hortensia Lamar, ayudaron a cambiar la dinámica del periodismo de corte femenino y propusieron temas candentes que preocupaban a las trabajadoras, las reclusas y otros sectores marginales de mujeres. No obstante, la raíz del Club estuvo integrada por mujeres de las élites intelectuales que tuvieron como labor educativa este contacto con sectores de menos recursos y preparación educacional.[17]

El activismo del Club Femenino lo animó a crear una Federación Nacional de Asociaciones Femeninas de Cuba [18] en 1921. Las asociaciones integrantes convocaron al Primer Congreso Nacional de Mujeres (1923), que tuvo la particularidad de ser el primero en Hispanoamérica, con un temario que incluyó desde la jardinería femenina hasta aspectos tan polémicos como la diferencia entre hijos legítimos e ilegítimos, la necesidad de lograr una igualdad entre el hombre y la mujer en la legislación sobre el adulterio y el inevitable tema del sufragio femenino.

Este tipo de evento es convocado por segunda ocasión en abril de 1925, pero si bien el primero propició la unidad de las fuerzas femeninas, el último fue todo lo contrario; la iglesia católica tomó las riendas haciéndose representar por varias organizaciones “fantasmas” que boicotearon los temas más polémicos y propiciaron la salida del Club Femenino del evento. Las contradicciones se agudizaron en el período de gobierno de Gerardo Machado (1925-1933), con la utilización del sufragio femenino como uno de los puntos populistas de su campaña.

Así quedaron divididas las fuerzas entre feministas y sufragistas, con posiciones bien divergentes. Conflictos entre las líderes de ambos bandos, Pilar Morlon y María Collado, fueron utilizados por la prensa conservadora para demostrar que las mujeres aún no estaban aptas para ser ciudadanas y emitir sufragio.

Al margen de estos acontecimientos surgieron otros tipos de organizaciones femeninas, como el Lyceum de La Habana, con fines culturales y de instrucción; de trabajo como la Unión Laborista de Mujeres, y políticas, con posiciones opuestas, como la Unión Radical de Mujeres y la tristemente célebre Porra Femenina. Para 1930 el país tenía la cifra de 320 asociaciones femeninas registradas de forma legal.[19] A la caída del gobierno de Machado, durante el período de transición del presidente Ramón Grau San Martín, en enero de 1934, fue aprobado el artículo 39 sobre el sufragio femenino.[20] Paradójicamente, después de tantos años de bregar por el reconocimiento constitucional de sus derechos, muchas de las feministas y sufragistas que se habían involucrado en este proceso estaban en el exilio, otras murieron casi inmediatamente y las que vivieron el momento, sabían que era sólo el inicio de la integración legal a la Nación.

Paso a la izquierda y la igualdad legal

El cambio de la correlación de fuerzas a favor de la izquierda, después del movimiento revolucionario de 1933 en Cuba, se ve reflejado en la celebración en abril de 1939 del Tercer Congreso Nacional de Mujeres, donde por primera vez tendrán una amplia representación.

El congreso fue una ruptura con el anterior feminismo liberal de los años 20, pues la mayoría de los requerimientos que se habían exigido ya eran realidad: el divorcio, la patria potestad, el sufragio, legislaciones obreras y de maternidad. ¿Qué faltaba?. Que estas leyes se cumplieran y que se integraran a otros temas, como la mujer joven y sus problemas específicos, la mujer y las leyes sociales, la mujer y la paz, la mujer y los códigos, la mujer y el niño.

Otras realidades que ocurrieron a nivel mundial, como los conflictos que desataron la II Guerra Mundial, la desprotección de la niñez y el sindicalismo para la mujer; ocuparon un lugar importante en la agenda. La presencia de delegadas negras, presididas por Inocencia Valdés, fue otro de los acontecimientos del último congreso que se celebró en la etapa republicana.

Este evento femenino tuvo repercusión en muchos de los derechos que obtuvo la mujer en la avanzada Constitución de 1940. Las mujeres cubanas vieron cumplidos así muchos de sus pedidos, como el reflejado en el título cuarto, donde se establece la igualdad independiente de la raza, clase o sexo, y en el título quinto, referente a la familia. En el artículo 43 se otorgó el derecho de la mujer casada a la vida civil sin que necesitase la licencia o autorización marital para regir sus bienes, ejercer libremente el comercio, la industria, profesión o arte y disponer del producto de su trabajo.

En el título sexto, sobre trabajo y propiedad, se planteó que la ley regulaba la protección de la maternidad obrera, extendiéndola a las empleadas y además no se establecieron diferencias entre casadas y solteras a los efectos del trabajo.[21] El reconocimiento ante la ley fue un triunfo convertido en arma de doble filo, que le dio el derecho a muchos sectores conservadores a expresar “¿y qué más quieren las mujeres?, ¿quieren gobernar?”.

En efecto, las mujeres en Cuba desde 1936 participaban en su doble condición de electoras y elegibles. Entre 1936 y 1944, habían alcanzado los siguientes cargos:

- Alcaldesas 3
- Representantes 15
- Concejales 2
- Senadoras 2

Figuras como María Gómez Carbonell, María Teresa Arrieta, María Antonia Quintana y Esperanza Sánchez Mastrapa, hicieron exitosas carreras políticas pero con una visión nada alejada de sus antecesores masculinos, lo cual no demerita este primer paso en busca de una mayor representación social.

Finalizada la década del 40 y comenzando los años 50, el feminismo en Cuba y en muchos lugares del mundo dejó de ser un suceso para convertirse en una realidad inmersa en muchas otras madejas. La II Guerra Mundial había finalizado y con ella la “vuelta a casa para la mujer”. Esta idea se generalizó y comenzó a venderse un modo de vida a la americana: la “ama de casa” se glorifica. Las más de 800 asociaciones feministas y femeninas del país se habían ramificado hacia problemáticas diferentes.[22]

Terminaba así la época gloriosa del feminismo liberal y del Club Femenino de Cuba organizando los dos primeros congresos, y de la Izquierda Femenina, que buscaban su espacio de poder.

Acción política femenina: ¿una nueva variante de lucha?

El golpe de estado del general Fulgencio Batista en 1952, abrió otra etapa de confrontación para la mujer cubana. Esta vez se llamó al sacrificio de la madre, esposa e hija como en las guerras de independencia del siglo XIX. No se trató de una lucha por sus exigencias de género, sino a favor de la “utopía revolucionaria”. Viejas luchadoras de los años 30 y muchas jóvenes de los 50 se integraron a grupos revolucionarios mixtos como el Directorio Revolucionario, la Federación de Estudiantes Universitarios, el Movimiento 26 de Julio y el Movimiento Nacional Revolucionario. No obstante, la mujer en estos grupos se hizo muchas veces anónima al no ocupar cargos dirigentes. Sólo fuertes individualidades como Haydee Santamaría, Melba Hernández, Vilma Espín, Celia Sánchez, Elvira Díaz Vallina y Zaida Trimiño, entre otras, se salvaron de una posterior invisibilidad.

Existieron pocas organizaciones revolucionarias femeninas surgidas en el período de 1952 a 1958. Las dos con mayor trayectoria reconocida fueron el Frente Cívico de Mujeres Martianas [23] y Mujeres Oposicionistas Unidas [24]. Ambas organizaciones no tuvieron en su programa ninguna petición específica para la mujer pues su prioridad fundamental era el derrocamiento de la dictadura batistiana.

El Frente Cívico, de heterogénea conformación, estuvo liderado por conocidas figuras femeninas como Carmen Castro Porta, Aida Pelayo, Olga Román, Rosita Mier, Maruja Iglesias y Naty Revuelta; quienes utilizaron el ideario martiano como parlamento político y se hicieron presentes en gran parte de las acciones revolucionarias de la década, cuestión por la cual Fidel Castro les propuso convertirse en la organización femenina del Movimiento 26 de Julio, en una misiva en septiembre de 1955. [25] Las Mujeres Oposicionistas Unidas aglutinaron en sus filas a conocidas miembras del Partido Socialista Popular como Clementina Serra, Esther Noriega, Zoila Lapique y Nila Ortega y fue presidida por Martha Fraide. La presencia tan evidente de mujeres de izquierda, unido a otras pugnas, trajo consigo el rechazo de algunos sectores femeninos y del propio Frente Cívico.

La participación de las mujeres en la acción política que culminó con la revolución de 1959, incluyó su incorporación al Ejército Rebelde. El 4 de septiembre de 1958 se fundó un pelotón militar femenino en la Sierra Maestra con el nombre de una heroína, “Mariana Grajales”, que incorporó a la oficialidad insurgente a mujeres como Isabel Rielo y Teté Puebla, quienes lideraron a las “marianas” [26] hasta el triunfo revolucionario. Una vez alcanzado dicho triunfo, las mujeres cubanas tenían un movimiento de organizaciones femeninas de más de 920 asociaciones [27].

El proyecto revolucionario necesitó de la unidad de todos los sectores en organizaciones monolíticas y para el sector femenino esto fructificó en la Federación de Mujeres Cubanas, organización que ha representado por más de tres décadas a la masa femenina del país.[28]



CITAS Y NOTAS:



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[1] En conversaciones y debates con historiadores que han abordado la investigación de estos primeros siglos de la Historia de Cuba, se nos ha planteado la existencia de documentos que involucran a mujeres en administración de haciendas, demandas judiciales y litigios de herencias. Los estudiosos (as) de la temática en Europa han reevaluado las lecturas de las fuentes medievales y sobre el trabajo femenino en el antiguo régimen de Francia. Más información en “La Historia de las Mujeres en Europa. Revisión teórica y metodológica”, en Arenal. Revista de Historia de las Mujeres. Vol.1. No.1, enero-junio, 1994.

[2] En el período 1860-1899 surgen publicaciones femeninas como el Álbum Cubano de lo Bueno y de lo Bello, el Álbum de las Damas, Las Hijas de Eva, La Mulata, Minerva, etc. También existen en esta misma época alrededor de 40 colaboradoras con publicaciones oficiales como el Diario de la Marina, El Fígaro, y con publicaciones independentistas como El Cubano Libre y Patria.

[3] Los libros de texto de la enseñanza de Historia de Cuba le han restado importancia al feminismo cubano. En dos de ellos: La República, de Julio Le Riverend, y Documentos para la Historia de Cuba, de Hortensia Pichardo, podemos constatar la poca relevancia que se le ha brindado al tema. Le Riverend sintetiza todo este accionar en un párrafo: “... el movimiento femenino, que entonces debido a circunstancias históricas, se llamó feminista...”. Véase: Le Riverend, Julio. La República. La Habana: Editorial Ciencias Sociales. 1973, p. 214. De otro lado, Hortensia Pichardo en su abarcadora obra sólo dedica a las feministas tres documentos de un total de 363 recogidos en cuatro tomos. Véase: Pichardo, Hortensia. Documentos para la Historia de Cuba. La Habana: Editorial Ciencias Sociales, 1973. t. II y III.
En uno de los estudios más recientes editados en Cuba del historiador Jorge Ibarra, el problema femenino sigue abordándose sólo desde el punto de vista de la marginación social, excluyendo casi en su totalidad el papel activo de las militantes feministas en la etapa republicana. Véase: Ibarra Cuesta, Jorge. Cuba: 1898-1958. Estructura y procesos sociales. La Habana: Editorial Ciencias Sociales. 1995, pp.158-165.

