Por: Betty Rodríguez Quevedo.
Estudiante de 4to. Año de
Lic. en Historia,
Universidad de La Habana.
Que no se hable de veracidad en la mujer. "Muéstrate como eres” significa para la mujer casi lo contrario de lo que implica como imperativo para el hombre.
(NIETZSCHE, 1997)
Hablar de la mujer es siempre una cuestión delicada, sobre todo cuando el autor forma parte de ese complicado género. No se perseguirá aquí el objetivo de establecer verdades absolutas, puesto que ellas no existen, y al decir de Paolo Freire, implican la transformación del mundo. Se buscará aquí un modesto análisis sobre el tema en cuestión, argumentado sobre la base de obras literarias, películas y comentarios extraídos de diálogos con personas que no sabían, estaban siendo objeto de estudio
Desde Eva a la fecha la mujer ha sido tildada como el sexo débil, aquella figura cuyo rostro inspira delicadeza, dedicación, casi siempre por estar asociada a la maternidad. Pero, ¿qué pasa si Eva comió el fruto prohibido no por debilidad, sino por fortaleza? A fin de cuentas, siempre se ha visto al osado como al valiente, pues busca, más allá de todo, la plenitud. Mas el castigo de Dios ubicó a la hembra en posición desventajosa, haciéndole creer a sí misma que cargar con su error implicaría la sumisión.
La cultura ha moldeado a la mujer, ha dibujado el tipo de fémina y el esquema de vida que desea para la sociedad. Ella misma se ha adaptado a él y lo repite para posteriores generaciones. Es lo que ha estado bien hasta el momento, y ¿para qué salir de la línea?, si quienes no han sido las respetadas -y esa es una condición que vale para no ser la solterona, para tener un esposo aunque este busque precisamente a aquellas que “muestran los sexos como lepras arañadas por el hombre, cuando Dios le maldijo y le besó Lucifer” (GARBALOZA, 1922, p.45), -han navegado por el inframundo, señaladas como la escoria de toda sociedad.
Se presenta entonces la contraposición: sexualidad civil – sexualidad primitiva. ¿Quiénes son las honradas y quiénes las impuras? El viejo problema de las máscaras donde se trastocan los deseos. A la mujer “santa” le invaden las ansias de sentir sin pensar, de dejarse llevar por los instintos animales. Mas “el ascenso de lo instintivo amenaza (en su reprimida psiquis) con destruir el equilibrio de la institución matrimonial” (FOWLER, 1998, p.58). Piensa en que no es ella y si la otra la que puede desinhibirse y realizar los actos más prosaicos como símbolo de la degradación humana. Por favor, escuchar a Jorge Luis Borges: el sexo no se hizo para los escrupulosos. Además, ¿es que no hay prostitutas de alma? Al decir de uno de los comentaristas, desde una estricta perspectiva marxista, tener sexo por dinero es más real que tenerlo por ilusiones gratuitas. Se busca entonces algo que esté entre lo permisible y lo prohibido, ¿existirá?
Salirse de los valores morales representa dejar andar al instinto, que puede ser muy peligroso, pues desmantelar toda la fachada construida para el ojo del otro, significa erigir un nuevo edificio, y para lograr hacerlo, crear una nueva sociedad. La mujer como símbolo de rectitud, llena de conflictos sexuales, se ve encarnada en el personaje de La Pianista, película dirigida por Michael Haneke. Allí se muestra el convulso mundo de la fémina atiborrada del súper yo freudiano, que le infunde la madre. La protagonista, de un gran prestigio artístico en su país, vive paralelamente un pequeño mundo interior donde deja andar la acción desintegradora del instinto. Esto se trasluce en la suplencia del ello por el súper yo, sin alcanzar nunca al yo. Los tabúes son rotos en los momentos “demenciales”, mas este desaparece ante el ojo inquisitivo de la sociedad, optando al final por la autoflagelación como liberación del alma.
Un ejemplo contrapuesto a este se puede encontrar en Gia, del director Michael Cristofer, donde predomina la idea de la libertad sexual dando alas al ello, llegando incluso a las prácticas homo eróticas. Aquí se rompen las reglas del encuentro del individuo con el límite, simplemente no lo hay, o alguien se atreve a cruzarlo. El sexo es emancipado, disfrutado una vez que ha sido desmoralizado. Mas no por ello la protagonista deja de ser más femenina, atractiva y con grandes posibilades y deseos de ser madre. Simplemente no desechó aquellos sueños e instintos homosexuales que se producen en la niñez.
“La problemática homosexual ha estado ligada a la idea de lo sucio e impuro, relacionado con el pecado; detrás de todo ello circula la noción de la naturaleza caída, propia del cristianismo” (FOWLER, 1998, p.50). Empero, es un tema que existe, que se valora en muchos filmes y obras literarias, incluso en aquellas de antaño. En el capítulo Juegos de Niñas del libro Ofelias de Aida Bahr, se caracteriza el clásico dilema de la familia donde uno de sus miembros, insatisfechos, se da cuenta de su condición homosexual, a la cual no puede responder por lo que representa para los demás. La singularidad en este caso es que se trata de una mujer y no de un hombre como suele verse, con lo que entran a jugar una serie de factores como el sentimiento de culpa y la responsabilidad para con la hija por ser ella la figura clave en su vida. Lucir madre se contrapone para la protagonista, con lucir mujer; y lucir mujer significa también tener el sexo elegido. Mas ella es madre y mujer, ¿qué hacer?
