Por Ernesto González Negrín.
Estudiante de 4to. Año
de Lic. en Historia,
Universidad de La Habana
Miguel de Carrión y de Cárdenas nació en La Habana el 9 de abril de 1875, en la iglesia de Monserrate. Su padre era un abogado de los tribunales de la nación y su abuelo un caballero de la real Orden de Carlos III. Al estallar la Guerra de Independencia en 1895, emigra a los Estados Unidos. A su retorno se dedicó a las letras y al periodismo. Se graduó de médico en la Universidad de La Habana, profesión que ejerció durante toda su vida. En ese campo publicó Los cálculos renales y su diagnóstico.
Cuando se establecieron escuelas normales para maestros en 1918, ganó por oposición la Cátedra de Anatomía y Fisiología de la Escuela Normal de La Habana, llegando a dirigir dicha institución. Fue miembro fundador de la Academia Nacional de Artes y Letras. Retrató en sus obras el “bajo mundo” habanero, en un intranquilo afán por captar la realidad social y política. Murió el 30 de julio de 1929.
Representa al grupo de narradores que a fines del siglo XIX empiezan a concebir el cuento como una narración distinta, por su factura y sus propósitos. Sus cuentos, reunidos en La última voluntad (1903), están enmarcados dentro de la tendencia naturalista que venía de Francia y España. Miguel de Carrión, en estas narraciones breves estaba interesado por la indagación psicológica, al igual que en sus novelas más destacadas. Su primera novela, El milagro, aparece en 1904, y trata sobre la frustración de una seudo vocación religiosa; entronca con las narrativas naturalistas y persigue objetivos psicológicos. Tiene mucho de relato lírico, en medio de una naturaleza absorbente.
Las Honradas (1918), novela de estructura equilibrada, de estilo cuidado, con técnica naturalista, constituye el relato espiritual de su protagonista, Victoria, quien narra en primera persona su propia existencia. El autor realiza una verdadera introspección en el ánimo de Victoria. Ella pondrá el balance de su auto-análisis el concepto de la honradez, tal como lo prescribía la moral burguesa de principios del siglo. El creador encara las convenciones mojigatas que predominaban en la familia cubana de la época, pero no es menos descarnada su visión de la realidad política y social de la República, sino como la copia de un ambiente empobrecedor y mezquino. Dicha novela psicológica muestra el esclarecimiento del mundo subjetivo de Victoria, pero el marco social no está olvidado, sirve como trasfondo adecuado para la protagonista, resulta un elemento más a considerar en el panorama anímico de esta mujer.
Para el año de 1919, Miguel de Carrión escribe su tercera novela: Las impuras. En 1961, es publicada su obra inconclusa La esfinge; cuenta con elementos como la descripción de escenas de fuerte sensualidad, típico en su narrativa al igual que el intento de penetrar en la psiquis de la mujer, que en esta se repite.
“Decir que Las Impuras es una gran novela es faltar el respeto a las grandes novelas”, escribía Calvert Casey. Sin embargo, para buena parte de los estudiosos literarios era el novelista más interesante de su generación ―Carlos Loveira, Jesús Castellanos, Miguel Ángel de La Torre…―, siendo las novelas Las Honradas, y sobre todo, Las Impuras, sus dos logros artísticos más preciados. El propio Calvert aseguraba que “la cruda exposición y el análisis que sin proponérselo hace (…) del fenómeno social del relajo, del principio agudo del placer que motivó a varias generaciones, convierten a Las Impuras en un documento sociológico de interés permanente si sus méritos literarios no bastaran”. Pero de todos modos, Miguel de Carrión se inscribe hoy dentro de la cultura nacional como uno de los escritores imprescindibles de la literatura cubana.
Con sus narraciones publicadas en Cuba durante los años iniciales del siglo XX y en sus obras inéditas, demostró un conocimiento inusual de la psicología y los conflictos de la mujer, trazando precisas caracterizaciones de sus personajes; particularmente, en las novelas Las honradas y Las impuras, donde sus protagonistas femeninas arrastradas por la pasión amorosa revelan un universo de contradicciones sociales, al tiempo que encarnan dos paradigmas: la «burguesa honrada» y la «pobre impura». No en vano la aparición de Las honradas conmocionó a la sociedad habanera de su época y Las impuras estuvo durante varios años prohibida para las solteras, hasta alcanzar reconocimiento y convertirse en una de las obras literarias más exitosas, con numerosas ediciones, versiones teatrales, radiales y televisivas.
Bajo el influjo del realismo positivista y de la literatura del francés Emile Zolá, Carrión se adentró en la intimidad de sus personajes para demostrar las contradicciones y pasiones que arrasan al ser humano, fundamentalmente a través de su relación con un tema para entonces tabú: el sexo. El autor expone su preocupación por los derechos de la mujer frente a una sociedad patriarcal y machista que se encarga de cuestionar y ridiculizar. Ello se evidencia con la construcción del personaje protagónico de Las impuras, Teresa, pese a su rectitud moral y al estoicismo con que asume su liberación, aplastada por la intransigencia de su hermano y de su amante y que es vencida por un mundo al que se rehusaba entrar.