[4] La investigadora Raquel Vinat de la Mata está desarrollando un proyecto de investigación sobre la etapa de 1868 a 1898 que tiene ya resultados parciales que aportan una nueva visión sobre mujeres que no fueron mambisas (término con el que se denominaba a las insurgentes). Véase: Vinat de La Mata, Raquel. La Mujer Cubana de 1895 – 1898. Discusión de trabajo del año 1996. 18 de febrero de 1997. Instituto de Historia de Cuba. (Inédito).

[5] El colegio de María Luisa Dolz se convirtió en el primer instituto de segunda enseñanza de Cuba en el año 1885, esto repercutió de forma favorable en la posterior entrada de mujeres en la Universidad. El importante diario El País saludó el inicio de una nueva época educacional para la mujer: "Es la era donde se comenzará a abrir las puertas de Academias y Universidades y la mujer dejará de ser víctima de la ignorancia". Siete mujeres cubanas obtuvieron su título universitario en las dos últimas décadas del siglo XIX: Asunción Menéndez, María Pimentel y Mercedes Rivas Pinos en Farmacia; Digna América del Sol en Ciencias Naturales y Farmacia; Francisca Rojas y Sabater en Derecho Civil y Canónico; Laura Mestre y Carvajal en Medicina y Ciencias Naturales; María Luisa Dolz en Ciencias Físico Naturales. Archivo Nacional de Cuba. Fondo: Donativos y Remisiones. Fuera de Caja 68, folio 96.

[6] Este poema aparece en un análisis general sobre la emigración patriótica femenina cubana. Para una información más ampliada véase Estrade, Paul. "Los clubes femeninos en el Partido Revolucionario Cubano (1892-1898)". En: Anuario del Centro de Estudios Martianos. La Habana. No. 10, 1987, p.191.

[7] El discurso circuló en forma de folleto y fue enviado por la Dolz a figuras interesadas en el tema femenino. Véase: Prólogo de Fernando Portuondo a Maria Luisa Dolz. En: La liberación de la mujer cubana por la educación. Municipio de La Habana: Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana, 1955, p.15.
Agradezco a la Lic. Dania de la Cruz, investigadora del Archivo Nacional de Cuba, por llamar mi atención sobre la personalidad de María Luisa Dolz, además de obsequiarme una compilación bibliográfica de esta figura. Véase: Cruz Martínez, Dania de la y Marcos D. Arriaga. María Luisa Dolz. Documentos para el estudio de su labor pedagógica y social. La Habana: Editorial Academia, 1990.

[8] El discurso fue reseñado por el Diario de la Marina, El País, El Fígaro, El Eco de Galicia, La Gimnástica, Las Avispas, La Lucha, Revista Blanca, La Discusión, Diario de la Familia, Crónica Habanera y otras nueve publicaciones. Véase: Archivo Nacional de Cuba. Fondo: Donativos y Remisiones. Leg. 428, exp 3a.

[9] Las reflexiones sobre feminismo formaron parte de una extensa bibliografía de Enrique José Varona sobre el tema, centro de muchos de sus debates. Véase: Varona, Enrique José El movimiento feminista en Cuba. Archivo Nacional de Cuba. Fondo: Donativos y Remisiones. Leg. 428, exp. 3a.

[10] Para un comentario sobre la organización del sufragismo en Cuba, véase: González, Julio César. El voto femenino en Cuba. Presentado en el evento “Mujeres en los umbrales del siglo XXI”, Universidad de La Habana, noviembre de 1995 y de próxima publicación en una monografía.

[11] Una comparación lógica por temáticas, año y sexo de esta bibliografía se puede obtener al analizar las compilaciones que existen sobre mujeres en Cuba. Véase: Cruz Martínez, Dania de la. Movimiento femenino cubano. La Habana: Editora Política, 1980 y Fernández Robaina, Tomás. Bibliografía de la mujer cubana. La Habana: Biblioteca Nacional "José Martí", 1985.

[12] Las observaciones sobre nacionalismo e instrucción pública las he obtenido gracias a la sistemática colaboración de la profesora universitaria Marial Iglesias, autora de un trabajo en curso sobre estas problemáticas. Véase: Iglesias, Marial. El nacionalismo en Cuba. 1895-1908. Presentado en el curso taller “Las ciencias sociales a debate”, Universidad de La Habana, enero 1997. (En prensa).

[13] Para una visión general de la situación educacional de la mujer en Cuba en la primera década del siglo XX, véanse los capítulos VII y VIII de Caraballo Sotolongo, F. Mujeres ¡a las urnas!. La Habana: Librería Cervantes, 1918, pp.173-216.

[14] En la actualidad se trabaja en un ordenamiento de las agrupaciones femeninas del Registro de Asociaciones del Archivo Nacional de Cuba. Véase: Archivo Nacional de Cuba. Fondo: Registro de Asociaciones. Leg. 346, exp. 11 299; leg.300, exp.8 677; leg. 400, exp. 11 886; leg. 305, exp. 8 882. Agradezco la colaboración de la especialista del Laboratorio de Automatización del Archivo Nacional de Cuba, Enma Rita Gutiérrez, por la ayuda para la revisión automatizada del fondo Registro de Asociaciones.

[15] Estas reflexiones forman parte de la investigación del autor publicada con el titulo de En busca de un espacio: Historia de mujeres en Cuba. La Habana. Editorial Ciencias Sociales.2003.

[16] Pichardo, Hortensia. "Liberación de la mujer." I y II. En: Documentos para la Historia de Cuba. La Habana: Editorial Ciencias Sociales, 1973, tomo II, pp. 411-416.

[17] Un amplio estudio sobre esta organización no lo he podido encontrar. A los interesados en dicho Club, recomiendo ver los fondos que existen en el Centro de Información de la Federación de Mujeres Cubanas y en el Archivo Nacional de Cuba, Fondo: Registro de Asociaciones. Leg 299, exp.8 644.

[18] Archivo Nacional de Cuba. Fondo: Registro de Asociaciones. Leg. 299, exp. 8 644.
[19] Ibid.

[20] Ob. cit (9).

[21] "La Constitución de 1940 es un camino y no una meta". En: Pichardo, Hortensia. Ob. cit, t. IV, segunda parte, pp. 327-418. Acerca del progreso democrático en Cuba en las cuatro primeras décadas, véase: Funes, Reinaldo. Cuba, República y Democracia. 1901-1940. La Habana, 1995. (En prensa).

[22] Archivo Nacional de Cuba. Fondo: Registro de Asociaciones. Leg. 299, exp. 8 697. Véase el ordenamiento preliminar de agrupaciones de mujeres en el Laboratorio de Automatización del A.N.C.

[23] Como parte del trabajo de tesis de licenciatura, tuve la oportunidad de entrevistar a muchas de las miembras de esta organización, quienes me fueron presentadas por Texidor Savigne, autor de un libro de historia de mujeres con historia (sin editar). Véase: Castro Porta, Carmen, Aída Pelayo y otras. La lección del maestro. La Habana: Editorial Ciencias Sociales, 1990. También se puede consultar: González, Julio César. La lucha revolucionaria de la mujer cubana. Tesis de Licenciatura, 1991. Biblioteca de la Facultad de Filosofía e Historia, Universidad de La Habana.

[24] González, Julio César. “Creación de Mujeres Oposicionistas Unidas”. En: La República Femenina. La Habana: 1993, pp. 47-49. (Aprobada su publicación por la Editorial Abril).

[25] Ibídem. p. 46.

[26] Ibídem. pp.78-89.

[27] Ídem. (22).

[28] La Federación de Mujeres Cubanas (F.M.C), en enero de 1961, en pleno proceso de estructuración, sumó la cifra de 17 000 miembras y aumentó de forma considerable en 1962 hasta 239 342 "federadas", término con el que se empezó a denominar a las integrantes de la única organización de mujeres del país. Esta agrupación quiso romper con el anterior feminismo "capitalista" tratando de "forjar una mujer nueva, la mujer de la sociedad socialista". Véase: Espín Guillois, Vilma. "Informe Central del Primer Congreso de La Federación de Mujeres Cubanas". En: Informes Centrales de los Congresos de la F.M.C. La Habana: Imprenta Central de las F.A.R., 1990, pp.11. Desde la década del 60, ser feminista se asoció al sistema capitalista, lo que trajo un menosprecio por el término que ha llegado hasta la actualidad.

Cuba: Feminismo sin etiqueta




Por Dixie Edith .-


En la foto la feminista cubana Norma Guillaume y Julio César González Pagés apoyando la campaña de lucha contra el VIH-SIDA

"Soy feminista siempre y cuando eso signifique estar en contra de la discriminación de la mujer. Lucho contra los prejuicios y desigualdades que afectan a nuestro sexo, pero no suscribo la variante del feminismo ultrarradical, que aspira a desplazar por completo al hombre”, ha confesado la conocida escritora Aida Bahr.

Aunque sus obras suelen reflejar las problemáticas de las mujeres, la actual directora de la Editorial Oriente, radicada en Santiago de Cuba, en la zona oriental de la isla, tampoco se siente totalmente conforme con el término.

“Me parece absurdo sustituir una forma de discriminación por otra. No se trata de ocupar el lugar del hombre, sino de compartir, de acuerdo a las posibilidades y capacidades de cada quien”, agrega.

La socióloga Marta Núñez Sarmiento refiere que las corrientes feministas fueron estigmatizadas en Cuba durante muchos años, y aún persisten prejuicios hacia ellas.

El movimiento feminista en Cuba, nacido en las primeras décadas del siglo pasado, cumplió un papel revolucionario al permitir la obtención de importantes reivindicaciones en fechas muy tempranas, tales como la Ley de la Patria Potestad (1917), La ley del Divorcio (1918) y la Ley del Sufragio Femenino (1934).

Intelectuales reconocidas en la isla y estudiadas en las escuelas como Vicentina Antuña, Mirtha Aguirre y Camila Enríquez Ureña, fueron abiertamente feministas y aportaron análisis esenciales a su estudio.

“Los primeros trabajos que leí sobre feminismo, fueron los textos de Camila (Henríquez Ureña) de finales de los años 30”, ha reconocido la doctora Luisa Campuzano, directora del Programa de Estudios de la Mujer de la Casa de las Américas.

¿Por qué, entonces, la palabra genera inconformidad y rechazo?

“En enero de 1959, el feminismo que existía en Cuba era el feminismo liberal burgués La Revolución Cubana desmontó la estructura de clases existentes entonces y era lógico que dentro de ella, también se criticara a este feminismo”, explica el historiador Julio César González Pagés.

Para el profesor de la Universidad de La Habana y coordinador de la Red Iberoamericana de Masculinidades, se cometió un error histórico al relacionar todo el movimiento feminista con una etapa de feminismo burgués.

“Eso, de cierta forma, hizo que la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) optara por distanciarse de ese feminismo. Esa organización representaba campesinas, obreras, amas de casa, lo cual traía un evidente choque clasista”, agrega Julio César.

“Lo increíble, pero cierto, era que Cuba, donde por obra de la Revolución se había producido la incorporación plena de las mujeres al espacio público, sin embargo, seguía siendo un país culturalmente patriarcal y, como se dice en el lenguaje político del feminismo, un país machista”, reflexiona la doctora Campuzano.

