jueves, 10 de diciembre de 2009

Obtención del sufragio femenino en Cuba : ¿el fin de la lucha feminista?

Resumen
Uno de los momentos más importantes para las mujeres cubanas en el périodo Repúblicano fue la obtención del sufragio femenino, el cual fue manipulado de forma grotesca , en le período de gobierno del dictador Gerardo Machado(1925-1933).

El apoyo a Machado. ¿Una estrategia de las sufragistas?
Con la llegada al Palacio Presidencial del quinto mandatario repúblicano, Gerardo Machado, se abría una esperanza para las sufragistas en cuanto a la obtención del voto femenino de forma inmediata, dada la simpatía mostrada por aquél en este sentido y públicamente, en la inauguración del Segundo Congreso Nacional de Mujeres. Esta adhesión le permitió tenerlas de aliadas de manera especial, al ver abierta estas la posibilidad de obtener su reivindicación fundamental.
Tal empatía fue liderada por una organización de nuevo tipo para la mujer cubana, que se vinculaba directamente con la política oficial; el Partido Democrático Sufragista el que desde su acta de constitución señaló la devoción de sus miembras que,”.. con la iniciativa de la Señorita María Collado, de acuerdo con el General Gerardo Machado...", pretendía una doble finalidad: la de apoyar al Partido Liberal y la de "obtener el derecho electoral para la mujer". De esta manera el Partido Demócrata Sufragista se convertiría en la organización femenina de los liberales-machadistas apoyando todas sus actividades y "...prestando su cooperación efectiva y eficaz a la Agrupación Incondicionales al General Machado".
Esta incondicionalidad al Presidente del Gobierno por parte de las demócratas sufragistas fue secundada por otras organizaciones que igualmente pedían el voto como primera demanda. Estos fueron los casos del Partido Nacional Feminista (P.N.S), la más antigua de las organizaciones sufragistas en Cuba, y otras de más reciente conformación como la Liga Patriótica Sufragista y el Circulo Sufragista Independiente.
La mayoría de las integrantes de estas organizaciones pertenecían a sectores de la pequeña y media burguesía urbana que laboraban, en algunos casos, como maestras o empleadas públicas. Su reclamo del voto no contenía un discurso que fuera más allá de la urna y su participación en actividades públicas estaban dirigidas a resaltar sus roles maternales, maritales y domésticos.
La prensa cubana de forma general, abrió espacios para el debate de las sufragistas y las feministas, entre las que pronto comenzaron a aparecer divergencias en el apoyo a las gestiones gubernamentales. Una carta de María Collado publicada en varios periódicos mostraría su desacuerdo ante la hostilidad de grupos feministas y estudiantiles:
Esas mujeres, olvidan que ha sido el actual Presidente de la República, General Gerardo Machado y Morales el único de los jefes de nuestros sucesivos gobiernos que ha prestado atención a los derechos de la mujer en distintos aspectos, y olvidan también que, en ningún momento, las clases estudiantiles han hecho causa común con nosotras para reclamar las libertades de que carecemos.
Un medio de prensa particular con el que contaron las agrupaciones de reclamo al voto fue El Sufragista, de restringida circulación entre sus integrantes y dirigido por la presidenta del P.N.S. Amalia Mallén de Oztolaza, quien lo financiaba con sus reembolsos personales, teniendo una frecuencia de publicación mensual. La mayoría de los artículos escritos en este tabloide eran de poco vuelo literario y de escaso análisis político, pues sólo se pretendía con los mismos ganar adeptas.
La Convención Constituyente de 1928.
El mes de mayo de 1928 pareció ser la fecha clave para la decisión del sufragio femenino. Un nuevo proyecto de reforma constitucional sería debatido en las sesiones de la Convención Constituyente. La insistencia en este problema por parte de algunos legisladores cubanos había creado todo un precedente histórico, con los anteriores proyectos entre otros, los del Doctor Ricardo Dolz de 1913 y 1917, los cuales habían llamado la atención por su diafanidad en el asunto:
"No se conciben las revoluciones redentoras ni el establecimiento de una joven república en América, sin que tenga por corolario la concesión del voto a la mujer".
También el 20 de mayo de 1921 el entonces recién electo Presidente Alfredo Zayas, había recomendado en aquel momento algunas reformas a la Constitución que incluían entre ellas el sufragio femenino. El Senado nombró al efecto una comisión especial presidida por Cosme de la Torriente, por cuyas gestiones se sugería una importante enmienda del Artículo 38 que proponía "Todos los cubanos, los varones cuando sean mayores de 21 años y las mujeres en los casos y con la extensión que determinen las leyes, tienen derecho de sufragio".
El 28 de junio de 1921, al pronunciar Cosme de la Torriente su discurso proponiendo la enmienda, las tribunas del Senado se habían abarrotado de mujeres, pero no obstante esta euforia y el apoyo de prestigiosas figuras políticas como Juan Gualberto Gómez, Antonio Bravo y Correoso y Ricardo Dolz, la votación no alcanzó la tercera parte del número total de 24, aunque tuvo 11 votos a favor y 9 en contra.
Aquellos primeros intentos de 1921 habían influido de forma directa en el proyecto que se presentaría el 10 de mayo de 1928 en la sesión décima ordinaria de la Convención Constituyente que funcionaba desde el 14 de abril del mismo año. La Cámara parecía estar dividida de forma regional y no por partidos. Los defensores del voto de la mujer respondían al Partido Liberal en La Habana, mientras que los mas recitentes opositores eran liberales y conservadores orientales.
Los pronunciamientos del conservador oriental Manuel Camps eran un canto al genocidio, pues para él "los hombres deben seguir matando a las mujeres adúlteras porque tienen honor".Otra intervención, la del liberal oriental Luis Felipe Zalazar estaba dirigida a subestimar la inteligencia definiendo que "una razón para negar el voto es la incapacidad intelectual", a lo que añadía que la cubana no quiere el voto para ir a un colegio electoral acompañada de la viciosa y la prostituta, porque esto la convertiría en "una mujer de solar". Sus ataques también pretendían intimidar a las mujeres de mediana y superior cultura quienes en su opinión se dejarían influenciar por el sacerdote confesionario, el cual convertiría ese voto en arma poderosa contra la nacionalidad.
Entre risas, chistes y aplausos se llevaría la enmienda de Porfirio Andreú a votación, la cual quedó rechazada por 41 a 8, dando paso a una segunda propuesta del delegado liberal habanero Matías Duque que señaló sentirse derrotado de antemano, pero convencido del criterio que llevaba a favor del sufragio femenino, considerándolo factible en un país donde "... hombres locos (...) usan del derecho al voto". Los vaticinios de Duque se cumplieron y su moción fue rechazada por 40 a 4, dando paso a las declaraciones de otros delegados.