La novela constituye un estudio del marco de la prostitución en La Habana de entonces. Teresa, mujer de pensamiento independiente y voluntariosa al actuar, es la amante de Rogelio Díaz. Para mantenerse al lado de este hombre casado, Teresa va a vivir en un ambiente bohemio, marcado por la confluencia de diferentes vicios. Rogelio se entrega al juego y a las mujeres, piensa en futuros negocios que nunca tienen éxito, no tiene firmeza de convicciones, ni constancia; el autor lo utiliza para reflejar la deformación moral y ética de la descendencia de un sector social compuesto por los inmigrantes que hicieron fortuna en la Isla, esos hijos forman parte de una generación educada en la complacencia, el ocio y el facilismo. La carencia total de carácter lo identifica, fue entrenado en el gasto desmedido sin conciencia real de lo que ello detonaría; incapaz de actuar con sensatez y de enfrentar dificultades. Su amante Rogelio es prácticamente la antítesis de su querida. Obligado a mantener la honra de la familia, tuvo que casarse con la muchacha que embarazó, enamoró a Teresa y se la agenció de querida. La vida en la ciudad y la pobreza terminaron por condensar la nube de ideas que lo rondaba y ello terminó en una huida con una nueva pasión.
Se traza una evidente diferenciación entre el campo y la ciudad, siendo esta última un marco propicio para obrar con más ligereza la conciencia y menos pudor. No es una novela de índole psicológica, sino de propósitos sociológicos. Al tiempo que descubre todo el mundo de las impuras, revela también la vida política de la época, con sus maniobras turbias, con los trucos políticos, la hipocresía de mercaderes como Rufino. Describe la cotidianeidad de La Habana y el papel que en ella jugaban los truculentos manejos políticos y el alcance de factores como el poder económico. Los rasgos naturalistas que se manifiestan en la obra no alcanzan la pornografía; Miguel de Carrión vincula este recio realismo con elementos románticos que advertimos en el desarrollo de la trama y en el trazado acentuadamente sentimental de algunos personajes.
Mediante el análisis de la obra, partiendo de la ficción que envuelve y potencia la historia narrada y tomando en cuenta que se parte de la creatividad de un hombre que se nutre del mundo que lo rodea, tomando de este lo que, en su consideración importa; se pueden distinguir rasgos que nos permiten visualizar la sociedad de entonces. Los personajes descritos en la misma, existen con toda intencionalidad: mostrar al lector la diversidad, las situaciones e individuos que componían la vida en los sitios donde se desenvuelve la trama.
Así vemos por ejemplo el deseo del hermano de la protagonista, una vez esta huérfana, de enviarla a los Estados Unidos de América a concluir sus estudios, en un momento en que la aristocracia de la recién nacida República adoptaba como paradigma rector lo proveniente de aquella nación que ejercía su control sobre el futuro de Cuba a través de políticos y de la economía, aunque esta situación sufre transformaciones con el decursar del tiempo; haciéndose manifiesto el desagrado dentro sectores amplios de la población, por la intromisión o la simple presencia de los llamados yanquis, y el autor lo refleja en su obra.
En repetidas ocasiones se aludirá a la inadaptabilidad social que experimenta Teresa, quien no deja que se le impongan cánones y criterios propios de la época en que le tocó vivir, tratando de defender sus mentalidad considerada demasiado orgánica como para ser bien vista. El autor la describe como una mujer independiente, que para ser consecuente con sus creencias está dispuesta a correr los riesgos necesarios. La describe capaz de no acatar lo preestablecido, por un sentimiento.
En el libro se toca, aunque no a profundidad, el mito de virilidad y la fogosidad caribeña, justificando comportamientos y actitudes en materia sexual con elementos como el factor climático. Unos estudiantes que residían en el lugar utilizaban bromas jocosas para justificar esa actitud, sus teorías coincidían en la existencia de un calor sofocante que perturbaba los sentidos y alteraba los humos haciendo del ser que lo padeciese un animal en celo. Creo, teniendo en cuenta el anterior lanzamiento de Las Honradas, que el autor con esta novela trataba de presentar una realidad, aunque por ser parte de la cotidianeidad, gozaba de cierto reconocimiento que la inclinaba a marginar más aún a ese sector que lucraba vendiendo placer carnal, y en aras de revindicarlo, el escritor diseñó el entramado de la historia, reduciendo de cierto modo las diferencias morales de los dos grupos de mujeres (honradas e impuras) apelando a lado sentimental y humano para no desdeñar de antemano al menos favorecido.