Para la investigadora Iliana Benítez Jiménez, del Departamento de Sociología de la Universidad de Oriente, “por cuestiones tanto históricas, como puramente culturales, en nuestro país se ha rechazado el término feminismo a pesar de existir correspondencia entre los principios humanistas de este movimiento y los de nuestro proyecto social”.

La historia se remonta a los primeros años del siglo XX. Entonces las primeras feministas cubanas fueron muy criticadas por la sociedad, y sobre todo por la prensa, porque sus objetivos atacaban el poder de los hombres y ubicaban a las mujeres en un papel lejano al tradicional, como objeto de belleza y sumisión.

Hasta en libros de historia más recientes como el conocido tratado La República, de Julio Le Riverend; o Cuba: 1898-1958. Estructuras y procesos sociales, publicado en 1995 por el historiador Jorge Ibarra, el tema del feminismo es tratado de manera bastante ortodoxa.

Aún sucede en la isla que suele tratarse identificarse este movimiento como “el machismo de las mujeres”, lo cual hace muy complicado poder asumir la masculinidad desde la perspectiva de género, según especialistas.

Tan evidente se ha hecho el rechazo al término que Ileana, también Master en Técnicas de Avanzada para el Desarrollo Integral Comunitario, ha propuesto una revisión del término.

Evidentemente, no es reconocido en su auténtica esencia y el resultado es “que mujeres y hombres lo rechazan y con ello, el desarrollo e implementación de ideas muy justas que provienen de esta teoría”.

En opinión de la experta, ayudaría pensar en nuevas propuestas conceptuales menos rechazadas.

Julio César, sin embargo, ve el asunto de otra manera: “Si tú no replanteas los términos desde las ciencia sociales y los reivindicas, los políticos no tienen cómo”, asevera.

Este estudioso, que se autodefine como un hombre feminista, insiste en que la FMC nunca dejó de ser una organización feminista:

“Si yo estoy pidiendo que las mujeres tengan derecho sobre su cuerpo, que tengan derecho y acceso a la salud sexual y reproductiva, que tengan los mismos derechos que los hombres en cuanto al trabajo, eso es feminismo”, concluye.

A su juicio, el feminismo, más allá de una etiqueta, es una filosofía que no ha dejado de estar presente en Cuba.

“¿Qué no se ha logrado todo? No se ha logrado en ningún lugar del mundo, pero yo creo que en Cuba ha existido en el período revolucionario un feminismo al que le podemos poner el apellido que quieras: de izquierda, revolucionario, socialista, pero ha sido feminismo. Nos toca a nosotros ponerle la etiqueta.

FEMINISMO, SUFRAGISMO Y MACHISMO EN CUBA: TRES CONCEPTOS Y DOS MUJERES



Por Julio César González Pagés

En la foto Julio César González Pagés y Isabel Moya Directora de la Revista Mujeres


MOVIMIENTO FEMINISTA

Movimiento para luchar por los derechos de que carecían las mujeres cubanas. Su primera etapa puede enmarcarse entre 1880 y 1912, con el surgimiento de las ideas en torno al Feminismo Social, cuya pretensión era ayudar a la mujer sin alejarla de sus roles tradicionales. La segunda comienza en 1912 con la aparición de la variante de las sufragistas-feministas, con el objetivo fundamental de obtener el derecho al voto por encima de cualquier otro tipo de cuestionamiento. La tercera etapa surge en 1918 con el auge del Feminismo Liberal y la difusión de organizaciones femeninas de diferente índole, en la que el sufragio es objeto de un cuestionamiento más abarcador al añadir las variantes de clase social, nivel educacional y raza, además de pronunciarse por extender este derecho a las analfabetas. A partir de 1934 que se aprueba la ley que permite a las mujeres ser electoras y elegibles, este movimiento se dispersa, siendo la izquierda en esa década la nueva protagonista de este movimiento con nuevos planteamientos. El sufragio femenino fue un elemento fundamental en la conformación del Movimiento Feminista en Cuba, uno de los más importantes del Continente por su proyección universal. Con la firma de la Constitución de 1940 que garantizó el derecho al voto para los ciudadanos de ambos sexos, este movimiento se atomiza, ganando en pluralidad pero perdiendo la unidad en este objetivo común.



MOVIMIENTO SUFRAGISTA DE MUJERES

Surge en la primera década del siglo XX para luchar, fundamentalmente, por la obtención del voto femenino. Las organizaciones que se crearon para desarrollar este programa, no solo abordaron los problemas de la igualdad política sino también otros de carácter social y laboral, tales como el divorcio y la patria potestad, lucha que culminó con la aprobación de la Ley de la Patria Potestad en 1917 y la Ley del Divorcio en 1918, que tuvieron la primacía en Cuba antes que en el resto de los países de Hispanoamérica. La concesión del derecho al sufragio en 1919 por muchos países participantes en la Primera Guerra Mundial, incidió también en la ampliación del programa de lucha de este movimiento. Estas nuevas ideas se manifestaron con el surgimiento del “Club Femenino de Cuba”, vanguardia del discurso de la emancipación y promotor del surgimiento de la “Federación Nacional de Asociaciones Femeninas de Cuba”, la que convocó a los dos congresos de mujeres que se celebraron en La Habana en 1923 y 1925, eventos de gran pluralidad de ideas y difusores principales del debate sobre el sufragio femenino en el ámbito nacional.



MACHISMO:

Término con el que se acuña la hiperbolización de la masculinidad y coloca al macho, entiéndase al hombre, como centro del universo. Utilizado muchas veces en contraposición al Feminismo, este conjunto de ideas socio-ideológico-cultural se ha encargado de preservar la hegemonía masculina como centro del poder. El Machismo ha sido validado en Cuba como una forma de la cultura y a pesar de ser muy criticado en las dos últimas décadas, parece gozar de gran arraigo en los diferentes grupos sociales tanto de la Isla como de la diáspora cubana. Desde el siglo XIX este término aparece como un cuño que acompaña a los niños convirtiéndolos en machos desde su nacimiento, los cuales se ven condenados a marcar diferencias durante la mayor parte de sus vidas. El macho, portador de la ideología del Machismo, se construye desde la infancia con la exigencia de demostrar constantemente la virilidad, la cual es impulsada con la frase: “demuestra que eres un hombre”. Machismo, hombría, masculinidad y virilidad, son términos con muchos puntos en común en la nacionalidad cubana, implacables con las mujeres que han tratado de transgredirlos hasta el punto de denominarlas con el término peyorativo de “marimacho”, es decir la usurpadora ridícula de algo que solo debe pertenecer al hombre. El Machismo es una corriente universal que ha tenido en el continente latinoamericano un marcado arraigo. Los estudios de género que se realizan en la actualidad promueven la reflexión en diversos eventos y foros, lo que permitirá un cambio en tan absurdas concepciones.



MARIBLANCA SABAS ALOMÁ. (1901-1983).

Periodista de estilo directo y preciso, contribuyó con su obra a defender los derechos de las mujeres cubanas. Fue delegada de los dos Congresos Nacionales de Mujeres celebrados en La Habana en los años 1923 y 1925. Sus libros y artículos gozaron de mucha fama en la década del 20 entre las feministas cubanas, grupo del que ella formó parte. Alcanzó gran popularidad, como ninguna otra mujer en Cuba, hasta el punto que su rostro fue utilizado por una Compañía fosforera en las cajillas de cerillas. Fue muy criticada por sectores radicales revolucionarios por aceptar un alto puesto de información y prensa en las oficinas del Palacio Presidencial durante la dictadura de Gerardo Machado. Fundó varias organizaciones progresistas y fue integrante de otras, entre las cuales se destacan el “Grupo Minorista” y “El Club Femenino de Cuba”. Fue redactora de las revistas Bohemia (1927-1930), Carteles (1928-1933) y de los periódicos Avance (1940-1946) y El Mundo (1961-1968).



OFELIA DOMÍNGUEZ NAVARRO. (1894-1976).

Periodista, abogada y maestra de profesión, dedicó su vida a la defensa de los ideales del Feminismo. Fue fundadora de importantes organizaciones de mujeres como la Alianza Nacional Feminista y la Unión Radical de Mujeres; así como participó como delegada en varios eventos femeninos celebrados en las décadas del 20 y el 30. Obtiene en 1922, en Santa Clara, la plaza de Notaria por oposición, siendo la primera mujer que en Cuba desempeñó dicho oficio. Por su abierta oposición al régimen del dictador Gerardo Machado, fue encarcelada y desterrada. Vivió en México donde ganó prestigio como abogada, por lo que fue llamada a defender a Jacques Monnard, asesino de León Trotski. Domínguez desarrolló una activa militancia en los grupos pacifistas cubanos durante la Segunda Guerra Mundial. Fue nombrada en 1946 vicepresidenta de la Federación Internacional de Abogados y en 1947 secretaria general de la Asociación Cubana de las Naciones Unidas (ACNU).

miércoles, 15 de diciembre de 2010

“Feminismo, sexualidad y género"

Por: Dayron Oliva Hernández.
Red Iberoamericana de Masculinidades

Con el auspicio de la Red Iberoamericana de Masculinidades y la Cátedra de Género y Comunicación “Mirta Aguirre” del Instituto Internacional de Periodismo “José Martí”, estudiantes de tercer y cuarto años de la Facultad de Filosofía e Historia de la Universidad de La Habana, realizaron un amplio debate a partir de la historia republicana cubana (1902-1958), en saludo a la Jornada y al Día Internacional de la No Violencia contra la Mujer.

Como parte del cierre del curso optativo Género y sexualidad en la República del profesor Julio César González Pagés, coordinador general además de la Red Iberoamericana de Masculinidades, los/as estudiantes reflexionaron a través de destacadas figuras entre ellas Ofelia Domínguez, Pilar J. de Tella, Hortensia Lamar, Rosario Guillaume, Miguel de Carrión, acerca de cómo el importante movimiento feminista cubano abordó el cambio social para la mujer, no solo desde el sufragio sino teniendo en cuenta su desfavorecida situación social ante los hombres, los estereotipos sexistas y los temas para la obtención de derechos como la educación, el divorcio, el trabajo, la protección a la mujer inmigrante, etc. También se trataron temas sensibles como la prostitución femenina, la homosexualidad y se tuvo en consideración obras significativas de la producción literaria de esa época que, en sentido general, nos pone en perspectiva histórica cuánto se ha avanzado en nuestra sociedad en relación a la equidad de género.

El blog FEMINISMO EN CUBA pone hoy estos trabajos a su consideración

Personalidad vs. Conducta. Una perspectiva de la obediencia desde un análisis de Las honradas

Por: Ramsés Tola García.
Estudiante de 4to. Año
de Lic. en Historia,
Universidad de La Habana


Resulta interesante para cualquiera que realice un acercamiento investigativo a Las honradas, el hecho de que el autor de la novela sea hombre (Miguel de Carrión) y ponga en voz femenina al rol protagónico (Victoria). Aunque Carrión haya sido un gran defensor, como lo fue, de los derechos de la mujer, lo primero que salta a la vista es que las escritoras no se atreven a diseñar tipos de mujeres (CARRIÓN, 1973, p.9), o mejor, a decodificar el tipo de mujer. Y es aquí donde estos circunstanciales problemas se interrelacionan con el presente trabajo. ¿Cómo las mujeres que están concluyendo el siglo XIX en Cuba se dejan guiar por la sociedad? Hasta qué punto esto es resultado de su desenvolvimiento en esta sociedad y hasta qué punto son ellas las que se están construyendo a sí mismas esa realidad que intentan enarbolar y que se desintegra por todos lados con el desarrollo de la vida moderna.

