Por David Novo Curiel.
Estudiante de 4to. Año
de Lic. en Historia, Universidad de La Habana
Assunta Adelaida Luigia Modotti, nació en Italia en 1896 en Udine, una pequeña ciudad de fábricas textiles en el norte de Italia, cercana a Trieste, el puerto del Mar Adriático. Su padre, Giuseppe Modotti, era de profesión mecánico y socialista radical con ideas revolucionarias, perteneciente, claro está, al Partido Socialista. y su madre, Assunta Mondini, estaba dedicada a las tareas del hogar.
De niña es llevada a Austria, con la intención de vivir en un ambiente político más libre; pero al no conseguirlo, tuvieron que regresar a Italia. Se educó en escuelas italianas y austriacas, pero debido a los escasos recursos económicos de su familia, a los 12 años se vio obligada a trabajar en una de las fábricas textiles de su ciudad natal.
Luego de un tiempo el padre y la hermana mayor de Tina emigran a Estados Unidos, atraídos por el ideal del "sueño americano". Mientras el padre trabajaba de obrero y la hermana en un taller de costura en California, como costurera en Italia, Tina se hacía cargo de la manutención de su madre y sus hermanos pequeños, viviendo en condiciones muy extremas, pero con un gran sentido de justicia e igualdad derivado de la postura política familiar.
Alrededor de los 17 años parte a Norteamérica, comienza a trabajar de costurera en Magnin's, pero gracias a su destacada belleza, pronto se transforma en modelo, incluso de sus propias confecciones. De sus características lo que más llamaba la atención era su frágil figura, el delicado rostro y la mirada triste. Pronto incursiona como actriz en el cine mudo. Por ese tiempo conoce a Roubaix de L'Abrie Richey, mejor conocido como Robo, quien al cabo de un tiempo, sería su esposo. Robo se desenvolvía en un gran ambiente bohemio, pues era pintor y poeta; constantemente organizaba reuniones en el patio de su casa, donde se tocaban temas como la revolución rusa, el amor libre, los convencionalismos, la moralidad y las aventuras de Pancho Villa.
Robo, al igual que muchos extranjeros alrededor de 1922, queda atrapado por la magia de los sitios exóticos y su cultura, por lo que decide viajar a México, donde desgraciadamente cae enfermo y muere de fiebre amarilla. Tina, quien se había quedado en Estados Unidos, no lo alcanza con vida.
Tina, con su atrayente tipo de femme fatale, se enamora de Edward Weston su marido los había presentado- mientras Robo permanecía en México. Tina, quien posaba tanto para su marido como para Weston, decide viajar a México acompañada de este último. Una vez establecidos, y envueltos por la multiplicidad de colores y ambientes, Tina descubre otra faceta de sí misma y abandona la melancolía y suavidad de Robo, por la explosión sensual y artística del fotógrafo.
Logra convencer a Weston para que la tome como discípula, y poco a poco va logrando una obra de gran calidad. El fotógrafo tenía ideas abstraccionistas muy avanzadas para su época y esta influencia es notoria en la obra de Tina. Weston regresa a Norteamérica y Tina, que ya se había codeado con el mundo cultural de la época, decide quedarse, sintiendo un gran compromiso con los indígenas, pues desde la primera vez que realizó un viaje al Istmo de Tehuantepec -junto a Diego Rivera, Frida y otros intelectuales de la época-, quedó maravillada.
Tina estaba en plenitud de su sexualidad, no se inhibía por su desnudez, a ella le gustaba juguetear desnuda; le molestaban las ataduras, los botones, los cinturones o cualquier prenda que le estorbara para moverse. Tenía una forma muy especial de caminar, de hablar, todo en ella era llamativo, y más para los mexicanos poco acostumbrados a una mujer con esas características. La mayoría de las mujeres del país ni pensarlo, ellas no podrían ser como Tina.