Pese a este resultado adverso que volvía a dejar el sufragio en manos de representantes y senadores, la opinión de un habilidoso político el representante Francisco Carrillo comenzaba a despejar los verdaderos móviles de la negación:
"Muchos diputados, no olvidan que al concederle el voto a la mujer crean mecánicamente un enemigo capaz por su inteligencia, por su actividad y por su predicamento entre las filas de su sexo, de perjudicarnos, de sustituirnos en la postulación y en la elección de los que logren ser nominados".

Otra vez Machado

El dilema del sufragio dará un giro vertiginoso cuando el 20 de mayo de 1929 se inicia el nuevo período presidencial de Machado, ahora por seis años, donde se agudizarán las diferencias entre sus partidarios y la oposición política interna, coincidiendo con una crisis económica mundial que afectará al país de forma devastadora.
En esta coyuntura, la unidad en algunas de las asociaciones feministas se comienza a quebrar ante el cansancio de muchas de ellas que veían como los políticos galanteaban con el voto a la mujer, teniendo declaraciones como la aparecida en el Diario de la Marina el 17 de julio de 1931:
"La mayor parte de los representantes, aunque otra cosa se crea, somos enemigos del sufragio femenino, somos políticos, profesionales de la política, y el voto a la mujer en estos tiempos de oposiciones sería un arma terrible contra nosotros. Nos barrería sin remedio”