Esto se pudiera responder, en primer lugar, de la siguiente forma: estamos analizando una sociedad cerrada en cuanto a los cánones de vida y que por demás comienza un conflicto bélico, la cual para lograr su estabilidad se afianza a una identidad que a su vez va formando una cultura. Dónde está el conflicto, no se conforma cualquier cultura; sino un tipo de cultura, o sea: estereotipos de funcionamiento social.

Este cuadro es a su vez la representación del mundo, imago mundi, que tienen de sí los individuos que se están convirtiendo en sujetos sociales y por lo tanto se están apropiando de este tipo de realidad. Una realidad puramente masculina, donde el otro puede siempre porque es hombre, donde la mujer o mejor: lo femenino es la imagen constitutiva del hogar, mientras lo masculino referencia el trabajo; una realidad donde ella calla cuando él manda. Donde es la mujer recatada, modesta, agradable y seria; porque ellas no deben reír muy fuerte. Donde el patriarca domina todo cuanto existe y diluye en ideología su accionar en la sociedad. Donde cada cual tiene y debe conservar su posición, o mejor, su representación.

Para explicar pudiéramos decir que la unidad más significativa de las estructuras sociales no es la persona sino el rol (que responde a los patrones culturales vigentes), que es aquello que constituye y define la participación en los procesos interactivos (MIRANDA, 2003, p.14). Es necesario por ello entender la interrelación e interdependencia existente entre el rol y la personalidad, y a un tiempo su independencia; en la medida en que se construye la segunda es necesario representar el primero.

Victoria no tiene que preocuparse por el tiempo porque su marido pasa lejos la mayor parte del día y por lo tanto, ella puede dedicarse a escribir. En este caso nos damos cuenta de que la protagonista está produciendo y reproduciendo en su vida cotidiana, el estereotipo de mujer que critica en el subconsciente. Pues además asume como algo natural el hecho de que su esposo llegue a casa y no le diga lo qué estuvo haciendo en el día. Bajo ese tipo de funcionamiento comienza la novela y así se desarrollará en toda su extensión. De niñez regularmente normal –con todo lo que significa ser la hermana menor de tres hijos–, provinciana perteneciente a la clase media santaclareña, de familia tradicionalista y católica; lo que cobra mayor importancia en la formación de la personalidad sumisa que se desea mostrar para una joven de sociedad –pueblo e imagen que debe respetar y representar.

Desde su adolescencia (etapa que más nos interesa para denotar los mecanismos según los cuales se construye una sociedad a través de una “niña”) va a comenzar a cuestionarse el medio en que sobrevive y la diferencia de género que establece la sociedad, saliéndose de la diferenciación de sexo que se hace desde la naturaleza. ¡Niña, niña! Deja eso… Gastón es hombre y puede hacerlo… ustedes deben darse su lugar (CARRIÓN, 1973, p.17). ¿Cuál es, o cuál puede ser el lugar de una joven de diez años de edad? Se llega a sobredimensionar de forma tal esta cuestión que en determinado momento se invierte la situación: y si Gastón (hermano de Victoria) realiza ciertas acciones lo reprenden y juzgan de: mariquita.

Nos enfrentamos a otro conflicto, el sistema de educación al que se someten desde nacidos (buena parte de la clase media y, en general, la clase alta); no es al régimen de la escuela oficial, sino al de la casa… al ambiente familiar. Esto no significa que en el hogar se construyan más súbditos que en las escuelas oficiales, sino que la familia va a contextualizar en las nuevas generaciones la vida social que procura; mientras que la escuela responde a un proceso de institucionalización –donde también se va a representar la sociedad, pero en menor peso en cuanto al comportamiento humano que ofrece el núcleo familiar. Su madre institutriz, que les educa en la gramática, historia, aritmética; ayudada por la tía Antonia, quien se encarga de la enseñanza del catecismo y el bordado. ¿Qué más pudieran pedir esas niñas?, poseen una educación con todas las leyes para poder hacer lo que se debe hacer. Pues como su propia madre dijera, las mujeres y los niños son muy semejantes y ambos tienen que ser cuidadosamente guiados en la vida. Lo interesante es que nuestra protagonista concuerda con su madre en este parecer y que el medio en que se desenvuelve desarrolla también esta perspectiva de educación.

A pesar de los esfuerzos de toda la familia, Victoria se va a ir enfrentando poco a poco con los nuevos modos de vida que serán también modos de pensamiento. Del aislacionismo, el siglo XX irá conformando una conciencia socializante donde lo importante no será tanto la vista de las personas, sino la comunicación entre estas.
Pero a pesar de todos los esfuerzos por apartar a Victoria de los nuevos vicios, no podrán evitar que enfrente la adolescencia con ese nexo que le va a ir mostrando el mundo moderno: Graciela. Aquí podemos idearnos el cuadro psicológico: una es educada bajo la tutela de su madre y de su tía (estereotipo de solterona: ferviente devota, que vive aislada de la sociedad, dedicada por completo a sus animales: gatos), mientras la otra ha de enfrentar la realidad sola con su madre (huérfana de padre), lo que le va a ofrecer a la segunda una mayor libertad e independencia a la hora de entender y revisar ciertos aspectos cotidianos.

De esta forma, si entendemos que los roles a representar no son estrictamente cerrados puede suceder que actores con diferentes personalidades puedan satisfacer, dentro de los límites bastante amplios, y sin demasiado esfuerzo, las expectativas asociadas con roles aproximadamente semejantes (MIRANDA, 2003, p.15). Como es el caso de Graciela y Victoria, convertidas en protagonista y antagonista, solo en lo que respecta a la personalidad.

Llegado el momento, nos llega el conflicto bélico (la guerra de 1895-1898), lo cual significó un cambio de vida para las cubanas, que tuvieron que asumir el exilio (GONZÁLEZ PAGÉS, 2003, p.34). Como es lógico, una vez en Nueva York, aunque debían adaptarse a otro estilo de vida, continuaron socializando los esquemas sobre los cuales habían fundamentado su existencia. Gastón, fue enviado a una academia militar –muy cerca del centro-; mientras que las hermanas a un colegio católico –en las afueras de la periferia. Como es de esperar, en el pensamiento de nuestra protagonista se produjeron ciertas variaciones; y más cuando cada vez que se reunían entre ellas (las otras alumnas) era para hablar de hombres. Pero esto no la llevó, paradójicamente, a cambios en la conducta.

Lo más significativo de esta etapa es que allí se formará la idea –en la mente de Victoria- de ver a los hombres como el perpetuo enemigo y el eterno deseado (CARRIÓN, 1973, p.47). Así, la imagen del hombre como ese animal que da caza a la mujer; va a ir conformando la mentalidad de una adolescente a la que se le impone una realidad que constantemente está dejando de ser. Su defensa natural va a ser aislarse, a través de Walter Scott y Charles Dickens; buscando en la literatura lo que la sociedad no le puede mostrar y lo que el seno familiar le ha hecho ver.

Aunque, y aquí tenemos otro problema, ella no se desprende totalmente de ciertos pensamientos; los cuales se deben esconder con vergüenza. Este es el ejemplo de todo lo que tiene que ver con la pubertad y la repugnancia que le producen los desechos vaginales, o incluso la repulsión hacia la idea del matrimonio y lo que implica la noche de bodas para una mujer. Lo dicho anteriormente, desmiente la tan usada teoría que muchos aplican a Carrión y que el propio autor asume, exponiendo que “las que aparentan ser las honradas en realidad son las impuras, y viceversa.” Digo esto teniendo en cuenta que, al menos en su adolescencia, Victoria no hace más que aferrarse a un comportamiento –sea cual sea la razón- con plena conciencia de ello a medida que se conforma en ella “la dignidad de la mujer”.

Analizando otra cuestión y según la visión del siglo XXI, pidiéramos ver con malos ojos el hecho de que en esa etapa –la pubertad-, Victoria se preocupe en demasía por su figura y por estar corpulenta –como Alicia- y por contemplarse, pero viéndolo desde las funciones lógicas de la evolución; pudiéramos decir que esto forma parte de la obsesión psicológica de todo joven por “ser grande” –aunque esto, en sí, implique la asunción de una expectativa que es producto de lo que representan “los grandes” en la vida social-, por ello no debemos confundirnos en el juicio.

Al paso de los años –ya en Cuba, en La Habana- la protagonista se enfrenta al tan temido matrimonio. Pero cuando Joaquín Alvareda se dispuso a consumar el acto, Victoria tuvo que reprimirse para no escupir de asco y despecho sobre la alfombra de la alcoba nupcial (CARRIÓN, 1973, p.151). Aunque para la mayoría de los hombres esto pudiera parecer descabellado, resulta totalmente normal en la personalidad de Victoria; porque como ella misma dice, no aborrece a su esposo sino que acusa a los hombres de sensuales y materialistas.

Mucho le va a costar a Victoria acostumbrarse a que por derecho su esposo puede tocarla a su antojo, porque para eso se casaron. Sorpresa se va a llevar cuando escuche más tarde decir a Graciela refiriéndose a su matrimonio: ¡Somos concubino! solo eso. (CARRIÓN, 1973, p.163)

Luego todos ríen por su puerilidad. A pesar de todo, jamás dejó que su semblante expresara el menor signo de contrariedad o de fastidio (CARRIÓN, 1973, p.215), porque eso es lo que debía mostrar; y lo que todos esperaran que mostrase; representando no ya el estereotipo, sino enarbolando lo que para sí era arquetipo de señora. Ambas categorías, llegado el momento, se enfrentarán; llegando a confundirse de manera tal que: la sociedad creyendo enarbolar el arquetipo de mujer, al dirigir y normar el comportamiento en cuanto a las expectativas sociales; solo estará conformando el estereotipo de lo que se representa en la mente cotidiana como mujer.

El problema funcional de los sistemas sociales puede resumirse en los problemas de asignación, integración e interacción. (MIRANDA, 2003, p.15)

Durante el tiempo muerto, Joaquín y Victoria volverán a su rutina sobre la lectura y el bordado –respectivamente-, claro, siempre y cuando la esposa no tenga otra cosa que hacer en la casa.

Bibliografía:

CARRIÓN, Miguel de. Las honradas, Ediciones Huracán, La Habana, 1973.
GONZÁLEZ PAGÉS, Julio César. En Busca de un espacio: Historia de las mujeres en Cuba. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 2003
MIRANDA A., Miguel. Pragmatismo, interaccionismo y trabajo social. 2003. Tesis de Doctorado en Antropología social y cultural, Universitat Rovira I Virgili, Tarragona-España.

Feminismo y poder a través de la figura de Ofelia Domínguez

Por Greyser Coto Sardina.
Estudiante de 4to.
Año de Lic. en Historia,
Universidad de La Habana


“Pues es necesario que despierten todas las mujeres del letargo en que viven y se pongan en pie para que los hombres vean que la mujer es un factor tan importante e imprescindible como ellos, en lo político, económico y en lo social y que deben la equiparación para ocupar los cargos públicos, porque triste es confesarlo pero es así: los gobernantes consideran que las mujeres son incapaces para ocupar cargos de verdadera responsabilidad” (SUÁREZ, 1997)


Los estudios sobre mujeres en Cuba, incluso de género de manera general, han sido en alguna medida poco trabajado, solo hará unos 30 años; existe una preocupación desde el punto de vista intelectual en investigar las historias que han estado ocultas durante muchísimo tiempo. Los estudios de mujeres desde el inicio de este siglo han cobrado auge y constan profesionales que se han dedicado a trabajarlos seriamente, incluso a reivindicarlos como parte real de nuestra historia nacional. El trabajo más allá de los objetivos precisos que más adelante se presentan, es también una forma de contribuir y de ayudar a que los estudios de género sigan empleándose, proliferando y aportando a la historia no solo de nuestro país sino también a la universal.