Tina se impresionó tanto con México que quiso plasmarlo en imágenes fotográficas como un homenaje, aunque no sólo captaba sus formas estéticas, sino que retrataba la visión de un país lleno de miseria e injusticia.
Conmovida por la explotación en la que vivía la clase trabajadora de la posrevolución mexicana, Tina se convierte en revolucionaria activista desde principios de los años veinte, desarrollando fuertes lazos con miembros del grupo de la Unión Mexicana de Artistas, entre los que se encuentran Manuel Álvarez Bravo, Diego Rivera, Charlot, Orozco y Siqueiros.
En 1927 se afilió al Partido Comunista Mexicano y desde ese año hasta 1940 trabajó como editora colaboradora y fotógrafa de la revista Folklor Mexicano. Durante su estancia en México escandalizó a la mojigata sociedad de aquella época por ser una mujer que vivía bajo el mismo techo con un hombre que no era su marido ni su hermano, que salía a la calle después de las ocho de la noche y compartía la mesa en lugares públicos con varios varones; además de tener la costumbre de bañarse desnuda en la azotea de su casa cuando llovía.
En 1928 conoció a Julio Antonio Mella, dirigente estudiantil cubano, en una manifestación en protesta por la ejecución de Sacco y Vanzetti, con el cual comienza un romance y es considerado el amor de su vida, este joven estudiante cubano de fuertes ideales de izquierda, era el encargado de ayudar a sus compatriotas que huían de la isla.
Desafortunadamente Mella es asesinado en 1929. Para ese entonces, Tina ya había publicado en algunas revistas y periódicos de izquierda como la Revista de los Estridentistas, que a pesar de especializarse en literatura, coincidía con algunos principios de este movimiento artístico-, lo cual la vinculaba a esta postura política, indicio que llevó a culparla del asesinato del joven cubano.
Sin embargo, se le declara inocente poco después del crimen. Al año siguiente la acusan de haber tomado parte en el intento de asesinato de Pascual Ortiz Rubio, presidente de México, por lo que es expulsada del país. De allí salió acompañada del líder comunista Vittorio Vidali, rumbo a Alemania.
Continúa su trabajo en el exilio en Berlín, donde se hace miembro de la Unión de Fotógrafos de Prensa y publica sus imágenes en Der Arbeiter-Fotograf. Abandona la fotografía por el activismo político mientras se encuentra en Moscú entre 1931 y 1934 trabajando para la Cruz Roja Internacional de la URSS.
Al comenzar la Guerra Civil se trasladó a España para formar parte del Quinto Regimiento. Cuando llegó, renunció a realizar una sola fotografía. Para ella no era compatible el arte con la violencia de los acontecimientos. Se sentía incapaz de retratar lo que veía y optó por la lucha armada. No obstante, Vidali, como dirigente de las Brigadas Internacionales, le ordenó cambiar las armas por el espionaje, ya que sus conocimientos de italiano eran muy beneficiosos dada la nacionalidad de las fuerzas que apoyaban a los franquistas. También colaboró en los hospitales con el Socorro Rojo. Tuvo que coincidir con Gerda Taro en Almería, pues a Modotti se le encargó el seguimiento de la tragedia en esa ciudad. Sus reportajes se publicaban en Ayuda, órgano de prensa del Socorro Rojo Internacional, y los firmaba con alguno de los pseudónimos que utilizó en España: María, Carmen Ruiz o Vera Martini.
Regresa a México en 1939, donde continúa su actividad política mediante la Alianza Antifascista Giuseppe Garibaldi con un nombre falso; fotografió, trabajó y continuó su labor política hasta su muerte en 1942, debida a un ataque cardiaco.
En su lápida, ubicada en el panteón Dolores de la Ciudad de México se lee un verso de Pablo Neruda:
“Tina Modotti, hermana, no duermes, no, no duermes;
Tal vez tu corazón oye crecer la rosa
De ayer, la última rosa de ayer, la nueva rosa”.
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