La respuesta de las feministas tenían variados matices. Uno, el de las sufragistas, seguía siendo la incondicionalidad al Presidente Machado; el otro, colocado en una radical posición política, sería asumido por la Unión Laborista de Mujeres, cuyas socias tras oponerse a la dictadura renunciarían también al voto femenino:
Saben ya nuestros profesionales de la política del desprecio profundo que nos inspira su grosero comerciar con los intereses y el destino de todo un pueblo. Y saben de la amplitud de nuestro horizonte mental. De nuestra inconformidad con viejos moldes políticos, sociales y económicos. Que el día que los derechos ciudadanos sean para nosotras una realidad, en la Constitución, definitivamente desaparecerán acomodamientos y conveniencias bochornosas (...) Unión Laborista de Mujeres ha renunciado al derecho de sufragio que pretendiera conceder un Congreso ilegítimo. No puede verse, por tanto en sus palabra, resentimiento alguno.
El gobierno de Machado presionado ante los ataques de estas agrupaciones, realiza sus últimas maniobras por el sufragio en 1931. Primeramente designó a Eulalia Miranda como Comisionada del Distrito Central de La Habana, quien propuso el 24 de febrero la legislación del sufragio municipal para las habaneras, que suscitó de inmediato la repulsa de las asociaciones sufragistas y feministas coincidentes en lo restrictivo y discriminatorio de la medida.
La segunda maniobra constituyó un paso de mucho mayor alcance, se trata del otorgamiento del sufragio sin limitación por Ley Congresional en el mes de Julio, lo cual tampoco fue recibido con beneplácito, por muchas de las feministas que ya se encontraban en los diferentes frentes de oposición al gobierno de Machado. Sólo un reducido grupo de mujeres con María Collado como centro, se reunieron para festejar esta acción, que excluiría de hecho a miles de mujeres exiladas, presas o en la oposición. Este voto otorgado por una dictadura si las convirtió definitivamente en ciudadanas, aunque el país vivía un momento político con escasos matices de democracia.

Obtencion del sufragio femenino
La incontrolable oposición a la dictadura, la grave crisis económica, y la mediación norteamericana, llevaron al general Gerardo Machado a dejar el gobierno el 12 de agosto de 1933, después de un enfrentamiento que condujo al país a una caótica situación de inestabilidad política que no pudo ser frenada en sus primeros tiempos.
El gobierno instalado por la mediación fue el de Carlos Manuel de Céspedes, hijo del Padre de la Patria, derrocado el 4 de septiembre de 1933 por el denominado "movimiento de sargentos" a la cabeza del cual estaba un futuro dictador: Fulgencio Batista.
El 5 de septiembre asume el poder una Pentarquía, de existencia efímera, la cual designa al Dr. Ramón Grau San Martín como presidente provisional.
El gobierno de Grau tomó rápidas y significativas medidas de carácter nacionalista y antimperialista apoyado por el hombre de posiciones más radicales dentro del gobierno, Antonio Guiteras, Secretario de Gobernación durante el llamado "Gobierno de los Cien Días".
Fue Guiteras quien designó por primera vez en la República a dos mujeres para cargos de Alcaldesas: Elena Azcuy, en Guines, y Caridad Delgadillo en Jaruco. El 10 de enero de 1934 de forma sorpresiva, poco antes de la renuncia a la presidencia Grau, por un Decreto Ley otorgó a las mujeres el sufragio femenino sin restricciones.
El apoyo a los diferentes partidos tradicionales por parte de las mujeres se haría palpable durante las elecciones del 10 de enero de 1936, donde se elegirían por última vez en Cuba los cargos presidenciales y los correspondientes al Senado por sufragio indirecto a través de compromisarios. Este cambio promovería un voto preferencial para la designación de 36 senadores y 162 representantes.
Las elecciones presidenciales de 1936 fueron ganadas por la Coalición Tripartita, integrada por los partidos Unión Nacionalista, Liberal y Acción Republicana que tenían como candidato a Miguel Mariano Gómez. Dichas elecciones fueron las primeras donde las cubanas participaban en su doble condición de electoras y elegibles, ocupando las plazas de seis representantes y una consejala, con lo que rompían el esquema de participación tradicional política aunque es justo señalar que efímeramente ya había sido roto por las alcaldesas designadas por Antonio Guiteras.

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