Como se expone en el título, este breve proyecto, a partir del acercamiento desde el punto de vista histórico, a la figura de Ofelia Domínguez, pretende entrelazar dos componentes claves que definen a esta mujer, el feminismo y algunas cuestiones respecto al poder político. Ofelia ha sido una de las mujeres más importantes en relación con los asuntos de la lucha feminista en muchos aspectos no solo político sino también sociales desde principios del siglo XX; fue altamente reconocida tanto en Cuba como fuera, pues su obra reviste vital trascendencia para el continente latinoamericano, asumiendo posiciones para nada contemplativas referente a la esclavitud femenina (y los derechos del niño), la llevó a fundar organizaciones y representar a las mujeres cubanas y del continente en innumerables congresos dentro y fuera de la Isla.

Ahora, antes de entrar en la parte del análisis histórico sería crucial definir este pequeño proyecto desde el punto de vista teórico-conceptual y por tanto concretar los objetivos más puntuales dentro del mismo:

1-Analizar la posición asumida tanto en su práctica como en la ideología por Ofelia Domínguez, a favor de la emancipación política (y civil) de la mujer cubana partiendo (y como un móvil preliminar en su lucha política) del argumento de abogar a favor de sufragio femenino, visto en el periodo de 1910-1940.
2- Presentar de manera general su perspectiva acerca de los derechos femeninos entre los años anteriormente expuestos.
3-Valorar hasta qué punto el poder constituye un elemento clave dentro de su ideario y sobre todo su cuestionamiento o no, acerca del empoderamiento de la mujer dentro del periodo enunciado.
Bajo la necesidad de definir las herramientas principales para entender el trabajo, se precisa dejar explícito algunos puntos para la posterior comprensión del mismo.

En esencia, entender el sufragio como una de las manifestaciones del feminismo histórico…; por tanto, la lucha de mujeres como Ofelia Domínguez, parte de este presupuesto, el sufragio es el primer paso que viabiliza la radicalización posterior del quehacer político de esta cubana. Como explica Mary Nash:
“La lucha por el sufragio ha representado en muchos países un eje vertebrador del feminismo político al plantear la demanda de los derechos políticos individuales de las mujeres en clave de la igualdad. También, cabe entender sus manifestaciones en términos de cultura política y la cultura de género de cada sociedad.

Al entender el feminismo histórico como movimiento social de manifestaciones plurales, de diversas modalidades de estrategias de resistencia y agencia social, el sufragismo representó una vía decisiva en su desarrollo (…) Existen diferentes manifestaciones del feminismo histórico, entre ellas el sufragismo (…)” (GONZÁLEZ, 2006, p. XVIII)
Es decir, el tema del sufragio se ve como el catalizador para abogar a favor de los derechos de la mujer en temas de política; hay que partir del presupuesto teórico de ver al sufragismo como componente que permite desarrollar esta lucha, como punto inicial de la lucha política; en el caso de Ofelia Domínguez así sucede, la base es acceder a la política por medio del voto.

El término feminismo podríamos entenderlo como un movimiento combativo iniciado en el siglo XIX, que ha agrupado sobre todo a las mujeres en torno a las consignas de liberación; que presenta demandas como: concesión de derechos políticos, reconocimiento de la personalidad civil femenina, emancipación económica, etc. Aunque ciertamente no se considera la lucha de la mujer hacia el hombre, puesto que su lucha por procurarse un lugar en la sociedad trató en la medida de lo posible, de unir al hombre a esta batalla. “El feminismo va alcanzando una proyección un tanto política, cuando se parte de que hay que modificar los códigos vigentes, era importante luchar por tener un lugar en la sociedad, lo que a principios del siglo XX tomó aspecto de la lucha por el sufragio” (SUÁREZ, 1997)

Para trabajar la figura de Ofelia Domínguez a partir de la visión que se exponen en los objetivos del trabajo, pues me ha servido de mucho dos libros, los cuales considero esenciales, En busca de un espacio: Historia de mujeres en Cuba, del Dr. Julio César González, y la Introducción del libro de Mary Nash Mujer y movimiento obrero en España 1931-1939. Ambos me permitieron definir fundamentalmente los elementos esenciales sobre los cuales versa mi trabajo, y principalmente me brindaron las armas teóricas para luego poder enfrentarme al contenido de la investigación. El expediente de Ofelia Domínguez, algunas Tesis sobre el tema en general y otras obras también me sirvieron de mucho para el desarrollo del trabajo.
Ofelia Domínguez, nacida en 1984, en la antigua provincia de Las Villas, se graduó de Derecho, y se doctoró en Derecho Civil, al tiempo que estuvo vinculada a las labores del magisterio en las zonas rurales de su provincia. Como profesora, conoció la triste situación de la vida campesina y las penurias de las mujeres en este medio, y asumió posiciones radicales a favor de la emancipación de la mujer; desde entonces siendo muy joven se definía como feminista incondicional.

Con la creación en el año 1918, del Club Femenino de Cuba, pasó a ser la Secretaria del mismo en su provincia; creó escuelas para niños pobres; su participación en los Congresos Nacional de Mujeres fue bastante activa; participó además en el Congreso Panamericano del Niño celebrado en Panamá, donde se destacó por las propuestas sugerentes y evidentemente mal vistas, pues no solo exige amputar en los códigos penales de los países presentes, el papel de figura imponente del pater de familia, sino exigir la instrucción sexual en las escuelas desde el nivel elemental hasta la universidad.

Estuvo en Congreso de Unificación Penal en México; fue creadora de la Alianza Nacional Feminista, etc. En todo en cuanto estuvo defendió los derechos elementales de las mujeres, como resultado fue objeto de constates persecuciones, y sufrió cárcel en varias ocasiones sobre todo durante el gobierno de Machado, a quien se le enfrentó directamente, como consecuencia fue exiliada, en México, por ejemplo, cooperó con diversos espacios periodísticos, y en Cuba también escribió para Bohemia y fue fundadora de la Revista Villa Clara la cual dirigió; decir además que su labor periodística no fue menos intensa.

Si bien en el Congreso de Mujeres de 1923 abogó por la necesidad del cambio de la legislación Civil y Penal, cuestionándose la situación jurídica de la mujer cubana. Durante todos los Congresos, el punto del derecho al sufragio se hace constante. Ofelia en función de esto creó el Comité de Defensa del Sufragio Femenino en contra de las leyes de Congreso que se negaba a cumplir las aspiraciones femeninas; lo que hizo que la lucha en torno a la obtención del sufragio se radicalizara. A pesar que hubo polémicas, como consecuencias de las diferentes posiciones adoptadas por las mujeres, sobre todo ante un periodo tan convulso como la dictadura machadista y el inicio de la Revolución de 1930, siempre se habló de la necesidad de obtener el sufragio, siendo este el inicio de las posteriores aspiraciones políticas.

Durante la década de los cuarenta, Ofelia ocupa diferentes cargos políticos como la dirección del Departamento de Propaganda de Guerra de la Defensa Civil dentro del Ministerio de Defensa Nacional; fue nombrada Vicepresidenta de la Federación Internacional de Abogados, y se designó miembro de la Comisión Permanente de Derechos Internacionales, etc.

Como es evidente, ella fue ejerciendo cargos y responsabilidades que la llevan de ser la representante villareña al I Congreso de Mujeres, a ser una figura política en Cuba, en especial, posterior a la dictadura de Machado, debido a la significación de esos cargos para el país.
Ahora, es importante ver el cambio que sufre el quehacer político y social de Ofelia; sus discursos, sus ponencias y sus cartas, son esenciales para comprender este proceso.

felia aparece en el II Congreso de Mujeres, con una ponencia, que versaba sobre la situación jurídica de la mujer, para 1928, como parte de la Alianza Femenina de Cuba, pide concretamente los derechos políticos y también civiles de la mujer. La ponencia “La situación Jurídica de la mujer en Cuba” que es un llamado al despertar de la conciencia de las mujeres y a que se sumen a las filas de las organizaciones femeninas, así como darle a conocer el fundamento legal de la serie de incapacidades que la limitan; aquí se presentan diferentes postulados, en los que enuncia la necesidad de desenvolvimiento de la mujer dentro del matrimonio, exigir el derecho a tener personalidad propia, más allá de ser casada, en los tribunales; que el divorcio sea visto como una ley de liberación y no como un escándalo público; que no se consultan a las mujeres para dictar leyes, ni para elegir gobernantes, por tanto por medio del sufragio se podría manifestar su voluntad. Decía Ofelia: “La ley civil te incapacita, te convierte en menos de edad (…) ante la Ley penal tu responsabilidad alcanza lo inaudito.” (DOMÍNGUEZ, 1971)

Durante los años entre 1930-1933, en el contexto de la lucha antimachadista, a Gerardo Machado le empezaron a presionar y tuvo que enfrentarse a las demandas populares, siendo una de las principales el derecho al voto de la mujer; el empuje feminista alcanzó una fuerza incomparable, pero la propia Ofelia y un grupo importante de mujeres se opusieron rotundamente a que el voto femenino fuera ofrecido de manos de un gobierno ilegítimo y que carecía de credibilidad; lo que explica que el voto y el acceso a los cargos públicos, en alguna medida, haya sido concedido en el año 1934, también visto este además como resultado de años de lucha revolucionaria tanto de hombres como de mujeres.

La visión política de Ofelia, le permitió asumir una posición irreversible respecto a la lucha en contra del régimen dictatorial de Machado (de hecho es increíble que en los textos de Historia de Cuba no se recojan, documentos como Al constituirse el Comité Pro presos de Cuba escrito por la propia Ofelia, que resume un análisis excelente de la situación cubana durante los años de Machado y pos machado, desde el exterior y el interior del país, no solo a partir de la política sino de la visión de la economía cubana del periodo). Consciente de su momento histórico y de la gran influencia que la Revolución de 1930 ejerció en ella dice:

“…estas luchas han traído en mi un cambio muy marcado a mi estructura ideológica. He tenido que vivir como vivo, acorralada, perseguida para poder comprender bien como se hiere al pueblo en su carne y en sus sentimientos. Me he ido sintiendo pueblo. El feminismo con sus aspiraciones políticas y civiles se me antoja ya estrecho molde para luchar. El espíritu de la época reclama algo más justo y equitativo. Le confieso que vivo un momento en que la posición de Rusia me atrae (...)” (DOMÍNGUEZ, 1971)

Hasta este punto quizás se puede dar por concluido uno de los puntos del trabajo; la labor de Ofelia en función de los derechos básicos de la mujer, en función de obtener el voto, de que se lleguen a cargos públicos, pues queda plasmada en sus ponencias, en la fundación de organizaciones.

