Por Yerandi Capote Oliva.
Estudiante de 4to. Año
de Lic. en Historia, Universidad de La Habana
Introducción
El siguiente trabajo aborda el contexto de las luchas feministas cubanas en los primeros años del siglo XX, a través de Mariblanca Sabas Alomá. De ahí que se trate a Mariblanca desde sus campañas llevadas a cabo en defensa del feminismo cubano durante los años veinte en la revista Carteles, sin pasar por alto su discurso lesbofóbico dirigido contra los males sociales, que según ella padecía la sociedad cubana: el pepillismo y el garzonismo.
Ficha biográfica
Pero, ¿quién fue Mariblanca Sabas Alomá? Periodista, poeta, política, nacida en Santiago de Cuba, el 10 de febrero de 1901, en una familia que había participado en la lucha por la independencia nacional.
Comenzó su labor periodística en el año 1918, en su ciudad natal, al enviar trabajos para El Cubano Libre y el Diario de Cuba. Después de morir sus padres, se trasladó a La Habana, donde concluyó la enseñanza secundaria. Colaboró en la organización del Primer Congreso Nacional de Mujeres, celebrado en la capital (1923), e intervino en sus sesiones.
Su escritura se caracterizó por un estilo directo, certero y ameno, aderezado con tonos poéticos tanto en su producción periodística como en la literaria. Desde muy joven puso su pluma al servicio de las luchas por la reivindicación de los derechos de la mujer; sobre todo por el derecho al sufragio.
Su nombre estuvo entre los primeros en publicar reflexiones feministas en la prensa cubana. Alomá fue muy popular entre los años 20 y 40 del siglo XX. Integró el Club Femenino de Cuba, una de las organizaciones más prestigiosas de su clase. Sus libros y artículos alcanzaron gran éxito en ese periodo, sobre todo entre las mujeres sustentadoras de posiciones de vanguardia. Llegó a ser conocida como “la campeona del feminismo”. Descolló como polemista y alcanzó celebridad por sus debates. En 1925 fue nuevamente delegada al Congreso Nacional de Mujeres.
Fue una precursora del feminismo moderno, en especial por su libro Feminismo, publicado en 1930, en el cual sostenía la tesis de que el principal enemigo de la mujer era ella misma, puesto que reproducía la dominación masculina y transmitía la exclusión de su sexo de la vida pública. Abogaba por gestar la emancipación femenina desde las escuelas, los institutos y los centros de trabajo.
En 1938 fundó en su hogar, situado en la calle habanera de Neptuno, la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UEAC), antecedente de la actual Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). A partir de 1948, Mariblanca Sabas fue ministra —sin cartera— en el gabinete de Carlos Prío Socarrás. Por vez primera en la historia nacional, una mujer ostentó una responsabilidad tan alta, que ocupó hasta el golpe de estado, el 10 de marzo de 1952.
Sabas Alomá y las luchas feministas
El movimiento femenino en Cuba revistió grandísima importancia, y lo que es más, podía considerarse a las cubanas como precursoras en la lucha y las actividades feministas entre las mujeres de nuestra América. Durante la primera mitad del siglo XX, inician las mujeres cubanas un gran movimiento, El Club Femenino de Cuba, que las llevó a asociarse, para diversos fines, bajo distintos lemas y tomar parte de forma colectiva como nunca antes se había hecho.
Su presidenta Pilar Jorge de Tellas abogaba por no pronunciarse al voto femenino y la negación a mezclarse con la política. Estas declaraciones iniciales nunca dejaron de ser señaladas, a manera de crítica aún años después. Ante la evidencia de un posible triunfo, el Club Femenino olvidó sus consideraciones y se declaró partidario del voto femenino que a toda costa le beneficiaria.
En sus inicios, dicho club que luego sería la Alianza Nacional Feminista, defendía sus postulados de la siguiente manera:
“¿Política? No señor
ella nos causa temor
por los frutos que nos da
gusta más al corazón
prodigar la ilustración
Fe, esperanza y caridad.”