Ello se evidencia con la construcción misma de Teresa, quien era calificada por la sociedad del mismo modo que una prostituta al ser la querida de un hombre casado; la trama se encarga de demostrarlo errado de este criterio. La actitud solidaria de las muchachas ante la agonizante niña también lo demuestra, resaltando los valores humanos de las impuras que acuden en su auxilio. Por otro lado se denuncia el caso de la viuda Riscoso, una señora con una posición acomodada en la sociedad que le hacia ostentar cierto respeto, sin embargo fungió como alcahueta de la huérfana Teresa, guiándola por caminos que le eran desconocidos; o siendo víctima de una violación, en gran medida, provocada por su actuar despreocupado, que de cierta forma parece similar al de una impura.
El término impura es utilizado para calificar a las mujeres que venden los favores de sus carnes en aras de lucrar, dentro de ello se encuentran las prostitutas, las queridas, las queridas de hombres casados (esta goza de peor estatus que la anterior y ganaban un mayor repudio de la población). Otra definición más sencilla es la que engloba a toda aquella mujer que haya perdido la virginidad antes de casarse. La práctica del adulterio en el caso de los hombres se muestra como algo natural, y en caso de que se cometa no pagando por sexo sino fruto de una seducción, es motivo de orgullo y realza su prestigio en la sociedad como galán ante los demás hombres y en el caso de las mujeres casadas, sí ven este tipo de comportamientos como algo reprochable. En cambio, cuando una mujer incurría en ello sería muy mal vista por la sociedad, al igual que su marido.
La virginidad en la época tenía una importancia clave (la virginidad como medio para legitimar un matrimonio). La denominación usada para nombrar a la mujer que la perdiese antes de llegar al matrimonio era que había sido pervertida o perjudicada; ello podía ocurrir de varias formas, pero las enumeradas en el libro como principales causas eran: la seducción o romance, violación, o por la compra de ese derecho lo cual ocurría en caso de mujeres pobres.
Se utiliza el término chulo para nombrar al proxeneta, aunque en casi todas las oportunidades dicho término están acompañados de adjetivos peyorativos. Cobraban por proteger a la prostituta, otros se hacían mantener por ellas conviviendo fuera del marco del oficio como una pareja común; se imponían mediante el uso de la fuerza contra su protegida; eran sujetos violentos, capaces de enfrentar a las instituciones encargadas de velar por el orden público.
Las prostitutas al igual que las queridas podían tener lo que llamaban caprichos, son aquellas relaciones en las cuales no cobraban sus servicios y lo hacían seleccionando la persona en dependencia de sus preferencias. En el caso de los hombres existía la creencia de que la esposa era para atender la casa y la familia y las queridas y prostitutas para divertirse y amar.
No se estilaba el tener una querida para un hombre por la poca solvencia que existía en el país; la mujer dividía su tiempo en dependencia del dinero que abonase cada uno de los hombres que estaban en su programa, el número de miembros de cada grupo fluctuaba.
Recrea la costumbre entre los jóvenes de reunirse en Prado y recorrer dicha zona, con fines de esparcimiento. Entre las impuras y sus clientes existía una práctica frecuente denominada aviación, que era recorrer en un vehículo cierta distancia, en el trayecto se podía hacerse de una en la zona apartada donde las mujeres podían realizar su oficio, e incluso con el carro en movimiento. En el inmueble donde se hospeda Teresa se muestra la prostitución en diferentes modalidades y con una marcada diferenciación en cuanto a remuneración económica por los servicios que brindan. Se dilucida por la obra varias formas por las que se podía llegar a prostituirse una mujer de entonces: vendida al proxeneta en una forma de esclavitud, si ha sido pervertida y no encuentra posibilidad de matrimonio o es expulsada de la casa, que haya sido obligada de alguna forma. En todas las opciones que da el autor el factor económico es un medio o ejerce un peso determinante.
Salvador Bueno escribió: “Cuando la obra de Carrión queda certeramente ubicada se la considera como un testimonio doloroso y sombrío, pero agudamente fiel, de una etapa de la historia cubana, de una época de transición que, sin haber llegado al clímax, permite contemplar algunas señales de superación y de esperanza” (BUENO, 1963). Las impuras, debe ser ante todo vista como un testimonio de nuestro pasado nacional y de valor excepcional porque recrea dos elementos de la realidad poco tratado con tanta claridad en la época: la mujer y la prostitución.
Bibliografía:
BUENO, Salvador. Historia de la Literatura Cubana. La Habana: Editora del Ministerio de Educación, 1963
CARRIÓN, Miguel de. Las Impuras. La Habana: Editora Popular de Cuba y del Caribe, 1960
INSTITUTO DE HISTORIA DE CUBA. Historia de Cuba. La Neocolonia, organización y crisis desde 1899 hasta 1940. La Habana: Editorial Félix Varela, 2004
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