Pero por otro lado, ¿hasta qué punto Ofelia Domínguez como una mujer que está dentro de la política del país se cuestiona el poder político de los hombres? ¿Aboga por buscar las vías para que la mujer tenga más acceso o no al poder político? ¿Se cuestiona porque tantas mujeres son postuladas y una mínima parte son elegidas? ¿Se inclinó a favor del empoderamiento de la mujer en el país? Ofelia como abogada bien defendió, y es indiscutible, los derechos de la mujer como ciudadana y de hecho a favor de esto desplegó toda una labor práctica increíble, pero como parte del Gobierno, como mujer de política, no queda clara su posición respecto al empoderamiento de la mujer; sus cartas a Paulina Luisi (Presidenta, en esa época, de la Alianza Uruguaya de Mujeres) demuestran la voluntad feminista y el querer cambiar la situación de la mujer en el continente, deja entrever no obstante algunos matices respecto al tema, consiente que la lucha de las mujeres, tiene que ser guiada, encabezada por estas pero hasta ahí, no existe la definición de lo que se quiere después : “Le aseguro que ningún hombre honrado se atreve a discutir los derechos de la mujer en nuestra patria, por eso estoy contenta sobre todo por nuestra juventud, hombres y mujeres a la par.” (DOMÍNGUEZ, 1971)

“¿No es verdad que estamos en un momento de intensas crisis de América? Algo nuevo ha de operarse, yo siento la emoción de lo nuevo, de lo inesperado… se hace necesario un reencuentro entre las nuestras… sería interesante una reunión modesta pero selecta. ¡Si pudiéramos nosotras, las mujeres sacudir nuestro continente!” (DOMÍNGUEZ, 1971). Es justo este, un punto importante, el papel de la mujer, o las aspiraciones de Ofelia respecto al papel femenino de la dirigencia de un proyecto tan grande como el de transformar la “situación caótica” del continente, se nos presenta con tono romántico, poco probable, a pesar de que pueda ser su aspiración no deja margen sino para entenderlo como esperanza y solo eso.

Si bien no niega la capacidad de la mujer de sacudir el continente, de estremecerlo y lograr un giro (asumo que esté incluida la política), o el cambio que la época requiere, tampoco se ve como algo realizable, solo con un matiz ilusorio. A partir de lo investigado Ofelia Domínguez nunca tuvo un proyecto, una idea concreta respecto a hacer un cambio en la vida política en Cuba. Entendió el poder solo como el poder del voto, como el poder de acceder a algunos cargos políticos en la vida pública, pero no como la dirección de una mujer desde el poder, vista esta como máxima dirigente del país. De hecho, algunas de sus afirmaciones quedan muy imprecisas, ejemplo durante la elaboración de la Constitución de 1940, expresó: “La mujer debe ir a la próxima constituyente a borrar las inferioridades que le afecten, contribuyendo al mismo tiempo al triunfo pleno de las demandas populares… La actuación de la mujer debe ser determinante. Allí tiene una amplia y grande tarea que realizar en beneficio suyo y a favor de Cuba” (SUÁREZ, 1997)

A manera de valoración general y quizás a modo de conclusión podríamos afirmar que, sin duda, Ofelia Domínguez fue una de las mujeres cubanas que más hizo en función de lograr la igualdad en todos los sentidos de los hombres y mujeres no solo en su país sino fuera de este, clamando a la unidad y la libertad de conciencia de las mujeres latinoamericanas. Habría que decir, más allá de los logros de las feministas cubanas y de los hombres que apoyaron la causa de ellas, que Ofelia nunca se cuestionó, o tal vez nunca fue un elemento clave en sus lineamientos identificarse con el acceso de la mujer el poder político o sencillamente cuestionarse al hombre en el poder.

Si bien se logra para las mujeres el voto, la posibilidad de acceder a la vida publica, lograr la legalidad dentro de todos los organismos, etc., siempre con sus pro y sus contra, no hubo una perspectiva política que llegue más allá, queda claro en una figura como Domínguez que fue brillante dentro del Gobierno, pero que jamás vio entre sus aspiraciones el acceso de la mujer a la presidencia y quizás desde allí pues mejorar las condiciones o estipular leyes a favor de la mujer, solo queda como misión cumplida el hecho de que se cuente con las mujeres para ver el destino de la nación.

No obstante afirmar esto de manera más rotunda requiere de un estudio más preciso y vasto del movimiento feminista y de la figura de Ofelia Domínguez como uno de sus puntales.

Asumo que una valoración objetiva acerca de su personalidad por muy completa que fuese siempre le quedaría algo que añadir, ella dedicó casi todos los años de su vida a la lucha por emancipar a la mujer y sus logros fueron más que aceptados para su época. Ofelia muere en 1976, y ha quedado sin duda en nuestra historia como pionera de la defensa de los derechos civiles y políticos de la mujer.

Bibliografía:

DOMÍNGUEZ N., Ofelia. 50 años de una vida. La Habana: Instituto Cubano del Libro, 1971
GONZÁLEZ, Jorge F. Las luchas por el sufragio femenino bajo el régimen de Machado. 2007. Trabajo de Diploma-Facultad de Filosofía e Historia-Departamento de Historia, Universidad de La Habana, La Habana
GONZÁLEZ PAGÉS, Julio César. En Busca de un espacio: Historia de las mujeres en Cuba. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 2003
Memoria del Primer Congreso Nacional de Mujeres. Centro de Capacitación de la FMC
NASH, Mary. Mujer y Movimiento obrero en España 1931-1939. Barcelona: Editorial Fontomara, 1981
SUÁREZ F., Liane. La mujer cubana entre 1940-1952. 1997. Trabajo de Diploma-Facultad de Filosofía e Historia-Departamento de Historia, Universidad de La Habana, La Habana

Entre Luisa Capetillo y Filo Vidal: transgresión y defensa de la mujer

Por Jesús Gómez Mas.
Estudiante de 3er.
Año de Lic. en Historia,
Universidad de La Habana

Constituye un viejo argumento el que plantea que no se puede escribir sobre las mujeres porque las fuentes documentales o bibliográficas son escasas. Otros apuntan al poco protagonismo que tienen para la Historia General, dada su poca participación en los acontecimientos que esta narra de guerras y luchas por el poder político en diferentes etapas.

La renovación historiográfica feminista aportaría nuevas formas para los grupos de Historia Social, ofreciendo un nuevo enfoque a la inclusión de las mujeres, independientemente de los roles tradicionales adjudicados, donde la maternidad y la familia parecían ser los únicos importantes.

La reinterpretación de las fuentes tradicionales y la utilización de métodos provenientes de otras disciplinas de las Ciencias Sociales, permitieron abandonar maneras totalmente androcéntricas y cuantitativas de hacer historia.

Una de las contribuciones de la historia de mujeres, “ha sido precisamente la afirmación de que la mujer tiene una historia, y que esta historia no puede considerarse como un conjunto de datos olvidados cuyo destino sería incorporarlos a las categorías históricas tradicionales ni tampoco como simple contribución marginal a la supuesta historia definitiva –la historia del hombre vista desde una perspectiva masculina y un sistema de valores masculinos.”

Precisamente esta era una de las principales preocupaciones al abordar la investigación de dos importantísimas mujeres emigrantes acerca de las cuales se ha escrito muy poco o solamente de forma referencial. Las figuras de Filo Vidal y Luisa Capetillo serán los ejes fundamentales que motivan esta sencilla investigación.

El primer problema que tuvimos fue la escasa bibliografía existente sobre la actuación de dichas figuras feministas, la primera gallega y la otra puertorriqueña, durante sus estancias en Cuba; las cuales aparecen de modo periférico en estudios generales. Ello ocurre por la desvalorización de lo femenino, siendo una característica central del sistema social de género, en el que ha predominado la desigualdad entre los hombres y las mujeres. Las mujeres en tanto personas y las actividades definidas como femeninas, no tienen el mismo valor que las masculinas, ni tampoco lo tienen los espacios sociales donde estos roles se desempeñan: el mundo público y el mundo privado (familia). Debido a las relaciones de género basadas en la jerarquía, lo femenino, en cualquiera de sus niveles, ha desaparecido y se ha hecho invisible.

Sobre la actuación de Filo Vidal durante el Segundo Congreso Nacional de Mujeres de abril de 1925 y su defensa de la mujer emigrante quisiéramos comenzar nuestro estudio. Esta Asamblea, que fue inaugurada y clausurada en el Teatro Nacional, ubicado dentro del edificio del Centro Gallego, tuvo en la moción de la mencionada gallega, un discurso que más allá de defender una nacionalidad específica, hablaba de la necesidad de ayudar a las mujeres emigrantes sin distinción de su origen nacional o regional.

Vidal pidió en el Congreso lo siguiente:

“Primero- Hacer una llamada a las actuales sociedades de inmigrantes, de todos los países, para que presten su concurso por medios distintos, con el fin de recaudar fondos, para que se levante un edificio amplio y alegre que se denomine Casa de la mujer inmigrante”. (GONZÁLEZ PAGÉS, 2010)

Este punto pedido por la delegada se materializa años después por diferentes sociedades españolas, que constituyen asociaciones regionales para sus emigradas en específico. Un segundo punto pedido por Filo Vidal apuntaba sobre las características que debía tener la casa de la mujer inmigrante:


“Que dicho edificio se alce no lejos del puerto, como áncora de salvación, brindándole su hospitalidad cariñosa a la mujer emigrante, la cual abonará una cuota mensual que le dé derecho apenas desembarque, a poseer un hogar de sólida honradez y protección, donde se le acoja cubriendo sus necesidades, bajo el Patronato del Congreso Femenino de Cuba. Así evitará que la mujer emigrante caiga en manos poco escrupulosas de primos, vecinos y amigos que cuando no acaben con sus modestos ahorros, que traen para sus primeras necesidades, sabe Dios a costa de qué repugnancias íntimas, la inician en el vicio, dejándolas abandonadas después”. (GONZÁLEZ PAGÉS, 2010)

Son significativas las denuncias constantes que eran realizadas sobre familiares y amigos de las emigradas, que lejos de actuar solidariamente, se convirtieron en el calvario de las mismas, por someterlas a actos muy crueles de vejación.

El último punto de la ponencia de Filo era un llamado espiritual a la aceptación plural:
“Que en la casa de la mujer inmigrante sea admitida toda persona del sexo femenino, sin distinción de edades, ni de raza, para la cual el edificio constará de varios pabellones, teniendo por divisa suprema: Amor y Protección. Ello reanudará en provecho de la mujer y gloria del feminismo cubano, que llevará a cabo una bella y gloriosa obra, siendo una demostración para el orbe entero de lo que pueden las fuerzas del espíritu femenino”. (GONZÁLEZ PAGÉS, 2010)

Si algo puede resultar curioso en las ponencias de la feminista Filo Vidal es cómo propugna en cada una de sus palabras: la defensa de la mujer inmigrante en general, sin entrar en las particularidades de regionalismos o nacionalismos; aún cuando proviene de una España marcada por los exacerbados sentimientos autonomistas de cada territorio, donde no existió una identificación con la nación a la que pertenecen, sino que se dan a conocer de acuerdo a la región histórica de procedencia: vascos/as, navarros/as, asturianos/as, gallegos/as, canarios/as, entre otras.