(GONZÁLEZ PAGÉS, 2003)
El feminismo en Cuba no estaba ajeno al contexto latinoamericano y Sabas Alomá gendarme de este movimiento en la isla, planteaba que se encontraba fracturado, y lo dividió en tres: un feminismo reaccionario, otro de luchadoras en pequeños grupos, y una gran masa indiferente bailadora de salón. Con toda esta situación el movimiento prosigue y en febrero de 1922, se convocó a la celebración del 1er Congreso Nacional de Mujeres, primero en América Latina. La participación al 1er Congreso fue abierta a todas las organizaciones femeninas del país a partir de bases a cumplir como: no emitir criterios desfavorables entre sufragismo y feminismo, no realizar proselitismo religioso o político, entre otros.
El comité ejecutivo estuvo presidido por Pilar Morlón Menéndez. Se abordaron temas ecológicos, nacionalistas, sociales, políticos y de legislación obrera. El sufragio femenino fue expuesto por Jorge de Tellas, Aída Peláez y la más orgánica de las ponencias presentadas fue la de Hortensia Lamar, afirmando que: “El sufragismo, no era la desviación del feminismo, sino una modalidad que permitiría la igualdad política en la ciudadanía”. (GONZÁLEZ PAGÉS, 2003)
Este punto, el del sufragio, fue un aspecto de unidad en el Congreso. Es por ello, que esta reunión de las mujeres cubanas en sentido general, llamó la atención de la prensa y permitió que un importante grupo de mujeres empezara a realizar un nuevo tipo de periodismo, alejado de los recetarios de cocina y atenciones domésticas, ayudando así a la formación de una esfera pública en la que estas mujeres opinaban y atacaban el estereotipo banal que se les otorgaba social y culturalmente.
Es precisamente en esta época que los trabajos periodísticos de Mariblanca dan un giro, debido en gran medida a su participación en este congreso y su afiliación a ideas de izquierda, ideas que se van a afianzar luego del 2do Congreso Nacional de Mujeres (1925). En su discurso feminista plantea un tema muy recurrente durante estos años, ve en la mujer el principal enemigo de sí misma, y que la lucha feminista luego de dos congresos se encontraba desorientada, carente de ideas, desordenada en su ideología y tambaleante en su organización.
La lucha feminista en Cuba pasó por un desconcertante período sin reformas fundamentales en su programa de acción social. Sus ideas progresistas la conllevan a pensar que la reivindicación femenina, la salvación del movimiento femenino cubano, está en la unión en un solo haz de las voluntades dispersas de las pocas mujeres que en Cuba tienen una visión clara de los problemas femeninos. La juventud que se levantaba estaba pronta a incorporarse al nuevo y gran ejército libertador. Los institutos, las escuelas normales, las fábricas eran los vientres fecundos donde la liberación y dignificación de la mujer se gestaría. Había en ese período de liberar de prejuicios las conciencias, base fundamental de toda lucha feminista que aspirase a perdurar y a triunfar.
Otro lastre de la época era el chisme y la murmuración, situación que se vivía a diario en los salones de la alta sociedad: “La chismografía y la murmuración constituyen, en el solar casi una necesidad. En los salones sociales un peligroso y tentador sport”. Este hábito por llamarlo de alguna manera, caracterizó a las mujeres de la alta sociedad, según Sabas Alomá en una de sus secciones del periódico Carteles. A estas no les preocupaba nada más que el novio, o el presunto amante de la amiga. De ahí que ellas, expresaba Mariblanca, no tocarían con tanta pasión los temas del feminismo, al contrario surgiría un gran dicterio, irónico pues se aferrarían más al divorcio de una pareja de la alta sociedad. (SABAS, 2003)
Mujeres que se ubican dentro de dogmas rígidos que son heredados de generación en generación, y las van enseñando a agradar, “a obedecer al hermano mayor tan pedante y tan irresponsable como ella”, la “chiquilla” se convierte en mujer y no le preocupará nada, no tendría conciencia. De modo que para Sabas, en ningún sector se hacía tan necesaria una activa profilaxis social como en el aristocrático, donde toda vanidad y egoísmo encuentran cómodo asiento. (SABAS, 2003)
En abril de 1928, Sabas Alomá publicó una serie de trabajos en la revista Carteles sobre la homosexualidad femenina o garzonismo como se le llamaba en Cuba en esa época. En dichos artículos hablando en nombre del feminismo cubano más progresista, articuló un discurso lesbofóbico que caracteriza al lesbianismo como una enfermedad social y aboga en contra de los que la asocian con el feminismo. (SABAS, 2003)
Este no era un caso aislado, el ala más progresista del movimiento feminista predicaban actitudes lesbofóbicas desde una posición reaccionariamente defensiva en su afán de distanciarse del estereotipo asociado con la orientación sexual de la mujer feminista.