Las edades de Lulú, película dirigida por Bigas Luna, expone el placer de la homosexualidad de forma diferente, cuando coloca a la protagonista como una espectadora y a veces participante de una relación homo erótica entre hombres. Lulú busca el placer en el morbo, en lo que ha estado vedado para sus ojos pero que sabe existe. Lo disfruta desde lo más intrínseco de su ser, su animal. Así, el tema de la pornografía, catalogado por mujeres -en su “querer ser” aparentemente escrupulosas- como sólo de hombres por mostrar relaciones lésbicas, queda limitado para ellas al no entender lo principal: la morbosidad del asunto. Y es que “hasta los temas más prohibidos son significativos actos de emancipación, gritos de libertad ante infinitas represiones al fin sobrepasadas en la defensa abierta de la sexualidad”. (FOWLER, 1998, p.9)
El placer ha sido visto por algunas culturas como tema tabú para las mujeres. El no permitir sentir ha estado asociado a participar en el acto sexual sólo como instrumento para la satisfacción del hombre. Para muchas de ellas el placer se halla justo en el orgasmo del hombre y no en los suyos. Mas esto no se le escapa también, a una buena parte de las mujeres occidentales, aunque ya no se trate de religión. Alí ibn Abu Taleb, fundador del movimiento chií, dijo: “Dios Todopoderoso creó el deseo sexual dividido en diez partes; de ellas, dio nueve partes a la mujer y una al hombre” (BROOKS, 1996, p.13). ¿Qué falta entonces? ¿Voluntad? Si esas virtudes le fueron dadas, todo lo que resta es la liberación de lo primitivo. Se es un animal sexual ¿y qué? El papel de la madre es complejo en estas cuestiones, luce, en muchos casos, asexual para la hija, pues es ella el primer patrón de conocimiento y por tanto de imitación; y así se repite el antiguo cuento de la cigüeña.
El ser recatado y tener una aureola de beatitud, no significa siempre la anulación del placer. Un tema tan escabroso para algunas como la masturbación, forma parte de la vida de muchas mujeres al igual que en la de los hombres. Casi nunca se asocian estos temas a las féminas, unas veces por la ruborización de éstas y otras por el complejo masculino de no concebir a la mujer alcanzando el mayor de los placeres sin la necesidad de un falo. El psicoanalista Freud argumentó que los humanos nacen “polimórficamente perversos”, en el sentido de que una gran variedad de objetos pueden ser una fuente de placer, sólo que con el transcurso del tiempo, estos se van reprimiendo inconscientemente con la llegada de los valores seudo moralizantes. Algunas de las mujeres que practican la masturbación, son víctimas, luego de terminar, de un sentimiento de culpabilidad por pensar que realizan actividades insanas. Fuera de esto, el acto de la masturbación llega como momento de la más íntima entrega, puesto que no se comparte en la mayoría de las veces y ya lo aparencial no importa.
Aparece entonces la mujer en un sitio que difícilmente puede asignársele como única posición. ¿Qué las hace singulares? Pregunta demasiado compleja como para comprometerse a responderla en este texto. ¿Habrá una identidad?, ¿o es que se ha luchado por incorporar una? Puede que entonces sea una identidad asumida, mas si eso es cierto, ¿quién es la verdadera mujer? Ella se mira de una forma, muchas veces autocomplaciente y distante de la realidad; el ello de ellas las mira como unas gozadoras del dolor y también del placer; los hombres las miran, los hijos las miran, la sociedad las mira, todos de disímiles formas. Más jóvenes, más viejas, más maquilladas, menos estropeadas, más dulces, más agresivas… es toda una cosmética que oculta su verdadero ser. Lleva dentro a Lilith que persigue la paridad con el hombre porque se siente su igual. No vacila en cubrir anhelos ante la vulnerabilidad de saberse pecaminosa. No traiciona a la primera dama de la historia, a Eva, le sigue los pasos aunque ahora redentora del prestigio social. Esa mujer no se sabe quién es, ni qué luce, ni qué es.
NOTAS:
1- Es importante su mención en estos temas ya que algunos críticos lo ven como a un filósofo que replanteó la naturaleza humana y ayudó a derribar tabúes.
2-Alusión al título de la novela de Graciela Garbaloza: La Gozadora del Dolor, que rinde homenaje a aquellas mujeres que siendo víctimas de diversas situaciones, ya sean materiales, naturales o espirituales, continúan siendo unas gozadoras.
3- Existe una leyenda donde aparece Lilith como la primera esposa de Adán, quien teniendo relaciones sexuales con él se rehusó a estar debajo, puesto que Dios la había creado a ella también del polvo como su igual. Luego Eva sería creada de la costilla de Adán porque Lilith encolerizada lo abandonó.
BIBLIOGRAFÍA
BAHR, Aida. Ofelias. La Habana: Editorial Letras Cubanas, 2007
BROOKS, Geraldine. Un mundo bajo el velo, la vida oculta de las mujeres musulmanas. Barcelona: Grupo Editorial Random House Mondadori, 1996
FOWLER, Víctor. La Maldición, una historia del placer como conquista. La Habana: Editorial Letras Cubanas, 1998
GARBALOZA, Graciela. La Gozadora del Dolor. Habana: Imprenta El Siglo XX, 1922
NIETZSCHE, Friedrich. Filosofía General. Madrid: Editorial Valdemar, 1997
PELÍCULAS
La Pianista. Director: Michael Haneke.
Gia. Director: Michael Cristofer.
Las edades de Lulú. Director: Bigas Luna.
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