Otra feminista, la lectora, periodista, escritora y organizadora obrera Luisa Capetillo, fue una de las más destacadas líderes feministas en la historia de Puerto Rico. En una de sus publicaciones del año 1911, elaboró muy detalladamente su visión de la relación hombre y mujer. A través de Mi Opinión sobre las libertades, derechos y deberes de la mujer, insistió en el gran potencial que poseía la mujer como agente de cambio social, “porque el actual sistema, con todos sus errores, se sostiene por la ignorancia y esclavitud de la mujer” (RAMOS, 1992). Ello muestra cómo Capetillo hizo hincapié en la importancia de desmontar la errónea concepción que la educación no es apta para la mujer, y que esta es una valiosa vía para que se liberen de la dependencia con respecto a los hombres.

En este sentido, cabe recordar las palabras de una periodista y escritora asturiana llamada Agar Eva Infanzón y Canel (mejor conocida como Eva Canel), quien estuvo en Cuba durante el año 1891, y después de quedar viuda expresó: “si mi marido no hubiese muerto, y por el contrario hubiese hallado la salud en estas latitudes como los médicos lo habían predicho, yo habría venido a Cuba a ser lo que había sido antes, una esposa sumisa”. Esto viene afirmar, lo que años después, indicaban las palabras de la feminista puertorriqueña de exaltar el papel de la educación como mecanismo para terminar con la esclavitud de la mujer y no esperar por las vías “naturales” -la muerte, en este caso- para obtener reivindicaciones.

A partir de 1911 y durante los próximos cinco años, Luisa Capetillo extendió su radio de acción a otras regiones del continente. Así, en 1913, llegó a Cuba para vivir cerca de dos años. Después, de regreso a Puerto Rico, publicó su último libro conocido, influido de las ideas modernas fruto de sus viajes, y en el que desarrolló sus concepciones sobre la moral y el amor, citando como muestra de su cultura general sobre la mujer, historias de mujeres-paradigmas como: Madame Curie, Juana de Arco, Concepción Arenal, Agustina de Aragón, entre otras.

De su estancia por Cuba, data, tal vez, su más célebre anécdota, pues utilizó la transgresión de las normas masculinas, salir vestida de hombre por la calle de Obispo, como recurso para llamar la atención y ser oída por la opinión pública. Resultados de dicha acción: Capetillo fue obligada a salir del país y se le prohibió su entrada futura. Pareciera tan insignificante el motivo de tal sentencia, pero el que una mujer se vistiera de hombre en un espacio público, fue percibido como una violación del orden impuesto por los hombres.

Si bien pudo constituir una simple burla al atelier femenino, de la manera en que ocurrió, fue visto como un atentado a la tan irritable masculinidad de los hombres, un intento de empoderamiento por parte de dicha mujer, un delito que absurdamente solo pudo ser pagado por el modo en que se sancionó, pues el poder no había sido concebido socialmente para la mujer y la vía por la que ésta puede adquirirlo es mediante la dirección de los hombres; vía que a lo largo de la historia ha constituido un atropello de los ideales liberales-democráticos y donde las estigmatizadas mujeres no han gozado de la capacidad jurídica y política para decidir sobre algo.

A tan relevante escándalo se le realizó una copla popular que retrató dicho momento:

“Doña Luisa Capetillo,
con razón o sin razón
ha armado tremendo lío
con su falda pantalón.”
(GONZÁLEZ PAGÉS, 2003)

En honor y recuerdo de sus luchas y aportaciones al feminismo, Don Martín Beltrán, panadero, organizador obrero y compañero de trabajo de Capetillo la llamó: “Mujer de otro mundo, que vino a abrir nuevos senderos”. Y es que eso vino hacer tan osada mujer al transgredir normas y violar estereotipos en una época en que las féminas debían corresponder con el sistema sexo-género, o sino eran condenadas al patíbulo, guiado por las leyes de la nueva inquisición: la sociedad moderna.

Bibliografía

ARAUJO, Nara: Viajeras al Caribe. La Habana: Casa de las Américas, 1983
GONZÁLEZ PAGÉS, Julio César. En Busca de un espacio: Historia de las mujeres en Cuba. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 2003
------------------------------------------- Gallegas en Cuba. Bogotá: Editorial Karisma, 2010 (Edición digital)
RAMOS, Julio. Compilación de ensayos de Luisa Capetillo. Amor y Anarquía. Los escritos de Luisa Capetillo. San Juan: Ediciones Huracán, 1992

LUISA CAPETILLO: UNA HISTORIA, UNA OPINIÓN

Por Laura Benazir Hernández García.
Estudiante de 4to.
Año de Lic. en Historia,
Universidad de La Habana.

“Doña Luisa Capetillo
Con razón o sin razón
Ha armado tremendo lío
Con su falda pantalón”
(FMC, No. 74)

Con esta copla popular fue conocida en su época Luisa Capetillo, al convertirse en la primera mujer puertorriqueña en vestir pantalones de hombre en público; pero indudablemente más que esto fue, como la llama Don Martín Beltrán, panadero, organizador obrero y compañero de trabajo de Capetillo: “una mujer de otro mundo, que vino a abrir nuevos senderos” (FMC, No. 74). Es ella clara expresión de la cultura de la resistencia y de las formas de lucha que ha revestido el combate por la emancipación de la mujer y por el cambio social.

Por esto escribo, con el objetivo de ofrecer en unas pocas páginas de historia de vida un fragmento de la impresionante vida y la acción transformativa de esta mujer, prácticamente sumida en la anonimia; demostrando la inmensa contribución femenina a las principales transformaciones en la historia de las sociedades humanas, fundamentalmente en los proyectos nacionales y de construcción social en sus países.
Nacida en Arecibo en octubre de 1879, hija de una francesa que llegó a Puerto Rico como institutriz, y de un español descendiente de una familia acaudalada pero finalmente convertido en proletario, Luisa Capetillo recibió en su hogar una educación más liberal de lo que podía esperar una mujer de su época. No solamente aprendió pronto a leer y escribir sino que bebió en la cultura de sus padres, formada en el romanticismo decimonónico francés y el socialismo libertario que dio vida a los inicios del feminismo, fuertemente influida por las ideas democráticas y los ideales anarquistas.

En esta época tiene lugar en toda América Latina una explosión de protagonismo de las mujeres anarquistas, bajo la consigna: “Ni Dios, ni patrón, ni marido”. En Buenos Aires, Argentina, durante el año 1895 circula entre las mujeres el folleto Propaganda anarquista, bajo la firma de la librepensadora italiana Ana María Monzón, que abordó temas como el amor libre, la familia, las distintas formas de violencia conyugal y la explotación femenina en el trabajo fabril. En 1901 aparece en Guanajuato, México, el primer número del periódico Vesper, editado por la periodista revolucionaria y anarquista mexicana Juana Belén Gutiérrez de Mendoza, con el objetivo de combatir al gobierno de Porfirio Díaz, y que establece vínculos posteriormente con los hermanos Ricardo y Jesús Flores Magón, figuras centrales del anarquismo en ese país y fundadores del Partido Liberal Mexicano. Así vemos cómo se desarrolla la lucha femenina en busca de una alternativa de resistencia para las mujeres trabajadoras, denunciando primeramente las pésimas condiciones laborales, las jornadas excesivas y los miserables y desiguales salarios que reciben. Así intentan estas “libertarias” encontrar su lugar en una sociedad históricamente patriarcal, a la vez que desde su universo persiguen la justicia social.
En 1894 existen en varias ciudades de Puerto Rico numerosas uniones femeninas en las que se incrementan los temas de las demandas: la asunción de la igualdad en un sentido amplio y el enfrentamiento a la explotación capitalista y a las desigualdades entre los sexos, desde el feminismo, asumido como condición de ideología.

Es precisamente este el contexto en que se forma la personalidad de Luisa, marcada además por su condición de “querida” del Marqués de Arecibo, con dos hijos reconocidos legalmente pero fuera del matrimonio, por lo que sufre en carne propia los prejuicios de la época.

Ya para 1904 Luisa inicia su labor con varios periódicos de su pueblo natal. Luego comienza a hacer trabajos para la industria de la aguja desde su domicilio, para así poder ganarse la vida por su propia cuenta y no tener que depender del padre de sus hijos. En 1906 empieza a trabajar como lectora en las fábricas del tabaco, profundizando su educación con la lectura de las novelas de Zola, Tolstoi, Hugo, Balzac, Dumas y otros; obras de contenido social y político de Marx, Engels, Bakunin, y otros escritores de ideales avanzados; y de los periódicos y revistas de índole socialista, anarquista, y sindicalistas.
Como explica en sus diarios, Luisa Capetillo hizo su "debut sindical" en 1907, cuando participó en una importante huelga agrícola de Arecibo, en ebullición con las ideas del obrerismo y del anarquismo, por el temprano contacto de sus trabajadores con la literatura revolucionaria que llegaba a la ciudad puerto. En 1908, asume la defensa de los derechos de la mujer, solicitando que la Federación Libre del

Trabajo apoye el derecho al voto para todas las mujeres, no solo las educadas, convirtiéndose en la primera sufragista puertorriqueña.
Desde sus claves ideológicas y sin unirse a ninguna de las organizaciones feministas de su época, Luisa fue la primera mujer puertorriqueña en escribir acerca de las ideas feministas y las teorías de los derechos de la mujer, uniéndolo a sus esfuerzos de lograr la unión y organización del movimiento laboral, como único vehículo de las mujeres pobres para garantizar su instrucción, cohesión y unidad, y así obtener justicia e igualdad.

A partir de 1911 y durante los próximos 5 años, Luisa extiende su radio de acción a otras regiones, vinculada a la Federación de Torcedores de Tabaco, con filiales en varios países de la Cuenca del Caribe, incluyendo la costa sureste de los Estados Unidos. Como internacionalista obrera residió en Tampa, Florida, y Nueva York, donde colaboró con el periódico Cultura Obrera. De allí pasa a Cuba, donde fue considerada una "anarquista peligrosa" al pasearse por las calles de La Habana usando ropa de hombre. Además visitó México y la República Dominicana, donde se le impidió hablar en un teatro porque se había solidarizado con un grupo obrero.
Luisa Capetillo ejerció su militancia sindicalista al tiempo que se formaba como feminista, y fundió ambos conceptos en uno, y no sólo predicó el obrerismo y el feminismo sino que vivió de acuerdo con sus principios, expuestos firmemente en sus cuatro libros publicados: Ensayos Libertarios; Mi Opinión sobre los Derechos, Responsabilidades y Deberes de la Mujer; La Humanidad en el Futuro e Influencias de las Ideas Modernas.