El discurso "científico" sobre la sexualidad femenina mejor conocido en Cuba en esa época, era el que desarrolló el biólogo español Gregorio Marañón, cuyas teorías circulaban ampliamente en América Latina para la década del veinte. Se popularizó este tipo de discurso “medicalizado” y cientificista sobre la sexualidad femenina en el mismo momento histórico en el que surge el feminismo en Cuba; y el movimiento del llamado "amor libre" había comenzado a impactar a ciertos sectores de la sociedad cubana.
El acceso cada vez mayor a la independencia económica y a la educación, junto con el desarrollo de nuevos métodos de anticoncepción, hizo que el concepto del "amor libre" fuera viable para algunas mujeres y, al mismo tiempo, abrió en cierto grado un espacio social para la mujer lesbiana. La idea de la liberalización sexual de la mujer estaba surgiendo en la conciencia del público, como una fuerza a la cual era necesario controlar. Sin duda ni la sexualidad femenina en general, ni la sexualidad lesbiana en particular, podían ser ya controladas sólo a través de la ignorancia y la negación. Como respuesta a la necesidad de censurar la libertad sexual de la mujer, emergía un discurso que asumía la posición de superioridad del médico o del científico. Marañón presentó una perspectiva ante el lesbianismo basada en un concepto de la homosexualidad en cualquiera de sus manifestaciones como aberración, anormalidad y defecto trágico. A la vez estableció íntimos vínculos entre la mujer sexualmente "liberada" y la lesbiana. Para Marañón, todo se reduce a la siguiente fórmula: si, por un lado, una mujer manifiesta un alto nivel de deseo sexual o si, por otro, se niega a complacer a su esposo sexualmente, si padece de la depresión, no se conforma con la vida doméstica o no está feliz en su matrimonio, tiene que ser una lesbiana.
Sabas Alomá no tiene problemas con la noción de la lesbiana como aberración desviada y mujer masculinizada. Sin embargo, está en fuerte desacuerdo con lo que considera como el intento de Marañón de igualar al lesbianismo con el feminismo: “No se masculiniza la mujer en el nuevo ejercicio de derechos, responsabilidades y deberes que hasta ahora habían sido privativos del hombre”. (SABAS, 2003)
El feminismo, plantea Sabas Alomá, aboga por una fase superior en la evolución de la humanidad en la cual las mujeres participan activamente como ciudadanas en la esfera pública, mientras que el garzonismo existe desde las épocas de “Safo y de Victoria Colonna”, y es tan viejo como cualquier otro “vicio”. Según ella, el feminismo y el lesbianismo son diametralmente opuestos. “La garzona -afirma Sabas Alomá-, lejos de constituir una etapa del feminismo, florece y supervive a pesar del feminismo.” (SABAS, 2003)
Sabas Alomá no está de acuerdo con la tesis de Marañón, la cual plantea que la homosexualidad es producto de factores biológicos. Ella acepta la posibilidad de cierto grado de potencialidad biológica pero insiste en que hay factores sociales importantes que son necesarios para su actualización. Desde su perspectiva, la homosexualidad en potencia es desatada por la ineptitud de mujeres “no aptas para la maternidad”, o sea, mujeres que no tienen educación, y que no han sido liberadas. (SABAS, 1920; 2003)
Bibliografía
GONZÁLEZ PAGÉS, Julio César. En Busca de un espacio: Historia de las mujeres en Cuba. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 2003
SABAS ALOMÁ, M. Masculinismo, no; ¡Feminismo! Santiago de Cuba, 20 nov. 1920, -------------------------- Feminismo; cuestiones sociales, crítica literaria. Santiago de Cuba: Editorial Oriente, 2003
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