En su primer libro Ensayos libertarios publicado en 1907, y dedicado a los trabajadores de ambos sexos, Luisa profesa su culto a la justicia, la paz y la fraternidad universales. Además, postula la necesidad de una nueva educación exenta de ritos y dogmas, sentando las bases de la equidad en la felicidad y la autosuficiencia. Concede en este libro importancia vital a la instrucción para el logro de la libertad y la igualdad:

“La instrucción es la base de la felicidad de los pueblos. Instruid bajo el dosel de la verdad: rasgad el velo de la ignorancia, mostrando la verdadera luz del progreso, exenta de ritos y dogmas. Practicad la fraternidad, para estrechar los lazos que deben unir la humanidad de un confín a otro sin distinción de razas ni creencias. La ignorancia es la causa de los mayores crímenes e injusticias”. (VALLE, 2010)

En su próximo libro La Humanidad en el Futuro, elabora su ideal de sociedad futura, de la “nueva escuela”, de la que saldrían “hombres y mujeres incapaces de vivir a costa de la explotación, del fraude y la ignorancia”. (VALLE, 2010)

Posteriormente en 1911, elabora más en detalle su visión de la relación hombre-mujer. En Mi Opinión sobre las libertades, derechos y deberes de la mujer insiste en el gran potencial que tiene la mujer como agente de cambio social porque “el actual sistema, con todos sus errores, se sostenía por la ignorancia y la esclavitud de la mujer” (VALLE, 2010), y esto solo puede ser transformado a partir de su educación.
En el primer capítulo de la obra discute la condición de la mujer en el hogar, la familia y el gobierno. Opina que la mujer debe ser instruida, pero no solamente en los quehaceres domésticos y el arte de saber confeccionar con perfección una prenda de vestir, sino también debe instruirse en las ciencias, la aritmética, la geografía y la literatura universal. Se pregunta cómo es posible que, de un lado, se le entregue a la mujer la responsabilidad de la crianza de los hijos y, de otro, se le niegue acceso a la educación liberalizante. Cree Capetillo que la mujer debe instruirse para que eduque a sus hijos con corrección; para que obtenga el respeto de su marido y compañero; y para que, en caso de que sobrevenga la separación de los cónyuges, la mujer esté preparada para sobrellevar la responsabilidad económica e intelectual del hogar: “La mujer tiene derecho a separarse del marido infiel y para esto debe saber trabajar, si es que desea conservar su libertad”. (VALLE, 2010)
Respecto a su posición en cuanto a los derechos de hombres y mujeres, Luisa define así:

“Para ser equitativa la ley humana, debe consagrar la igualdad de derechos entre la mujer y el hombre, y todo privilegio concedido al uno o a la otra es contrario a la justicia. La emancipación de la mujer sigue al progreso de la civilización: su esclavitud camina con la barbarie. Por otra parte, los sexos no se deben más que a la organización física, y puesto que los espíritus pueden adoptar uno u otro, no existe diferencia entre ellos sobre este particular, y por lo tanto deben gozar de los mismos derechos.” (VALLE, 2010)

De aquí se traslada a uno de los principios más controvertidos de su ideario, el del llamado “amor libre”, aun cuando para ella pareció siempre significar una relación carente de ataduras legales, pero no “libertinaje promiscuo”. La pensadora feminista hace claro en repetidas ocasiones que el hombre y la mujer deberán unirse sin contrato alguno, siempre por amor y no por conveniencia de las familias. Luego, debe aspirar, en la unión entre el hombre y la mujer, a que exista el respeto y el apoyo mutuos. Para ella no debe existir la doble moralidad, mediante la cual el hombre puede serle infiel a la mujer mientras ella se ve obligada a quedarse en el hogar soportando una situación de inferioridad. Para Luisa Capetillo, como el matrimonio debe ser por amor, así debe permanecer, y en caso de romperse la unión, la mujer no debe quedar abandonada, sino ubicada en un nuevo rol, educada para trabajar en un oficio satisfactorio y apta para unirse a otro ser humano.

"Yo digo que el amor debe ser absolutamente libre, tanto para la mujer como para el hombre; y todavía añado: el amor no puede verdaderamente existir más que con la condición de ser libre. Sin la libertad absoluta, el amor es prostituido (…) La inmoralidad es la prostitución legal o no; es el celibato forzado de la mujer; es la venta del cuerpo femenino; es la sumisión de la esposa; es la mentira del marido hacia la que ha cesado de amar. Pero el amor libre no puede ser fuente de inmoralidad puesto que es una ley natural; el deseo sexual tampoco puede ser inmoral toda vez que es un deseo natural de nuestra vida física. Si la necesidad sexual fuera inmoral, en éste caso no hay más que anatemizar de inmoral el hambre, el sueño y todos los fenómenos fisiológicos que rigen el cuerpo humano". (VALLE, 2010)
Otro de los planteamientos feministas de Luisa Capetillo es el hecho de que no se debe estereotipar la educación de la niña, de la mujer. Cree que no se deben enseñar unos elementos a las niñas y otros a los varones, sino que estos deben formarse en una educación libre, en todas las materias, incluyendo las ciencias, las artes, la educación física, la gimnasia y la calistenia.

Igualmente defendió el lugar de la mujer en la sociedad del futuro, como parte integrante de esta y protagonista también de sus principales transformaciones: “Hoy no es aceptable eso del silencio y el retiro, en la mujer, pues hoy la mujer en Europa aspira a compartir los puestos públicos y a gobernar, administrar pueblos, sin perder su personalidad femenina, ni sus deberes de madre y esposa”. (VALLE, 2010)
Con la publicación de su libro Mi Opinión, Luisa Capetillo se convierte en la primera puertorriqueña que organiza sus ideas feministas y las publica como una tesis teórica.

Para 1916 está de vuelta en Puerto Rico, y publica su último libro conocido Influencia de las Ideas Modernas en el que desarrolla sus ideas sobre la moral y el amor. La obra está integrada por una diversidad de escritos en los que hay representaciones dramáticas, notas de diario y reflexiones fisiológicas. A lo largo de todo el libro queda evidenciada su sólida y extensa cultura general sobre la mujer en la historia. Respalda sus planteamientos en defensa del progreso femenino citando las vidas y obras de mujeres como Madame Curie, Juana de Arco, Concepción Arenal, Agustina de Aragón, etc. Además puntualizó las habilidades humanas y profesionales que potencialmente se encuentran en la mujer, preguntándose:

“¿Por qué calificar de prostitutas y viciosas a mujeres que están a más alto nivel moral que los hombres?

Veo reinas, emperatrices, mujeres inteligentes que piden reivindicación. Se ha exagerado de un modo abusivo su conducta y procedimiento. Una mujer libre, como Ana Bolena, ¿por qué acusarla de prostituta?, y a otras que no escribo sus nombres porque aún existen familiares.

Los historiadores no han tenido otro motivo para exagerar la conducta de las mujeres de otras épocas que la preponderancia de los hombres y el ser ellos los legisladores, historiadores y cultivadores de todas las artes, ciencias, literatura (…) Acostumbran entre ellos algunos "bombos" exagerados para ensalzar y elevar reputaciones, y con indiferencia para las mujeres cultas, libres e ilustradas, creyendo que éstas eran inferiores y no estaban capacitadas para realizar cualquier trabajo intelectual de diferente índole o procedimientos.
No acepto como viciosa ni perversa a mujer alguna conceptuada así por cualquier historiador que equivocadamente haya creído que la mujer no tiene derecho a usar de su completa libertad sin ser conceptuada viciosa, liviana, etc., en tanto el hombre ha podido hacer y realizar e inventar los más absurdos y ridículos caprichos sin que pudiese ser mal calificado, despreciado, impedido de concurrir a todas partes sin temor de no ser atendido, respetado y solicitado. La ley del embudo, a la cual nosotras pondremos término para tranquilidad de los justos y para rendir culto a la verdad y a la justicia que merece nuestro sexo.” (VALLE, 2010)
Con una pluma considerada feroz por muchos contemporáneos, Luisa demuestra la falta de fundamento de las actitudes superiores de los hombres perpetuadas por la tradición y la costumbre.

“¿La mujer debe ser mujer? ¡La mujer es para el hogar, no debe ser macho!, ¡a zurcir medias y calzones!, ¡a dormitar al amor de la lumbre tejiendo calceta! ¡Quién la manda a dar opiniones, ni a meterse en política, ni a pretender que la elijan diputada! ¡Eso no se puede soportar! ¿No le hemos permitido ya que ingrese en las cátedras para doctora en leyes o medicinas? Pues no se conforma, ya quiere ser juez, alcalde, jefe de policía, legisladora. Para eso la hemos dejado estudiar, para que quiera echarnos a un lado, pretendiendo acaparar nuestros puestos y querer superarnos. No sé cómo estas mujeres se olvidan de su debilidad y de su indiscreción, no se les puede confiar nada, ni enseñar algo, pues seguida quieren sustituirnos. ¿Pero cómo la mujer va a imitar al hombre? Si no puede, si es inferior, ¡hasta la naturaleza la condena a estar recluida durante el parto y la lactancia! Así se expresa la mayor parte de los hombres y ese es el concepto que le merece la mujer, olvidándose de su mujer, su madre y sus hijas. Pero no hay temor que la sangre llegue a los ríos ni a que las discusiones turben la placidez del hogar, pues la mujer no deja de serlo porque haga política ni exponga su opinión, así sea legisladora o detective. La mujer siempre será mujer, siempre que sea buena madre o mala, tenga esposo o amante. Es mujer, y no es ser mujer solamente estando empolvada y llena de cintas y encajes. Como no deja de ser un hombre el que perteneciendo a ese sexo aprenda a cocinar, a zurcir, a barrer y a coser. ¡Cuántos hombres lo hacen...! La mujer no pretende ser superior al hombre; al menos esa no es la intensión ni el fin de sus aspiraciones. Ella superará al hombre por su conducta y el cumplimiento de su deber”. (VALLE, 2010)

CONCLUSIONES

De esta manera se expresó claramente, sin miedos ni vergüenzas el pensamiento de vanguardia de esta mujer; que se atrevió a usar pantalones en público retando las costumbres y convencionalismos sociales, llamando la atención de manera audaz y original sobre sus ideales, convencida del derecho de toda mujer a comportarse, hablar y vestirse de acuerdo a sus principios.

Hoy en día cuando la cuestión de la mujer se encuentra en el centro de los proyectos reformistas o revolucionarios, el valor de estos propósitos depende en buena medida del papel que por su condición se le otorgue a la mujer dentro de sus planes y programas. Por tanto, los derechos de la mujer no son ya únicamente una cuestión de leyes o códigos, sino que constituyen el testimonio vivo de la evolución de estas sociedades, y del incuestionable y cada vez más protagónico lugar que alcanzan las mujeres en ellas. Así, los derechos de la mujer constituyen rasgo definitorio y decisivo del carácter de los proyectos sociales posibles, imaginables, utópicos…
Dentro de su visión anarquista Luisa Capetillo fue una transgresora en el sentido más diverso, impregnando su lucha por la reivindicación de la mujer en la sociedad con los principios de justicia social, trascendiendo las fronteras de la cuestión de género.

Luisa Capetillo vivió lo que predicó, lo que escribió para la posteridad. Ejerció la libertad en el amor y en la amistad, en el trabajo y en la escritura. Fue vegetariana y vistió pantalones. Una vida dedicada a la defensa de los derechos de la mujer, cuya herencia vivimos todas hoy.
Al informar su muerte, el periódico Unión Obrera del 15 de abril de 1922 leía: “Su entierro fue pobre, como son regularmente para los apóstoles líderes de las causas grandes de la humanidad.” (FMC, No. 74)

BIBLIOGRAFÍA:

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BENSADEN, Ney. Los derechos de la mujer: desde los orígenes hasta nuestros días. México: Colección Popular, 1980
GUERRA, Lucía. La mujer fragmentada: historias de un signo. Colombia: Edición Casa de las Américas, 1994
RICARDO, Yolanda. La resistencia en las Antillas tiene rostro de mujer. República Dominicana: Academia de Ciencias, 2004
VALLE F., Norma. Mi patria es la libertad. Disponible en: www.kaosenlared.net. Acceso en: 18 nov. 2010
VARGAS, Virginia. El movimiento feminista latinoamericano: entre la esperanza y el desencanto. S/L: S/E, 1990
FONDOS:
Centro de Capacitación de la FMC. Fondo Luisa Capetillo, Expediente No. 74